Capítulo 1

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Sergio.

Desde hace casi dos meses atrás, la vida viene dándome de patadas tras patadas.

Soy un hombre de 34 años, ya algo mayor para este tipo de cosas, se supone que todo esto debí pasarlo en mis 20s.

Perdí mi trabajo por culpa de un número, que ni tenía relación conmigo, pero claro, era el nuevo y alguien tenía que dar el pellejo; a raíz de eso mis padres se decepcionaron de mi por más que quise explicarles no quisieron escucharme y la única persona que me quedaba me dejó.
Mi amada novia me terminó porque se dio cuenta que no tendría futuro conmigo, casualmente se dio cuenta de esto después de que fui despedido.

Lo último que hubiese querido en estos momentos sería estar vivo, no tenía fuerza para nada, comer y estar todo el día en mi cama eran mi nueva vida.

Claro pero como la vida no se llena de darme pruebas absurdas de supervivencia; me trae esto.

Si creía que las cosas no podían ir peor, bueno.

Eran alrededor de las 2 de la tarde, no tengo idea; la puerta sonó demasiado fuerte y en otros casos hubiese dejado que se harten de tocar y se fueran, pero esta vez no fue así, algo en mi me hizo levantarme.

Me asomé por el pequeño orificio de la puerta y solo pude ver a un hombre muy elegante, parecía que había dos personas más pero no alcanzaba a verlas bien.

Corrí a enjuagarme la cara y la boca, me eche algo de agua en el cabello para verme lo más presentable posible y después volví a correr a la puerta.

— Diga.— respondi al abrir

— Muy buenas tardes señor Perez.— aquel hombre se pasó a mi departamento como si nada.— Pasen.— llamó a alguien

Dos niños.

— Soy George Russell, abogado de las madres de estos niños.— acarició la cabeza de ellos

— Que bueno.— contesté sin entender.— Muy bonitos y todo pero ¿yo que tengo que ver?

— Oh, claro.— pareció captar algo.— Le explico la situación en la que se encuentra. Las madres de estos niños no pueden seguir con el cuidado de ellos, cuestiones legales.— hablaba muy formal.— Por ende usted es quien debe de cuidar de ellos

— ¿Yo?, ¿cómo por?

— Usted es el padre, debe de hacerse cargo, la ley lo dice si la madre no está en condiciones, es usted quien debe tenerlos.— sonrió amable

— ¿Padre?, no, no debe haber un error muy, muy, horriblemente grande, yo no tengo hijos, mi novia me dejo hace unos meses, no puede ser posible.— trate de que el abogado entrará en razón

Pero quien debía entrar en razón era yo.

El abogado pareció perder la paciencia y
de su bolsillo sacó un par de identificación y me las mostró.

Dos mujeres que marcaron mi vida, no tanto por lo que vivimos, sino por el fruto de ello.

— Carajo.— susurré

— Ahora entiende, ¿cierto?.— expresó ya más tranquilo.— Él es Patricio, es el mayor, tiene 9 años y es muy inquieto.— le dio un leve empujón al niño para que yo lo pudiera ver.— Y este de aquí es Yuki, 6 años y con problemitas con sus carácter

Pese a estar en negación mi corazón sentía una calidez indescriptible, algo que nunca había experimentado con ninguna de mis ex novias.

— Estaré monitoreandolo señor Perez, ya sabe que los niños estén bien y si es así, la custodia podría ser completamente suya...— hizo una pausa, como que recordó algo.— Claro si las madres solucionan su situación antes los niños volverían con ellas

Aquel hombre se despidió de los niños, ni siquiera me dejó hablar y menos preguntar.

— Estás son las cosas de los niños.— se asomó por la puerta y acercó un par de maletas.— Nos vemos después.— y cerró la puerta

Y ahora si estaba solo con aquellos niños.

Los tres nos mantuvimos quietos y observandonos, como si nos juzgaramos pero en silencio.

Como el adulto que soy, huí a mi habitación y me encerré ahí a llorar. ¿Qué se supone que haría ahora?

Uno más dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora