Capítulo 1

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La atmósfera en el Senado era palpable, un tenso tira y afloja donde las palabras eran armas afiladas y las miradas, balas silenciosas. Lilly Téllez, senadora por el Partido Acción Nacional, se sentaba en su escaño, observando con atención a sus colegas. El día de hoy no era un día cualquiera; se discutía un proyecto de ley que tenía el potencial de cambiar el rumbo de la política mexicana. Sin embargo, lo que realmente le preocupaba era la presencia de Gerardo Fernández Noroña, el controvertido presidente de la Cámara de Senadores.

Lilly siempre había considerado a Noroña una figura polarizante. Su estilo directo y sin filtros lo había convertido en un referente de la izquierda, pero también en objeto de críticas constantes. Ella, por otro lado, representaba una voz opuesta, un símbolo de la derecha moderada. Cada vez que cruzaban miradas en la sala, era como si la electricidad chisporroteara entre ellos, un juego de fuerzas que no podían ignorar.

A medida que el debate comenzaba, Lilly se preparó para lo que sabía sería un intercambio cargado. Noroña tomó la palabra primero, su voz resonando en el salón con una autoridad que pocos podían igualar.

-Señores senadores, el proyecto que discutimos hoy es crucial. No podemos permitir que la burocracia nos detenga en nuestra lucha por el bienestar del pueblo. -Sus ojos brillaban con intensidad mientras miraba a su alrededor, aunque, en el fondo, sabía que sus palabras estaban dirigidas a Lilly.

Ella se enderezó en su asiento, lista para responder.

-Con todo respeto, senador Noroña, su propuesta es una muestra más de cómo la ideología puede nublar el juicio. -Su tono era firme, y las palabras salieron de sus labios con la precisión de un cirujano. -Lo que necesitamos es un enfoque pragmático, no idealista. La gente necesita soluciones reales, no discursos vacíos.

El salón se llenó de murmullos. Lilly sabía que su comentario provocaría reacciones, pero estaba acostumbrada a ser el centro de atención, especialmente cuando se trataba de debatir con Noroña. Él se inclinó hacia adelante, desafiándola con la mirada.

-Disculpe, senadora, pero lo que usted llama "soluciones reales" a menudo se traduce en recortes y privatizaciones que solo benefician a unos pocos. -Su tono se tornó mordaz, buscando provocarla. -Quizá es hora de que se pregunte a quién realmente representa.

Lilly sintió cómo la ira comenzaba a burbujear en su interior. No podía permitir que lo que sentía interfiriera en su papel como política. Con un control admirable, respiró hondo y respondió.

-Represento a quienes confían en que la política puede ser una fuerza de cambio, no una máquina de retroceso. Y no necesito que me recuerde mis prioridades.

Noroña sonrió, una mueca que no alcanzó sus ojos.

-Oh, pero eso es precisamente lo que me fascina de usted, senadora Téllez. Su capacidad de enmascarar la realidad con frases grandilocuentes. -Su sarcasmo era evidente, y los murmullos en la sala se intensificaron.

Lilly sintió cómo la sangre le subía a la cabeza. Había algo en la forma en que Noroña la provocaba que la hacía querer darle un puñetazo y, al mismo tiempo, una parte de ella estaba intrigada por su seguridad.

La presidenta del Senado interrumpió, intentando calmar la creciente tensión.

-Senadores, por favor, enfoquémonos en el tema en cuestión. Volvamos a las propuestas y evitemos los ataques personales.

Pero Lilly y Noroña estaban lejos de ceder. A medida que el debate avanzaba, cada uno lanzaba dardos verbalmente cargados, la tensión aumentaba. La rivalidad entre ellos era evidente para todos en la sala, pero era solo un preámbulo de lo que vendría.

Al finalizar la sesión, Lilly salió del salón con una mezcla de frustración y adrenalina. El enfrentamiento con Noroña siempre la dejaba exhausta, pero había algo adictivo en la forma en que él la desafiaba. Tal vez era su seguridad, o su capacidad para hacerla sentir viva.

Mientras caminaba hacia su oficina, pensó en lo que había dicho. No podía dejar que la rivalidad con Noroña se volviera personal, pero era difícil ignorar la chispa que parecía encenderse entre ellos cada vez que sus caminos se cruzaban.

Su asistente, Mariana, la esperaba en la puerta de su oficina, con una carpeta llena de documentos en las manos.

-¿Cómo estuvo la sesión, senadora? -preguntó Mariana, notando la expresión de frustración en el rostro de Lilly.

-Como siempre, Noroña y yo en lados opuestos. Pero no puedo dejar de pensar que hay algo más en juego.

Mariana arqueó una ceja.

-¿Te refieres a la tensión? Se nota que hay una química, aunque sea rivalidad.

Lilly soltó una risa nerviosa.

-No, no, no. No es eso. Es solo política.

Pero, en el fondo, sabía que había algo más. La forma en que él la miraba, la forma en que sus palabras parecían bailar entre el ataque y la atracción. No podía ignorar que había un magnetismo entre ellos que iba más allá de la política.

Esa noche, mientras revisaba documentos en su casa, no podía dejar de pensar en la forma en que Noroña había desafiado su ideología y, sin embargo, había mostrado un respeto extraño en sus palabras. Había un juego en marcha, y ella estaba decidida a no ser la que perdiera.

Al día siguiente, el Senado se preparaba para otro debate, y la noticia de la confrontación entre Lilly y Noroña había comenzado a circular en redes sociales. Las opiniones estaban divididas, algunos apoyaban a Lilly y otros a Noroña, pero lo que todos podían ver era la intensidad de su rivalidad.

En el pasillo del Senado, mientras se preparaba para la sesión, Lilly se encontró con Noroña. Él estaba rodeado de un grupo de senadores que lo admiraban, pero sus ojos se encontraron y el mundo pareció desvanecerse por un momento.

-¿Lista para otro enfrentamiento? -preguntó Noroña, con una sonrisa desafiante.

-Siempre estoy lista, Noroña. Solo asegúrate de no perder el hilo en el debate. -Ella se permitió una sonrisa desafiante, disfrutando del momento.

-No te preocupes, senadora. Nunca subestimes a tu oponente. -Su tono era juguetón, pero había una seriedad subyacente que no podía ignorar.

Ambos se dirigieron a la sala, el aire entre ellos tenso y electrificado. A medida que tomaban sus asientos, Lilly se dio cuenta de que, aunque eran rivales, había algo que la atraía hacia él. La idea de que podía ser más que una simple rivalidad política la intrigaba, y no podía evitar preguntarse qué habría detrás de esa fachada.

El debate comenzó nuevamente, y con cada palabra, cada mirada, la tensión aumentaba. La línea entre el odio y la atracción se volvía más difusa. Lilly sabía que esto no era solo política; era un juego de seducción que se estaba desatando lentamente, y ella estaba decidida a jugarlo, sin importar las consecuencias.

La sesión terminó, pero la batalla apenas comenzaba.

Seducción en el Senado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora