𝑪𝒂𝒑í𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟏: El Peso De La Rutina

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El despertador sonó a las seis en punto, como todos los días. Minho se giró lentamente, sus ojos entreabiertos luchando por adaptarse a la luz tenue que entraba por la ventana. Junseo dormía plácidamente en su cuna, su pequeño cuerpo apenas moviéndose al ritmo de su respiración.

Habían pasado seis meses desde la tragedia que cambió la vida de Minho para siempre. La pérdida de su esposo, Hyun, había sido devastadora, dejándolo sumido en un dolor profundo que apenas lograba sobrellevar. No había tiempo para procesar el duelo como quisiera; Junseo lo necesitaba, y su trabajo en la agencia de publicidad no le daba tregua.

Se levantó con cuidado para no despertar al bebé, sus pies descalzos rozando el suelo frío del departamento. Preparó una botella con leche y miró el reloj: aún tenía una hora antes de tener que salir al trabajo. Junseo se removió en la cuna, y Minho sintió el nudo familiar en su estómago. "Otro día más", pensó, "un día más que Hyun no estará aquí para verlo crecer".

Minho tomó a Junseo en brazos, lo alimentó y lo meció suavemente. El calor del bebé contra su pecho era el único consuelo que encontraba últimamente. La rutina diaria le daba una estructura que necesitaba desesperadamente, aunque a veces sentía que se movía en piloto automático, cumpliendo con lo mínimo necesario para sobrevivir.

El trabajo en la agencia, aunque demandante, era su única válvula de escape. Ahí, el ritmo frenético y las campañas publicitarias lo mantenían ocupado, y durante unas horas, lograba desconectar de su dolor. Pero cada vez que volvía a casa, el vacío lo golpeaba con fuerza.

Al llegar a la oficina esa mañana, Minho se sentía más agotado que de costumbre. Apenas había dormido la noche anterior, atrapado en un ciclo interminable de pensamientos sobre cómo su vida había cambiado tan repentinamente. Mientras pasaba las puertas de cristal de la agencia, escuchó una voz alegre detrás de él.

—¡Buenos días! —exclamó un joven, casi tropezando mientras corría hacia él con una carpeta llena de papeles.

Minho levantó la vista y vio a Han, el nuevo practicante que había llegado apenas una semana antes. Había oído rumores sobre él: siempre tan enérgico, siempre con una sonrisa en el rostro. Algo en su manera de ser parecía desentonar con el ambiente estresante de la oficina.

—Ah, hola —murmuró Minho, demasiado cansado para devolverle la misma energía.

Han se le acercó, todavía sonriendo, sin notar la fatiga en el rostro de Minho.

—Estaba revisando el nuevo proyecto de la campaña infantil. ¡Es increíble lo mucho que se puede hacer para conectar emocionalmente con las familias! —dijo Han, moviendo la carpeta con entusiasmo.

Minho apenas asintió, distraído por el peso de las palabras "familia" y "emocional". Últimamente, esas eran las palabras que más le dolía escuchar.

—¿Tienes hijos? —preguntó Han, de repente, inclinándose un poco hacia él con curiosidad.

Minho sintió un nudo formarse en su garganta. Era una pregunta simple, pero tan cargada de significado para él. Asintió lentamente.

—Sí, uno —respondió en voz baja—. Junseo, tiene cinco meses.

—¡Oh, qué genial! Me encantan los bebés —dijo Han con una sonrisa sincera—. De hecho, trabajo como niñero los fines de semana para ganar un poco de dinero extra. Es tan gratificante, ¿no crees? Ver cómo los niños crecen y aprenden.

Minho lo miró, sorprendido. ¿Un niñero? Había estado buscando a alguien en quien confiar para cuidar de Junseo mientras él estaba en la oficina. Pero la idea de confiar en alguien nuevo, de abrir su vida —su dolor y su vulnerabilidad—, le resultaba abrumadora.

¡𝐇ola  𝐏apá! // Minsung  (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora