Capítulo 1

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-Señor Dazai, no podemos irnos todavía. Su padre está terminando de arreglar algunos asuntos de su trabajo antes de partir. Hasta que no regrese, no puedo llevarlo a ningún lugar.

En la parte trasera de un auto negro, se encontraba un chico de 16 años. Numerosas capas de vendas cubrían gran parte de su piel visible, mientras los mechones de su cabello castaño revoloteaban con la ligera brisa que ingresaba por la ventana.

En el asiento frente a él se encontraba el conductor familiar, un hombre con el cabello plateado por los años. En su ojo derecho se asomaba un monóculo, mientras sus guantes blancos resaltaban en contraste al negro del traje que portaba.

Debido a sus años de servicio se convirtió en una figura cercana al más joven. Siempre se comportó como un abuelo, consintiendo al chico cada vez que podía y escuchándolo en silencio sin que su jefe se enterará.

Algunas noches llegaba a sentir arrepentimiento por haber causado las conductas caprichosas que llegaba a tener el castaño, sin embargo, nunca se detuvo.

-Hirotsu, puedes dejar de lado las formalidades conmigo. Una vez me haya largado de este lugar, no tendré que volverle a ver la cara a Mori en meses. No existe un premio mejor

-Si, eso es cierto, pero también significa que tendrás que comportarte y empezar a comer más cosas que solo cangrejo enlatado

-Lo dices como si fuera un gran problema

-Señor Dazai…

-Ya tengo 16 años, no tienes porque tratarme como si todavía tuviera 6. Puedo cuidarme por mi mismo, no necesito de la ayuda de otros

-Me preocupo porque sé que eso no es verdad. Ni siquiera se preocupa por su aspecto. La última vez que intentó hacer algo por sí mismo incendió toda la cocina- Su mano enguantada frotó ligeramente su entrecejo. Los rastros de fatiga eran evidentes en sus expresiones faciales -Todavía no entiendo cómo pudo quemar el agua

Aunque parte de sus mechones plateados eran debidos a su edad, la otra gran parte eran debidas a las múltiples travesuras que llegaba a cometer el joven.

-En mi defensa, yo tampoco sabía que eso era posible. Deberían estar agradecidos de mi descubrimiento. Además, fue solo esa vez. Sí sé hacer cosas por cuenta propia y que no terminen en desastre

-¿De verdad quiere que mencione todas las veces que demuestran que usted está equivocado?

El mayor dirigió su mano a la guantera, sacando un paquete de cigarrillos y un encendedor.

Al no obtener palabras de réplica prosiguió.

-Vas a quedarte por mucho tiempo en un lugar completamente desconocido. El señor Rimbaud debe ser excelente como para que su padre lo escogiera, pero, eso no cambia el hecho de que muchas cosas del mundo exterior son nuevas para usted. Cosas que de seguro conocerá estos meses. Trataré de visitarlo seguido, por si llegará a necesitar algo. Solo prometa que va a intentar esforzarse

El castaño se encontraba sentado, con una de sus piernas cruzada encima de la otra. Su ojo derecho se encontraba envuelto en vendas, ocultas bajo su largo flequillo. Uno de sus brazos reposaba apoyado en el marco de la ventana trasera, mientras sus uñas estaban siendo mordidas suavemente.

Estar en este auto no le traía nada más que nostalgia. Ya no salía tanto como cuando era niño, pero aún así, el eco de los recuerdos felices permanecían allí, desde charlas eufóricas y compras excesivas, a momentos de sumo desaliento y pereza.

Todavía podía escuchar a lo lejos el grito de su madre pidiendo que saliera del coche para entrar a casa con las compras.

La casa en la que había crecido la mayor parte de su vida se divisaba a través de la ventana, no obstante, mucho tiempo habia pasado desde la última vez que tuvo un recuerdo feliz en ese lugar.

Ecos de un atardecer -SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora