Capítulo 13: El Eco del Dolor

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La noche había caído cuando decidí llevar las cajas a sus respectivas casas. Cada paso que daba estaba impregnado de una mezcla de adrenalina y satisfacción. Sabía que lo que dejaba atrás cambiaría sus vidas para siempre.

Primero, dejé la caja de Carlos en su puerta. La luz tenue del porche iluminaba la caja, pero no había nadie alrededor. Me aseguré de que estuviera bien visible antes de moverme hacia la casa de Luis. Allí, la oscuridad era más profunda, pero la emoción me impulsaba a seguir adelante. Finalmente, dejé la caja de Javier y su novia en su hogar, sintiendo una extraña euforia al pensar en cómo reaccionarían sus familias.

Al caer la mañana, me escondí en la sombra de los árboles cercanos, observando con atención. Las primeras luces del día comenzaron a iluminar el vecindario mientras los familiares abrían las puertas, cada uno con una expresión de curiosidad y confusión.

Cuando vieron las cajas, la extrañeza se convirtió rápidamente en horror. Recuerdo claramente el momento en que la mamá de Carlos fue la primero en abrir su caja. Gritó al ver el cuerpo destrozado de su hijo; su llanto resonó como un eco desgarrador en el aire.

Luis y Javier no tardaron en seguir. Las escenas eran similares: lágrimas, gritos y el sonido aterrador del dolor humano. Las cartas que dejé junto a cada cuerpo se convirtieron en un testimonio sombrío de sus traiciones.

Las familias, desoladas y confundidas, comenzaron a llamar a las autoridades. Sus voces se entrelazaban con los llantos, creando una sinfonía macabra que resonaba en mis oídos mientras me mantenía oculto entre las sombras.

Poco después, los vehículos policiales llegaron al lugar. Los oficiales comenzaron a investigar, pero lo que encontraron fue solo caos y confusión. No había pistas; los cuerpos estaban destrozados, pero no había rastro del asesino. La escena era perfecta para mí.

Mientras todo esto sucedía, regresé a la  mansión donde me ocultaba. Desde la oscuridad de mi refugio, encendí la televisión y escuché cómo los noticieros comenzaban a informar sobre un asesino suelto. Las palabras "impecable" y "sin rastro" resonaban en mi mente como una melodía triunfal.

"Un asesino astuto ha dejado cuatro cuerpos sin vida y ha logrado evadir a las autoridades," decía un reportero con voz grave. Las imágenes de los familiares llorando aparecían en pantalla, llenando mi corazón de una satisfacción oscura.

Sonreí mientras veía cómo la gente hablaba sobre las torturas sufridas por Carlos, Luis, Javier y su novia. Cada lágrima derramada era un testimonio del poder que ahora tenía sobre ellos; cada palabra que escuchaba alimentaba mi ego y mi sed de venganza.

En ese momento, comprendí que había cruzado una línea irreversible. Pero ya no había vuelta atrás; el juego apenas comenzaba y yo estaba listo para disfrutar cada segundo.

Sombra Entre SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora