Cercanía

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Practicamos juntas durante horas, nuestra conexión en el escenario era palpable. Yujin se movía con gracia, su cuerpo flexible y fuerte, mientras yo me encontraba hipnotizada por cada uno de sus movimientos. Mi corazón latía más rápido, y me esforzaba por concentrarme en la coreografía.

—¿Wonyoung, estás bien? —me preguntó Yujin, deteniéndose frente a mí con una mirada preocupada.

—Sí, estoy bien —respondí, tratando de disimular mi nerviosismo mientras evitaba su mirada.

—¿Segura? —insistió, acercándose más—. Pareces distraída.

—Solo estoy cansada —mentí, sintiendo que la tensión en el aire se hacía más densa.

Yujin se sentó a mi lado en el suelo, su rodilla rozando la mía. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, y me retiré instintivamente, pero Yujin me detuvo con una sonrisa suave.

—Descansa un rato —dijo, en voz baja—. No queremos que te lastimes.

Mi piel se erizó ante su cercanía. Sentía que las palabras se me atascaban en la garganta.

—Yujin —dije, mi voz temblorosa—, ¿puedo preguntarte algo?

—Claro —respondió, mirándome con curiosidad.

—¿Por qué eres tan amable conmigo? —pregunté, sintiendo el rubor subir por mis mejillas.

Yujin se inclinó ligeramente hacia mí, su mirada intensa atravesando la distancia entre nosotras.

—Eres como una hermana pequeña para mí —dijo, sonriendo—. Siempre estaré aquí para ti.

Mi corazón se derritió. Quería creer que había algo más detrás de sus palabras.

Yujin se recostó en el suelo, mirando al techo. La imité, y la proximidad entre nosotras hacía que mi corazón latiera aún más rápido.

—Recuerdo cuando éramos trainees —dijo Yujin, sonriendo con nostalgia—. Eras tan pequeña y energética.

—Y tú eras la mayor y sabia —respondí, riendo, tratando de recordar aquellos momentos.

—Sí, algo así —dijo Yujin, volviendo a sonreír.

Hubo un silencio cómodo entre nosotras, pero en mi mente, la lucha interna era constante. La cercanía de Yujin me hacía sentir vulnerable, pero también segura.

—Yujin —dije, mi voz baja—, ¿te acuerdas de cuando nos conocimos?

—Claro que sí —respondió—. Fuiste la primera en hablarme.

—Me pareciste tan intimidante —confesé, recordando mis nervios de entonces.

Yujin se rió, su risa era contagiosa.

—Eras muy valiente —dijo—. Me gustó eso de ti.

Sentí mis mejillas arder nuevamente. ¿Por qué sus palabras me hacían sentir así?

—Gracias —dije, tratando de sonar tranquila, aunque mi corazón latía desbocado.

Yujin se levantó, ofreciéndome la mano con una sonrisa encantadora.

—Vamos a comer algo —dijo—. Estoy hambrienta.

Tomé su mano, sintiendo una descarga eléctrica al contacto. ¿Qué estaba pasando conmigo? Mientras caminábamos juntas, me preguntaba si, algún día, podría reunir el valor para confesarle lo que realmente sentía.

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