Era sábado y Elizabeth despertó tarde, con los rayos del sol colándose a través de las cortinas de su habitación desordenada. El ruido de la ciudad la rodeaba, pero en su pequeño mundo, el caos era lo normal. Se estiró y giró en la cama, sintiendo la pesadez de la noche anterior. Aún le dolían los músculos de haberse desahogado en un bar con sus amigos, una manera de escapar, aunque temporalmente, de la realidad.
Al levantarse, su mirada se detuvo en el espejo. Con el maquillaje corrido y el cabello desordenado, Elizabeth se sintió como siempre: fuerte, pero vacía. Esa imagen de Walter en el parque, rodeado de esos gatitos, le volvió a la mente.
Elizabeth:
—"¿Por qué sigue apareciendo en mi cabeza? No debería importarme. Es solo un estúpido."—Penso con desden—Se duchó rápidamente, tratando de ahuyentar esos pensamientos. Al salir, decidió que no tenía planes y que debía hacer algo. Su mente, llena de frustraciones, la llevó a la idea de salir a caminar por la ciudad. Tal vez encontraría algo que la distraiga.
Mientras caminaba por las calles, Elizabeth notaba cómo los jóvenes disfrutaban del fin de semana. Risas, música, el ambiente era vibrante, pero para ella, era como si estuviera viendo una película desde la distancia. Su propio mundo estaba en blanco y negro.
Se detuvo frente a una tienda de mascotas, sintiendo una punzada de curiosidad. Había un par de gatos en exhibición, jugando con unos juguetes. Recordó la visión de Walter rodeado de los tres pequeños felinos y sintió una mezcla de irritación y algo más que no podía identificar.
Elizabeth:
—No tengo tiempo para esto. No necesito esos estúpidos gatos en mi vida.—Hablo para si misma—Pero aún así, no pudo evitar entrar a la tienda. Se acercó a la jaula, mirando a los gatos con desdén, pero una pequeña bola de pelos negros con ojos brillantes la miraba fijamente, como si supiera que estaba luchando con algo dentro de ella.
Vendedora:
—¿Te gustaría acariciarlo? Es muy juguetón.Elizabeth frunció el ceño, sintiéndose incómoda. No quería demostrar debilidad, pero la imagen de Walter la atormentaba, recordándole lo amable y tierno que era, algo que ella había despreciado en el parque.
Elizabeth:
—No, gracias. No tengo tiempo para juegos de gatos.—Forzo una sonrisa burlona—Salió de la tienda con una sensación de frustración acumulada. Era como si el mundo estuviera burlándose de ella, recordándole su propia lucha interna.
Más tarde, mientras paseaba sin rumbo, sus pasos la llevaron hacia el parque donde había visto a Walter por primera vez con los gatitos. Decidió entrar, aún sintiendo esa mezcla de curiosidad y molestia. Era un lugar lleno de vida, pero también de recuerdos que preferiría olvidar.
Al sentarse en un banco, observó a las personas alrededor: niños jugando, parejas disfrutando del sol, familias riendo. Se sintió sola en medio de la multitud, como si estuviera atrapada en una burbuja.
De repente, un grupo de adolescentes se acercó y uno de ellos, un chico que siempre la había mirado con interés, le habló.
Chico:
—Hey, Elizabeth. ¿Te gustaría unirte a nosotros? Vamos a jugar un poco de fútbol.Elizabeth:
—¿Tú crees que me importa un juego de niños? Estoy bien aquí.—dijo mirándolo con desden—El chico frunció el ceño, pero Elizabeth no le prestó más atención. Miró a su alrededor y, sin querer, su mente volvió a Walter. La forma en que se preocupaba por los animales, su risa, la bondad que parecía fluir de él. Esa imagen la molestaba.
Elizabeth:
—"¡Maldita sea! ¿Por qué no puedo dejar de pensar en él? No necesito su bondad."—penso con rabia interna—En un momento de frustración, se levantó del banco y decidió marcharse del parque. Mientras caminaba hacia la salida, el sonido de risas de un grupo de niños la alcanzó, recordándole lo distante que se sentía de ellos, y de todos.
Esa noche, al regresar a casa, Elizabeth se sentó en el borde de su cama. La habitación, llena de sombras y desorden, parecía reflejar su propia confusión. No podía ignorar esa voz interior que cuestionaba su propia actitud hacia Walter.
Elizabeth:
—No tengo que ser amable. No necesito ser como él. La bondad es para los débiles.—Hablo en voz baja—Sin embargo, a medida que decía esas palabras, una parte de ella quería creer que estaba equivocada. Esa imagen de Walter, sonriendo mientras cuidaba a los gatos, seguía acechando sus pensamientos. Se sentía dividida entre su orgullo y la curiosidad que sentía hacia él.
Elizabeth:
—Solo es un chico. Solo es un chico.—Susurro con frustracion—Cansada de esa lucha, se dejó caer en la cama, tapándose la cabeza con la almohada. El día había sido una mezcla de emociones, y mientras cerraba los ojos, no podía evitar pensar que, aunque lo negaba, algo en su interior la empujaba a acercarse a Walter, a entenderlo.
En un día que debería ser despreocupado y libre, Elizabeth se encontró atrapada en un conflicto interno. La imagen de Walter y su bondad seguía desafiando su visión del mundo, dejando en ella un vacío que no podía ignorar.
Así, mientras la noche caía y las sombras se alargaban en su habitación, Elizabeth se preguntó si alguna vez podría dejar de lado su fachada dura y encontrar una conexión más profunda, no solo con Walter, sino con su propio ser.
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Entre sombras y cicatrices
De TodoWalter es un joven de 19 años que, a pesar de su trágico pasado, mantiene una sonrisa brillante y una actitud optimista. Vive solo en una pequeña casa heredada tras un misterioso accidente que le arrebató a su familia. Con una vida tranquila y sin e...