Vivir a medias, no es vivir - Adela

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Adela Valero. 2022

El ruido de la ciudad se colaba por las ventanas de mi pequeño piso, pero apenas lo notaba. Mis ojos seguían fijos en las páginas envejecidas del diario de mi abuela Marta. Leer aquel viejo diario era una de las pocas cosas que lograban calmarme cuando me sentía así, perdida y confusa. Me reconfortaba leer cómo había sorteado diferentes obstáculos y baches para aceptarse y aceptar el amor que sentía por mi abuela Fina. Un amor que en aquella época se consideraba un delito y, aun así, lucharon contra todo para no dejarse vencer. Para estar la una en la vida de la otra. Si me preguntaban, ellas eran mi ejemplo de lo que significaba "amor", y solo le pedía a la vida encontrar a alguien que me mirara como ellas lo hacían.

De hecho, creí haberlo encontrado. Pero tras dos años de relación a escondidas, con miedos y reproches que solo empañaban los buenos momentos vividos, empezaba a pensar que me había equivocado. ¿De verdad me merecía la pena vivir una vida a medias? Por más que intentaba comprender a Catalina, no podía hacerlo. ¿A qué tanto le temía en pleno siglo XXI? ¿Cómo podía ser tan cobarde y negar algo tan evidente solo por miedo a lo que dijeran los demás?

Desde que discutí con Catalina, una angustia constante me acompañaba y, aunque sabía que debía enfrentarla, había algo reconfortante en leer las palabras de Marta. Era como si su vida, tan lejana y complicada, me ayudara a poner la mía en perspectiva.

Pasé los dedos por las líneas desgastadas, casi escuchando su voz mientras contaba uno de los momentos que parecían de los más dulces de su vida: cuando su padre pareció medio aceptar su homosexualidad y la relación con mi abuela, nombrandola directora de la empresa de su familia. Empresa que desconozco, porque a mi abuela Marta le cuesta un poco hablar de todo lo relacionado con su familia "de sangre".

 Empresa que desconozco, porque a mi abuela Marta le cuesta un poco hablar de todo lo relacionado con su familia "de sangre"

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22 de julio de 1958

El día de ayer fue uno de los días más confusos que he vivido y, quizás, de los más agridulces. No sé hasta que punto me siento así de aturdida, si por la aún reciente muerte de mi marido, Jaime, o por el constante quebradero de cabeza que es aquello a lo que llamo "familia". Aún tengo la conversación de ayer con padre taladrándome en las sienes, seguida de aquella conversación mi hermano, Jesús. Bueno... si es que a aquello puede llamársele "conversar", creo que mi hermano mayor no sabe lo que significa esa palabra.

Mi padre me llamó a su despacho, me invitó a sentarme, para luego mirándome con esa sonrisa que lejos de sentirse cálida y arrolladora, transmitía una frialdad estratégica, como si yo fuera otra de las piezas en su tablero de ajedrez. No pude disimular la notoriedad de mi asombro y sorpresa cuando me transmitió que pretendía destituir a Jesús como director de la empresa, no obstante sí lo fue cuando me ofreció que fuese yo la indicada para tomar posesión de ese cargo. Mentiría si dijese que no me sentí abrazada por una sensación de reconocimiento y orgullo, pero también si no admitiera que esa sensación se sintió empañada por la realidad. Aquello no era un reconocimiento real, simplemente era su forma de "recriminar" y "castigar" a mi hermano.

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⏰ Última actualización: Sep 26 ⏰

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