El sábado amaneció con un clima perfecto, un cielo despejado que invitaba a salir. Walter despertó temprano, con los gatitos ronroneando a su alrededor. Mientras se desperezaba, se dio cuenta de que hoy sería el primer día en mucho tiempo en el que él y Elizabeth intentaban ser simplemente amigos. La idea lo ponía nervioso, pero también emocionado. No sabía cómo iba a resultar todo, pero estaba dispuesto a intentarlo.
Después de alimentar a los gatitos y ordenar un poco su casa, Walter recibió un mensaje de Elizabeth. Era breve y directo, como siempre.
Elizabeth (mensaje de texto):
—Nos vemos en el parque a las 10. No llegues tarde.Walter sonrió mientras leía el mensaje. Aunque Elizabeth mantenía su actitud dura, había algo en la forma en que lo decía que le hacía pensar que ella también estaba nerviosa. Se alistó rápidamente y salió rumbo al parque, sintiendo una mezcla de ansiedad y expectativa.
Cuando llegó, Elizabeth ya estaba allí, vestida con su usual estilo gótico: ropa oscura, botas altas y su característico delineador negro. A pesar de su apariencia intimidante, Walter notó algo distinto en sus ojos, como si estuviera intentando mantener el control de algo que no quería mostrar.
Elizabeth:
—Llegaste a tiempo. Supongo que eso es un punto a tu favor.—Dijo mientras lo miraba acercarse—Walter:
—Bueno, no quería hacerte esperar.—Dijo sonriendo tímidamente—Ambos comenzaron a caminar por el parque en silencio, la tensión flotando en el aire. Aunque querían conocerse mejor, había una barrera invisible entre ellos, como si ambos temieran mostrarse demasiado.
Elizabeth:
—¿Qué haces los fines de semana normalmente? No pareces del tipo que sale mucho.—Comento rompiendo el hielo—Walter:
—No mucho, la verdad. Me gusta leer, cuidar a los gatitos… Supongo que soy más tranquilo.Elizabeth:
—Eso ya lo sabía. No pareces del tipo que se mete en problemas. Aunque me sorprende que sigas soportando lo que te hago.Walter sintió un leve escalofrío ante ese comentario. Elizabeth estaba siendo honesta, pero no de la forma cruel a la que estaba acostumbrado. Había una especie de reconocimiento en sus palabras, como si ella misma estuviera tratando de entender por qué él seguía a su lado.
Walter:
—No todo lo que haces me molesta.Elizabeth lo miró de reojo, sorprendida por su respuesta. Antes de que pudiera responder, Walter cambió el tema, señalando un café cercano.
Walter:
—¿Te parece si tomamos algo? Puedo invitar esta vez.Elizabeth asintió, y ambos se dirigieron hacia el café. El ambiente se relajó un poco mientras se sentaban en una mesa junto a la ventana. Elizabeth, siempre vigilante, observaba a las personas a su alrededor, y Walter no pudo evitar notar cómo sus ojos se endurecían cada vez que alguien miraba en su dirección, especialmente cuando se trataba de chicas que parecían notarlo.
Elizabeth:
—No entiendo cómo puedes ser tan ciego, Walter. No te das cuenta de cómo te miran las chicas.—Comento en voz baja y con el ceño fruncido—Walter se sonrojó, incómodo ante la súbita intensidad en la voz de Elizabeth. No estaba acostumbrado a que nadie se sintiera de esa forma sobre él, mucho menos alguien como Elizabeth.
Walter:
—No creo que sea para tanto... Son solo miradas.—Dijo mirando nerviosamente su taza—Elizabeth:
—No me gusta cuando te miran. No me gusta cuando piensan que pueden acercarse a ti.—Comento firmemente—Walter se quedó en silencio, sintiendo una mezcla de sorpresa y confusión. La franqueza de Elizabeth lo descolocaba, pero había algo en esa posesividad que empezaba a resonar en él de una manera que no esperaba. Nunca había sido el centro de la atención de nadie, y mucho menos de alguien tan intensa como Elizabeth.
Walter:
—¿Por qué te molesta tanto?—Pregunto incómodo e intrigado—Elizabeth:
—Porque eres mío.—Comento sin pestañas y mirándolo fijamente—El corazón de Walter dio un vuelco ante esas palabras. Había algo en la forma en que Elizabeth lo miraba, en su voz cargada de emociones reprimidas, que lo hizo sentir atrapado, pero no en un sentido negativo. Aunque su parte más racional quería rechazar esa idea, había una parte de él, pequeña y oscura, que se sentía extrañamente complacida por lo que acababa de escuchar.
Walter:
—¿Solo… tuyo?—Susurro nervioso—Elizabeth no respondió, simplemente tomó un sorbo de su café, pero la intensidad en sus ojos no desapareció. Había dejado claro lo que sentía, aunque todavía estaba conteniendo sus deseos más profundos.
El domingo fue una continuación silenciosa de lo que había sucedido el sábado. Aunque no habían hecho ningún plan formal, Elizabeth apareció en la puerta de la casa de Walter a media mañana. Esta vez, sin las formalidades de un mensaje previo. Simplemente apareció.
Walter, sorprendido, la dejó entrar sin pensarlo demasiado, y antes de que pudiera preguntar qué la había traído, Elizabeth se dejó caer en el sofá, observando cómo él jugaba con los gatitos.
Elizabeth:
—No sabía que te gustaban tanto los animales.Walter:
—Siempre me han gustado, pero no había tenido la oportunidad de tenerlos hasta aquel día, recuerdas?Elizabeth lo observaba en silencio. Había algo en la forma en que Walter interactuaba con los gatitos que la conmovía, aunque no lo admitiría en voz alta. Parecía tan tranquilo, tan amable... algo que ella nunca había conocido ni sentido. En el fondo, deseaba poder tener ese tipo de calma, pero su naturaleza celosa y posesiva la frenaba.
Elizabeth:
—Es curioso… A veces creo que deberías ser más egoísta. No entiendo cómo puedes ser tan... dócil con todos.—Comento cruzando los brazos—Walter:
—Supongo que así soy. Me gusta hacer feliz a los demás.Elizabeth:
—Eso podría ser un problema...—Murmuro para ella misma—Walter no pudo escuchar ese último comentario, pero sintió que había algo más detrás de las palabras de Elizabeth. No obstante, no quiso presionarla. Estaba empezando a acostumbrarse a sus comentarios enigmáticos.
El resto del día pasó entre momentos tranquilos y tensiones no dichas. Elizabeth y Walter estaban en un punto de quiebre en su relación. Aunque no lo sabían aún, lo que había comenzado como una simple salida de amigos se estaba convirtiendo en algo más profundo. Walter empezaba a descubrir que los celos y la posesividad de Elizabeth no lo incomodaban tanto como al principio, mientras que Elizabeth estaba luchando internamente con la necesidad de marcarlo como suyo, algo que pronto no podría seguir conteniendo.
Ambos sabían que había algo más en juego, pero por ahora, decidieron mantener esos sentimientos en secreto, ocultos bajo la superficie, mientras navegaban por este nuevo terreno lleno de emociones confusas y deseos reprimidos.
ESTÁS LEYENDO
Entre sombras y cicatrices
RandomWalter es un joven de 19 años que, a pesar de su trágico pasado, mantiene una sonrisa brillante y una actitud optimista. Vive solo en una pequeña casa heredada tras un misterioso accidente que le arrebató a su familia. Con una vida tranquila y sin e...