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                                        † Por cada vez que intenté o tente contra mi vida; hoy soy más fuerte.

                                       -Estúpidas decisiones; 18 años.

“Los límites que dividen la vida de la muerte son, en el mejor de los casos, sombríos y vagos. ¿Quién dirá dónde termina uno y dónde comienza el otro?”

    -Edgar Allan Poe.

Han pasado dos meces.

Dos meces desde la última vez que lo vi. Y debo ser sincera; a veces lo busco entre la multitud, en el autobús, claro. Pero mi búsqueda es fallida al darme cuenta que no va ahí, en alguna esquina.

Aún recuerdo ese día de la semana que ha pasado cuando acostada en mi cama y mirando a la nada dije:

—¡Extraño verlo!

Pero, ¿Cómo puedes extrañar a una persona con la cuál nunca en tu vida has interactuado?

Ni yo misma lo sé, créeme. A este punto he llegado a creer que, probablemente era sólo un ángel que bajo del cielo porque le di mucha lastima y, quería ayudarme con su presencia para que el estrés fuera menos.

Aunque si ese es el caso, vaya que lo logró. O solo era un demonio que se apiado de mi alma.

«¡Un lindo demonio me apetecería!»

¡Ja! Y, ¿a quién no, conciencia? Pero, quizás, sólo era mi imaginación, debo estarme volviendo loca.

El estrés ha disminuido y voy mejorando cada día, eso es bueno.

La música como siempre es una gran ayuda. He empezado a escuchar una nueva banda, ellos son mis queridísimos why dont we, es una gran banda. La empecé a escuchar gracias a un amigo, él amaba mucho esta boyband, al cabo de oírla yo también me di cuenta del porqué.

Hasta el momento puedo decir que mi favorita es; Big plans, aunque Trust fund baby no se queda atrás.

Pero lo de hoy ha sido como una bonita canción de Coldplay, una como Yellow.

Por alguna extraña razón hoy me siento bien, no feliz ni alegre, sólo me siento bien conmigo misma, estoy en paz y justo ahora no me atormenta nada.

Ayer me sentí terrible quise morir, hace unas semanas atrás volví a llorar hasta quedarme dormida, un mes atrás pause mi vida por un momento y todo era blanco y negro; tomé una decisión, a lo mejor una muy desquiciada.

Caminé hasta mi mesa de noche, cogí eso que acabaría con mi dolor y lo ingerí, escribí una carta antes de que todo fuera peor, recosté mi cabeza en la almohada que me ha acompañado en los últimos años, lloré por todo y por nada; me pregunte qué si esa noche moría al día siguiente alguien notaria mi ausencia.

La visión la comenzaba a sentir pesada y la respiración agitada, asumí que a lo mejor y mi fin había llegado. Me pregunte qué si llegaba a morir iría al cielo o al infierno, si sería castigada, o qué si no moría la vida seguiría marchando igual de pésima y aburrida como también estresante.

¿Saben qué descubrí?

¡NADA!

No descubrí nada. Sólo era yo arrepintiéndome de mis propias estúpidas decisiones. Sólo era mi alma agonizando en vida aún. Sólo era mi pequeña Kelly sufriendo por mi Kelly de dieciocho años.

Luego solo ví oscuridad y supongo que cerré mis ojos.  Pero cuando los abrí, los rayos del sol atravesaron mi ventana, viví un día más y sobreviví a mi propio atentado.

No sabía si sentir felicidad por estar viva aún, o sentir dolor por seguir en este mundo.

No era la primera vez que hacia una estupidez como esta, la primera vez que intenté suicidarme tenía catorce años. No habia nadie en casa al regresar de la escuela, y yo no estaba bien, eso lo sabía perfectamente. Fue entonces que pasaron muchos pensamientos por mi cabeza... E intenté acabar con todo.

Sin embargo no pasó más que desmayarme por unas cuantas horas. Cuando mamá llegó supuso que estaba durmiendo como ya era costumbre al volver de estudiar, dormir un rato.

Nunca nadie lo supo, nunca lo quise admitir en voz alta, no se lo comenté a nadie, no quería que nadie tuviera lastima por mi. No fue así hasta que en medio de un llanto se lo confesé aquella tarde a mi hermana, Merry.

Tenía dieciséis años, y recuerdo que ese no fue en su totalidad mi gran año, tuve muchos problemas y disputas con mamá, me esforzaba en la escuela para que ella notará que había cambiado para bien, que llevaba buenas calificaciones, pero eso no pasó. Nunca me dijo un:

—¡Estoy orgullosa de tí!

Y a estas alturas ya no lo esperaba.

De mis pequeños logros, de mis grandes esfuerzos, me los podía decir yo sola.

Pensar en ello, me ponía nostálgica.

Me llamaba estúpida por atentar contra mi vida, aunque muy en el fondo fuera una cobarde que no quería morir porque soñaba con viajar por el mundo, conocer nuevas personas, enamorarme de verdad, estar con mis amigas en un crucero o en una pijamada, anhelaba vivir una vida sana y tranquila, pero sobre todo, en paz, no solo con los demás, sino conmigo misma.

Me di una bofetada mental y continué con mi vida.

Por eso hoy me siento amarillo.

Hoy me siento como Yellow de Coldplay.

¡FINAL!




N/A: Hola, aquí Nick.

Así es hijos del caos, es el último capítulo.

Pero...


ESPEREN EL EPÍLOGO.

El chico del autobúsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora