Epílogo.
13 de septiembre del 2023.
POV of Isabella.
—¿Segura de que quieres hacer esto?—pregunta una de mis amigas con más miedo del que tengo yo.
—Te aseguro que de no estarlo no estaría acá.
Y apenas digo eso, siento como la aguja perfora mi piel mientras empieza a molestarme la misma, y aunque definitivamente estoy segura de esto, duele como el carajo.
Y se siente como una eternidad, y eso que ni siquiera es un tatuaje verdaderamente grande, pensé que no dolería y tardaría tanto.
—A veces sólo hace falta mirar la luna para sentirte cerca de otra persona... ¿Tiene algún significado en especial para tí?—inquiere uno de los que trabaja en el estudio.
—Sí, pero es algo personal—es lo único que respondo.
***
Mientras me paseaba por la ciudad buscando cosas para adornar mi habitación, Alice me hizo detenerme en una fotografía que llamó su atención.
—Es un poco soso tomarle una foto a una banca en un parque y hacerla pasar por algo interesante—dice despectivamente.
Sin embargo, me detengo un momento a detallar esa banca... Se me hace familiar.
—El autor la dejó con un texto grabado detrás, aunque nadie le suele prestar atención porque está en español—nos dice la dueña, sacando con cuidado la fotografía y dejándonos leer el texto de la misma.
—Me encantaría hacerme la interesante fingiendo que sé español, pero qué va—bromea Alice con la vendedora.
"No es necesario de un majestuoso monumento para significar algo, porque hasta la estructura más pequeña vale muchísimo si significa algo para una persona... Y esta banca es un monumento, porque significa mucho para mí, el chico de ojos cansados que se sienta cada domingo aquí, en la banca que lo vió reír, llorar, amar y odiar, y que aún después de eso, me ve aprender a decir adiós para poder crecer".
—¿Sabe quién es R. G.?—interroga Alice a la dueña.
—¿Cuánto quiere por la foto?—cuestiono.
***
16 de noviembre del 2023.
POV of Rodrigo.
—¿Y nunca volviste a saber de ella?—inquiere.
—De hecho, se quedó en Madrid hasta septiembre otra vez y seguimos hablándonos durante todo ese tiempo. Al principio no parecía haber nada malo, pero siempre que lo hacíamos, teníamos más preguntas sobre ciertas cosas, y esas preguntas llevaban a respuestas que llevaban a más preguntas; era un bucle que no terminaba—explico.
»El problema de ese sinfín de preguntas y respuestas, es que las cosas siempre terminaban incómodas para ambos, y me aterraba la idea de quizás seguirla amando... Creo que me llegué a plantear en más de una ocasión si alguna vez dejé de hacerlo realmente.
»El detonante para mí fue una noche que estuvimos escuchando música y entre que cada uno elegía una canción, cada vez se notaba más la tensión. Al principio sólo me pareció coincidencia, pero luego fuí yo el que puso 'Sweet' de Cigarettes After Sex y ella preguntó por qué esa canción.
—¿Qué le dijiste?—cuestiona con bastante interés.
—Esa noche ella estaba bastante estresada, así que utilicé de excusa que la canción era relajante—comenté.
Ella no dice nada, ni tampoco me mira a mí, su mirada es fija hacia el atardecer.
—¿Y cuál fue la razón verdadera?
Recordé por un momento, y fácilmente respondí su duda.
—Cuando ella se fue a Londres hace dos años, era una de las tantas canciones que escuchaba para sentir que estaba conmigo, era como recordarme que estaba dispuesto a todo por ella, incluso a romper mi propio corazón—explico detalladamente.
Creo que trata de interpretar lo que digo, porque no responde por más que la miro, y dejo de hacerlo para seguir viendo el atardecer.
—¿Crees que en otro contexto pudieron haber funcionado?—cuestiona.
—Quizás pudimos durar más tiempo juntos, pero realmente ninguno estaba listo para el otro. Sólo fuimos un aprendizaje sobre qué cosas no hacer o aceptar en cualquier relación... O al menos fue lo que yo aprendí—respondo.
—Sabes, Rodrigo, recuerdo que cuando te conocí me cautivó como aún teniendo una mirada cansada e incluso, bastante deprimente, mantenías también esas ganas de seguir viviendo. De alguna manera, admiro que estés aquí conmigo, contándome esto y dejándome ser parte de tu vida ahora; pero sobre todas las cosas, viviendo un segundo más.
No respondo, pero le doy un abrazo, y empiezo a recordar estos últimos dos años.
Es extraño recordar que antes de conocer a Isabella, creía que mi primer amor, o bien sería el amor de mi vida, o tendría al menos un buen recuerdo de este mismo. De hecho creo que todas las personas tienen un buen recuerdo de su primer amor menos yo.
Isabella fue el amor idealizado de mi adolescencia, fue una pieza que encajó de manera perfecta, pero no era mi media naranja, era una pieza de un rompecabezas gigante, rompecabezas que aún a día de hoy no está completo pero que logré empezar a armar a partir de que ella se fue.
Es imposible negar que la amaba, realmente la amaba, pero no era el amor que merecía. Ella me hacía tocar el cielo con la yema de los dedos, me hacía sentir amado... Pero no mantienes una relación sólo con eso.
—¿Habrías rechazado la primera cita con ella sabiendo todo lo que conllevaría después?
Ella fue una consecuencia, una que, además de haber sido gigantesca, sigo pagando a día de hoy, pero la verdad es que no la considero un error.
—No, supongo que gracias a esa noche y lo que vino después hoy soy todo lo que soy.
Ella sonríe, sin preguntar más, y decidimos ir a una de mis actividades favoritas; tomar café y comer galletas.
Se me hace inevitable no pensar en Isabella cada vez que voy a la misma cafetería de siempre, supongo que hay cosas de ella que se quedarán conmigo aunque pasen los años.
Sin embargo, estoy bien.
Este es mi final feliz, es todo lo que quería; estar en paz.
Al final, no hay dolor que sea eterno, siempre hallaremos una manera de estar bien.
Casi de forma inevitable, siempre estaremos bien.
ESTÁS LEYENDO
La Única Excepción
Novela JuvenilCumpliendo con el mismo papel de los clichés románticos que me gusta leer, apenas la ví sentí un ansía por querer conocerla, aunque eso provocara un desastre a mi alrededor. Ella tenía el poder de destruirme en cualquier momento, sin embargo, prefir...