Capitulo único.

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El sol brillaba intensamente sobre la ciudad de Nibiru, donde la paz y la armonía parecían haber sido esculpidas en la misma esencia del aire. Las torres de cristal se alzaban como gigantes resplandecientes, reflejando los colores del cielo y la vida que se desplegaba en sus alrededores. Sin embargo, en un rincón de esta metrópoli ideal, un niño de cabello castaño y mirada melancólica observaba desde la sombra de un banco.

Tsunayoshi Sawada se sentía atrapado en una burbuja de soledad, ajeno a las risas y juegos que lo rodeaban. A su alrededor, niños correteaban, disfrutando de la libertad que su utopía les ofrecía. Sin embargo, él se sentía como un espectador, incapaz de unirse a esa felicidad. En su interior, una tormenta de recuerdos lo atormentaba.

Desde pequeño, Tsuna había vivido en un entorno donde el sufrimiento parecía ser la norma. Recuerdos de gritos y golpes se agolpaban en su mente. Su madre, Nana, siempre había sido su refugio, pero incluso ella no podía protegerlo completamente. Iemitsu, su padre, había sido una figura distante que a menudo lo despreciaba, incapaz de ver el dolor que Tsuna llevaba dentro. Las palabras crueles de sus compañeros de clase, que lo llamaban “perdedor”, aún resonaban en su mente como ecos desgastados.

Los días en la escuela se convirtieron en una lucha constante, donde cada sonrisa escondía una herida. Recorría los pasillos con la cabeza gacha, anhelando pasar desapercibido, mientras el dolor lo consumía lentamente. La imagen de su madre, con sus ojos llenos de preocupación y amor, era el único consuelo que lo mantenía a flote. Pero a medida que crecía, Tsuna comenzó a dudar de su propio valor. ¿Por qué su madre lo amaba si él no podía defenderse?

Mientras su mente se sumía en recuerdos dolorosos, la voz de Reborn lo interrumpió. El tutor de Tsuna se acercó, con su mirada calculadora y un leve destello de humor en sus ojos oscuros.

—¿Por qué estás aquí solo, Tsuna? —preguntó con una mezcla de curiosidad y preocupación.

Tsuna, sintiendo la presión de la mirada de Reborn, bajó la cabeza. —Solo… observando.

Reborn frunció el ceño, y su expresión se tornó más seria. —No puedes quedarte al margen de tu propia vida. La utopía que tenemos es un regalo, y tú eres parte de ella. No dejes que el miedo te paralice.

—¿Y qué pasa si no soy lo suficientemente fuerte? —preguntó Tsuna, su voz apenas un susurro. —Siempre he sido un perdedor.

Reborn dio un paso adelante, su tono cambiando a uno más firme. —Escucha, Tsuna. La debilidad no define quién eres. Todos enfrentamos nuestros propios demonios. Lo que importa es cómo te levantas. Cada uno de nosotros ha luchado, y tú no eres la excepción. ¿Crees que Gokudera no ha tenido sus propias batallas? ¿O Yamamoto? Todos llevamos cicatrices, algunas son visibles y otras no.

—Pero…

Reborn lo interrumpió. — Si sigues escondiéndote, nunca podrás construir relaciones verdaderas. Tus amigos quieren que seas parte de su vida, no solo un espectador.

Las palabras de Reborn calaron hondo en Tsuna. ¿Acaso era posible que sus amigos pudieran ver más allá de su exterior frágil? La idea de abrirse a ellos era aterradora, pero también liberadora.

—A veces, para proteger lo que tenemos, se necesita un sacrificio. —El tono de Reborn era grave, casi solemne—. La paz que hemos logrado no es solo un regalo. Hay fuerzas que siempre buscan romperla.

Tsuna sintió un escalofrío recorrer su espalda. —¿Qué tipo de sacrificio? —preguntó, inquieto.

—Es complicado. La felicidad de muchos a veces depende del sufrimiento de unos pocos. —Reborn hizo una pausa, observando a Tsuna—. A veces, debemos estar dispuestos a arriesgarlo todo, incluso nuestra propia felicidad, por el bien de los demás.

Tsuna tragó saliva, sintiendo un peso en su pecho. ¿Estaría dispuesto a hacer eso? La idea de sacrificar algo tan fundamental como su propia felicidad lo aterraba. Pero también había algo dentro de él que anhelaba proteger a sus amigos y la utopía que habían construido juntos.

—¿Y qué pasaría si ese sacrificio fuera yo? —preguntó Tsuna, sintiéndose más vulnerable que nunca.

Reborn lo miró fijamente. —Si llegara ese momento, tendrías que evaluar qué es lo que más valoras. No todas las decisiones son blancas o negras. La vida es compleja, y a veces, hay que tomar decisiones difíciles.

Tsuna se quedó en silencio, reflexionando sobre las palabras de Reborn. La idea de sacrificio le pesaba en la mente, pero también lo motivaba a entender su lugar en la comunidad. Mientras el sol comenzaba a descender, tiñendo el cielo de tonos cálidos, Tsuna sintió una chispa de determinación encenderse en su interior.

Si bien su pasado había estado lleno de dolor, había una oportunidad de redención. No podía cambiar lo que había vivido, pero podía elegir cómo avanzar. ¿Sería capaz de abrirse a sus amigos y luchar junto a ellos, en lugar de permanecer en las sombras? La decisión no sería fácil, pero su corazón latía con la promesa de un nuevo comienzo.

Mientras Tsuna reflexionaba, una sensación de inquietud se apoderó de él. Sin previo aviso, un grito desgarrador resonó en el aire. Un grupo de desconocidos, vestidos de negro, irrumpió en la plaza, causando caos entre los habitantes. Los guardianes, instintivamente, se agruparon, listos para proteger su hogar.

—¡Vamos, Tsuna! —gritó Reborn, llamándolo a la acción—. Este es el momento de demostrar de qué estás hecho.

El miedo inundó el cuerpo de Tsuna, pero una nueva determinación surgió en su interior. Este era su hogar, y no podía quedarse al margen. Corrió hacia el grupo, sintiendo que la felicidad de su utopía dependía de su decisión. Mientras sus amigos luchaban con valentía, él también quería ser parte de esa lucha.

La batalla comenzó. Tsuna, con el corazón latiendo con fuerza, se unió a sus amigos. Gokudera lanzaba explosiones controladas, mientras Yamamoto bloqueaba ataques con su esgrima impecable. Tsuna, aunque temeroso, comenzó a notar que podía moverse más rápido, que sus sentidos se agudizaban.

La lucha se tornó intensa. Mientras los guardianes defendían a la comunidad, Tsuna sintió cómo un poder latente empezaba a despertar en su interior. La determinación creció en él, y en medio del caos, comprendió que su vida estaba entrelazada con la de sus amigos. La felicidad de la utopía no podía construirse sobre el sufrimiento de otros.

Mientras la batalla continuaba, Tsuna miró a su alrededor, sintiendo la energía de sus amigos fluir a su lado. Estaban luchando no solo por ellos, sino por todos los que amaban. La sombra de su pasado seguía acechando, pero en ese momento, él eligió luchar. La utopía no era solo un lugar, sino una lucha por la libertad y la felicidad de todos. La pregunta sobre el sacrificio resonaba en su mente, marcando el comienzo de su transformación y el camino que le esperaba.

La utopía. [] KHR []Donde viven las historias. Descúbrelo ahora