El ojo de la tormenta.

Los seres humanos somos de actitud frágil e impulsivos ante ocasiones irritantes y agobiantes, tanto que esa arremetida puede ser manifestada ante el aleteo de una mariposa, algo muy cruel la verdad. Me concidero un ser impulsivo, yo trataba de calmarla con promesas vacías, simples palabras para hacerla sentir bien en esas tristes circunstancias donde sufría, consiguiendo su apaciguo, logré ser la caña de una flor de lantana, un lugar grato para ella, posteriormente la falta hacia las promesas afamadas creaban un tornado que arrastraba a la mariposa colisionandola contra el suelo, puede ser una de las razones por la cuál la mariposa haya cogido vuelo al campo, tal vez halle un ser cuyo revolotear no le moleste en uno de esos momentos de fragilidad que se le presente, o que tengan estimación el vocablo de sus promiciones.

Muchos actos pudieron tener peso en el andar de la mariposa, pero la razón exacta no se me es manifestada en los recuerdos, ni tan siquiera en un vago sueño de perspicacia donde eso a lo que llaman destino sea tan pródigo para hacerse concurrente y relatarlo en forma de murmullo, aunque descifrarlo no cambiará la ida de la mariposa hacia ese enorme sendero, no es algo reversible. Lo concreto es el tornado concebido por esas promesas falsas y yo el mismo que fue engullido hacia su centro, "el ojo de la tormenta", pues la sensación de ser superficial me aturde, como el zumbido de las abejas después de oscilar bruscamente su favo, me siento culpable por mi insinceridad, y si lo soy por lanzar esos versos hermosos, más no nacidos de corazón, solo susodichos porque ella quería escucharlo venir de mí.

Este desastre natural me hizo cambiar, no sería capaz de lanzar promesas otra vez con el abejorreo  constante de no serle fiel a ellas, por eso lo único que puedo hacer es ofrecer un intento, un trataré, pero jamás palabras que comprometan mis acciones.

Momento cliché: no hagas promesas que no puedes o sabes que no vas a cumplir.