— ¿Estas lista? - toca la puerta.
— Si, dame un minuto - termina de cerrar la maleta.
— Te espero abajo.
— No, no es necesario - abre la puerta - ya estoy.
— Déjame te ayudo con eso - toma la maleta - abajo tenemos el taxi esperando.
— Bueno, no esperemos tanto - cierra y acomoda su bolso - ya es hora.
Bajaron con las maletas y las subieron al taxi con ayuda del conductor, luego entraron ellos y finalmente emprendieron el camino al aeropuerto, les tomaría menos tiempo viajar por ahí así que lo prefirieron. Una vez más el destino se estaba encargando de acomodar todo, pero Marisa no sabía a lo que de ahora en adelante se iba a enfrentar.
El avión aterrizó horas después en la ciudad de México, montaron los carros que los esperaban y luego de un rato en ellos, llegaron al hotel donde se hospedarían.
— Esta es la llave de tu habitación y la mía es la que está contigua a la tuya.
— Gracias - toma las llaves - ¿Vamos a hacer algo importante hoy?.
— No, bueno... Podríamos ir a recorrer la ciudad si quieres, no tenemos obligaciones por hoy.
— Me encantaría - sonríe - solo me pongo algo más cómodo para salir y ¿Vamos?.
— Como tú desees, pequeña.
Le regaló una sonrisa y bajaron del elevador, caminaron hasta sus puertas y entraron en las habitaciones, Marisa se tomó su tiempo para ponerse cómoda y luego fue a llamar a Daniel a su puerta.
— Lista - le dice cuando él abre la puerta.
— Entonces no esperemos más, yo también estoy listo.
Ambos bajaron al parking y ahí tomaron un auto que Daniel había rentado para su estancia en la ciudad, estuvieron mucho rato paseando hasta que llegaron a un parque, uno muy bonito con una fuente hermosa en el medio, se acercaron a observarla y notaron el resplandor de las monedas en el fondo, ahí se dieron cuenta que no era un fuente común.
— ¿Crees en estás cosas?¿Es de verdad? - se burla.
— No cuestiones mis creencias - le muestra las dos monedas en su palma - anda toma una y pide un deseo mientras la avientas.
— Daniel, no voy a hacer eso - ríe - ¿Qué quieres que pida?.
— No sé, pide lo que sea.
— Bien... Voy a pedir que...
— Shh, shh - la calla - es en tu mente, nadie puede saber lo que pides.
Rueda los ojos y luego lanza la moneda, Daniel suelta una risita y la imita lanzando su moneda después.
— ¿Y ahora?¿Qué se supone que ocurre?.
— Pues... Obvio tienes que esperar a que se cumpla tu deseo.
— ¿Y si no pedí nada?.
— Es que lo pediste pero no te diste cuenta - sonríe.
— ¿Ya te había dicho que eres raro?.
— Siempre que toco estos temas me lo dices - asiente.
— Bien, te lo vuelvo a decir... Eres raro - ambos ríen.
Siguieron caminando por el lugar hasta que a ambos se les antojó comer helado.
— Busca en tu teléfono alguna heladería cerca.
— A ver - le hace caso - me dice que... Hay una cerca, al parecer es italiana.
— Vamos entonces, ¿Leíste las reseñas?.
— Si - asiente - todos hablan bien del lugar.
Como estaban cerca les resultó ir caminando hasta él, luego de unos diez minutos estaban fuera de la heladería "Gelatos", ¿Casualidad o destino?. Marisa se quedó observando el lugar como si ya antes estuvo ahí, solo que no le dió importancia y entraron, eligieron sus helados y fueron a pagar.
— ¿Marcia? - tocan su hombro.
— Ehh - se gira confundida - lo siento, se está confundiendo.
— Ah, disculpe... Es que usted se parece mucho - le regala una sonrisa - con permiso.
— Tenga un buen día, no se preocupe.
La chica del lugar se aleja y ella aún confundida se le queda viendo hasta que desaparece por una puerta, toma la servilleta y luego va a sentarse a la mesa con Daniel.
— ¿Por qué traes esa cara? - come helado.
— Me pasó algo extraño - ríe - solo eso.
— ¿y qué fué eso?.
— Una chica del local me confundió con otra mujer, pero equis, sigamos comiendo helado.
— ¿Y no te pareció conocida?.
— No - niega - no había visto su rostro antes, o eso creo - vuelve a reír tomando una porción de helado.
Daniel no dejó eso por alto, la insistencia de volver a méxico no fue por el evento de la empresa de Esteban Lombardo, su insistencia se debía a que sabía que Marcia recordaría su pasado estando en lugares que tal vez ya había frecuentado antes, sabemos que ella perdió su memoria y olvido muchas cosas, pero aún en su subconsciente ella guardaba parte de su vida anterior, ella bloqueó muchos recuerdos pero al dormir, varias veces tuvo pesadillas o sueños que daban indicios de su pasado, una noche que se quedó dormida en la sala, Daniel la escuchó balbuceando y de ahí sacó el dato de la heladería donde justo estaban.
Si bien ella decía que no quería recordar, Daniel sabía que eso no era verdad pero tampoco quería forzarla, así que era mejor hacerle creer que la visita a méxico se trataba de trabajo, si no la obligaba a recordar y dejaba que todo fluyera, tal vez así ella lograría recordar poco a poco.
— Quiero llevar más de este - se acaba el helado.
— Está bien, ahora que nos vayamos compramos uno más grande y lo llevamos - sonríe acabando también su helado.
Una vez acabaron se quedaron sentados un rato más y luego se levantaron para irse, no sin antes pasar por el kilo de helado que quería Marisa.
— Adelantate a traer el carro - le pide - la fila está muy larga, así no nos atrasamos tanto.
— Está bien, voy por el auto.
Daniel fue por el auto y ella se quedó comprando el helado. Rato después cuando fue su turno, pidió el helado, pagó y caminó hasta la puerta mientras revisaba en su teléfono el mensaje de Daniel avisando que ya estaba fuera, elevo la vista para evitar el obstáculo que miró de reojo pero fue en vano pues cuando quiso esquivar ya se había estampado contra el pecho de alguien.
[...]
— ¿Quién quiere un helado? - hace reír a la bebé - ¿Tú?¿Quieres un helado?.
— Lado - sonríe aplaudiendo la pequeña de casi dos años.
— Iré por su helado - gira a ver a Marina - cuídala mientras vuelvo.
— ¿Te vas a ir otra vez?.
— Solo voy por su helado, cuidala y no la dejes llorar.
— No la dejo llorar, solo es que conmigo no le gusta estar.
— Porque no sabes contentarla... Pídele ayuda a mis hermanas en lo que vuelvo.
— Bien.
Hace dos años que Esteban había contraído matrimonio con Maria, relación de la cual nació la pequeña Andrea, la única que hacía que el moreno se ablandara, su relación con la ojiazul no era muy buena pero intentaba que se mantuviera estable. Luego de manejar unos veinte minutos llegó a su lugar favorito para comer helado, exactamente a la heladería que frecuentaba con Marcia, iba caminando distraído hablando con alguien por llamada cuando sintió a la mujer estampándose con él.
— Disculpame - retrocede y lo ve a los ojos - fue sin querer, es que venía distraída en el tel...
— ¿Marcia?.
***