Los Ojos del Bosque

127 2 0
                                    

Isabel, una mujer atormentada por la reciente pérdida de su hermana, decide pasar un tiempo en una cabaña aislada en el bosque para alejarse de la ciudad y su dolor. Sin embargo, pronto comienza a notar que no está sola. Algo en el bosque la observa, siempre desde la distancia, y cuanto más se adentra en sus pensamientos, más cerca siente esa presencia. A medida que los días pasan, la línea entre la realidad y su mente rota comienza a desdibujarse, y lo que la sigue no es solo un juego de su imaginación.

La historia comienza con Isabel sentada frente a la ventana de la cabaña. Era su primer día sola en ese lugar, un rincón en medio de un bosque que parecía no haber sido tocado por el tiempo. Los árboles se erguían como gigantes silenciosos, y el viento silbaba a través de las ramas, haciendo que las hojas susurraran entre sí como si compartieran secretos antiguos.

Había decidido alejarse de todo para tratar de superar la pérdida de su hermana, Laura. Todo le recordaba a ella: su apartamento en la ciudad, el sonido del teléfono que ya no sonaba, los amigos que hablaban con palabras de consuelo vacías. La cabaña parecía un lugar perfecto para escapar, un refugio en medio de la nada, sin internet ni señal de teléfono. Solo paz, soledad y tiempo.

Pero esa primera noche, mientras Isabel miraba las sombras de los árboles proyectándose contra las paredes de la cabaña, comenzó a sentirse observada. No había nadie cerca; los vecinos más cercanos estaban a kilómetros de distancia. Aun así, algo en el bosque la inquietaba. Sentía una presencia constante, como si hubiera ojos ocultos tras el follaje, siempre vigilándola, pero nunca mostrándose.

Al día siguiente, decidió explorar el área. El bosque era inmenso, y su cabaña estaba en el centro de todo. Mientras caminaba entre los árboles, no podía deshacerse de esa sensación de que algo estaba cerca, acechando. Cada vez que se giraba para comprobar, solo encontraba el mismo paisaje: árboles altos, maleza y silencio.

De regreso a la cabaña, encontró algo extraño en la puerta principal: un símbolo tallado en la madera, un círculo con líneas entrecruzadas en su interior. Isabel no recordaba haberlo visto antes, pero se convenció de que quizá había estado allí todo el tiempo y simplemente no lo había notado. Tratando de no darle más importancia, entró y cerró la puerta con llave.

Las noches en la cabaña se volvían cada vez más inquietantes. El viento soplaba con más fuerza, haciendo que las ramas golpearan las ventanas como dedos que intentaban entrar. Los susurros en el bosque parecían haberse multiplicado, más cercanos, más claros. Isabel no podía dormir bien, y cada mañana se despertaba con la sensación de que había algo diferente, algo que había cambiado mientras ella dormía.

Una madrugada, después de no poder conciliar el sueño, decidió salir y encender una fogata para calmar su mente. El fuego parpadeaba débilmente, proyectando sombras largas y sinuosas en el suelo. Estaba sentada en silencio, mirando el fuego cuando escuchó un crujido. No era el viento ni el sonido de las ramas, era algo más pesado, como si algo estuviera caminando justo fuera del alcance de la luz.

Se levantó lentamente, su corazón latiendo con fuerza. Escuchó otro crujido. Esta vez más cerca. La sensación de ser observada se intensificó, como si los ojos en el bosque hubieran decidido finalmente acercarse. Isabel, intentando mantener la calma, se giró hacia el sonido, pero no vio nada. El fuego proyectaba sombras juguetonas sobre los árboles, haciendo que todo se moviera de manera inquietante.

Regresó rápidamente a la cabaña, cerrando la puerta tras de sí con fuerza. Ya no se sentía segura afuera, pero tampoco adentro. El símbolo en la puerta ahora parecía más profundo, más nítido, como si alguien lo hubiera reforzado mientras ella no miraba.

Esa noche, el sueño fue perturbador. Soñó con Laura, su hermana, caminando por el bosque. Llevaba la misma ropa con la que había sido enterrada, y su rostro estaba cubierto por sombras. Isabel la llamaba, pero Laura no respondía. En el sueño, Laura parecía guiada por algo, algo que no podía ver, pero que sabía que estaba ahí.

Cuando Isabel despertó, todavía con la imagen de su hermana en la mente, decidió que debía investigar. Ese bosque tenía algo oscuro, algo que se sentía antiguo y peligroso. Salió de la cabaña y comenzó a caminar, guiada por una corazonada que no podía ignorar. Se adentró más y más en el bosque, siguiendo lo que parecía ser un sendero oculto entre los árboles.

Después de horas de caminata, llegó a un claro. En el centro del claro había un círculo de piedras, rodeado por árboles cuyas ramas se entrelazaban en lo alto, creando una especie de cúpula natural. Todo el lugar emanaba una energía extraña, como si el tiempo allí no se moviera al mismo ritmo.

Al acercarse al círculo de piedras, Isabel encontró lo que parecía ser un diario antiguo, tirado entre las rocas. Lo abrió con cuidado, y en su interior había dibujos de símbolos, incluyendo el que había visto tallado en la puerta de su cabaña. El texto estaba escrito en una lengua que no comprendía, pero las imágenes contaban una historia de sacrificios y rituales antiguos.

De repente, un sonido en los árboles la hizo girarse de golpe. Allí, en el borde del claro, vio algo. Eran los ojos. No había duda. Eran los mismos ojos que había sentido sobre ella desde su llegada. Pero esta vez no estaban ocultos. Estaban fijos en ella, brillando en la oscuridad del bosque, observando cada uno de sus movimientos.

Isabel retrocedió, sintiendo cómo la presencia en el bosque se volvía más densa, más palpable. El aire parecía volverse más pesado, y el claro que antes parecía tranquilo ahora tenía una atmósfera sofocante. Los ojos comenzaron a moverse, acercándose lentamente, hasta que pudo distinguir una forma entre las sombras: una figura alta, humanoide, pero que no parecía del todo humana.

La figura no hablaba, solo se movía con una lentitud escalofriante hacia ella. Isabel, sintiendo que su cuerpo se congelaba de miedo, dio un paso atrás, pero tropezó con una de las piedras del círculo y cayó al suelo. La figura se detuvo justo en el borde del círculo, como si no pudiera entrar, pero sus ojos seguían clavados en ella.

Isabel sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral. Sabía que había algo en ese lugar, algo que había estado allí mucho antes que ella. Las historias del bosque, los símbolos, los rituales... todo tenía sentido ahora. Pero no sabía cómo escapar. Mientras la figura la observaba desde las sombras, Isabel comprendió que el bosque no la dejaría ir tan fácilmente.

La única opción era enfrentar a lo que fuera que la acechaba.

Ecos En La Oscuridad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora