Prólogo

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Se cruzó de brazos sobre el cuaderno de apuntes que dejó abierto. Con esfuerzo prestaba atención a la última clase de su jornada académica; una de las tantas cosas que había tenido que sobrellevar desde que entró a la universidad. El entusiasmo con el que inició se desgastó innumerablemente al verse sumergido en un nuevo mundo académico de más responsabilidades.

Agradecía en silencio que desde su asiento de clases pudiera contemplar la hermosa luna, un bello astro que le daba tranquilidad y esperanza. Soñaba con alcanzar su grandeza algún día, brillar pese a la oscuridad y dejar que las demás personas encontraran consuelo en su luz cuando la noche se cubriera en un manto de tinieblas.

Por el momento, su tarea era prestar atención a las anotaciones que su maestro escribía en el pizarrón.

Entrecerró los ojos con dificultad, pues, de los tantos estilos de escritura que existían, el pedagogo había elegido la más parecida a la de un niño de preescolar. Muy aparte de causarle gracia, al principio le hizo creer que necesitaba lentes. Afortunadamente ese no era el caso, de lo contrario todo su dinero se le iría en tan solo una cita con el oculista, y ya tenía suficientes problemas.

—¿Puedes pasarme tus apuntes?— preguntó en un susurro al compañero delante suyo, un agradable armadillo. —No alcanzo a ver lo que está en el pizarrón.

—Claro, aquí tienes— dijo, y le alcanzó su cuadernillo por debajo de la repisa de la carpeta para no interrumpir al maestro.

—Gracias, Mighty.

Tomó el cuaderno entre sus manos, destapó la solapa y admiró su calidad. Ni en sus sueños más voraces le alcanzaría lo suficiente para adquirir cosa similar. Pero el objeto era otro más del montón: un estuche de papeles para escribir. La diferencia era que, este se veía más sofisticado que su libretita de papel mediocre.

Sonic se dio una bofetada mental. Fisgonear el material ajeno no es productivo, pensó. Después de todo, eso no resolvería sus problemas; al contrario, le haría desperdiciar los minutos que necesitaría para llegar a su trabajo en cuanto finalizara la clase.

Se apresuró a escribir en sus hojas la última parte de los organizados apuntes del armadillo. Mientras tanto, miraba las manecillas del gigantesco reloj de la pared; su ansiedad despertó al darse cuenta de que faltaban solo cinco minutos para irse y el docente aún no daba las indicaciones del nuevo proyecto.

Sintió que predijo el crudo golpe de la varilla del profesor contra la pizarra. El silenció se terminó al igual que la larga siesta de algunos estudiantes aburridos.

—No es momento de estar cansados. Sé que para muchos de ustedes esta metodología es nueva, pero ya han tenido tiempo suficiente para organizar sus horarios académicos— espetó la pantera, su maestro de psicología criminal. —Jóvenes, es necesario que para el proyecto del segundo ciclo se integren en grupos de trabajo— articuló cada una de sus palabras con un cuidadoso tono autoritario.

—¿Se puede individual?— preguntó un estudiante que se sentaba hasta atrás.

—No.

El maestro observó con detenimiento a cada uno de los presentes. Finalmente continuó.

—El nuevo tema para este trabajo será la influencia de los trastornos de la personalidad sobre la conducta criminal. Y, además, no será solo un consejo pedirles que investiguen antes de la próxima clase, pues de antemano les voy pidiendo que elaboren un informe. Ese mismo día me lo presentarán. Es individual— arrojó las dos últimas frases con tanta firmeza que, todos entendieron que nadie tenía por qué cuestionar sus palabras.

—Disculpe maestro. ¿Cuál es el número de integrantes?— Una chica se atrevió a decir. Se le vio en instantes previos conversar con su grupo de amigas. Es posible que, por el carácter serio que mostraba, haya estado coordinando con los posibles miembros de su equipo.

Agente Novato |𝐒𝐡𝐚𝐝𝐨𝐧𝐢𝐜|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora