Cambios

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Finn :

El día había sido agotador, pero no podía permitirme descansar. Desde que llegamos a la clínica, me aseguré de que Andrea recibiera la mejor atención posible. Llamé a Elijah para que se encargara de todo en Roma, ya que sabía que iba a tardar en regresar más de lo previsto.

Luego, tuve que comunicarme con Miller y explicarle brevemente la situación. Le pedí que no dijera nada a nadie y no dudó en ayudar. Me aseguró que cambiaría el día para todos sin levantar sospechas.

Toda la tarde, Elio, Paola y Marco acompañaron a Andrea, pero cuando la noche comenzó a caer, logré convencer a Marco de que se fuera a descansar. Me quedé solo con Andrea, y finalmente tuvimos un momento de calma.

Entre risas y conversaciones, estábamos tan felices que cualquier cosa se volvía motivo de alegría. Comenzamos a deliberar sobre cómo darles la noticia a todos. Si se lo decíamos primero a los padres de Andrea, los míos se iban a enojar, y si lo hacíamos al revés, los de ella iban a enojarse.

Zoe probablemente nos reclamaría por no haberle dicho antes. Incluso mis amigos podrían molestarse si no se enteraban a tiempo.

En medio de tantas risas y planes, Andrea volvió a quedarse dormida. Estaba agotada, más allá del embarazo y de los días de estrés que había acumulado.

Sin embargo, eso despertó en mí una nueva preocupación

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Sin embargo, eso despertó en mí una nueva preocupación. Andrea no solía dormir tanto. Era alguien que siempre dormía poco, y entre ayer y hoy, lo único que quería hacer era descansar. La ansiedad me invadía al pensar en lo que los análisis de sangre podrían revelar al día siguiente.

Cuando finalmente se durmió profundamente, me acomodé en el sillón al lado de su cama. Era lo suficientemente cómodo porque se reclinaba bastante. Dejé encendida una tenue luz de noche, que apenas iluminaba la habitación, lo justo para poder verla descansar. Solo en ese momento pude cerrar los ojos, dejar que el cansancio me alcanzara y relajarme un poco.

En ese momento, las palabras de mi padre resonaron en mi mente con una claridad abrumadora: "Las mujeres son madres desde el momento de la concepción, pero los hombres se convierten en padres cuando ven nacer a su hijo".

Siempre me repetía eso, pero había algo especial en lo que me decía a mí. Me recordaba que, como obstetra, yo tendría la bendición de ser testigo del milagro desde mucho antes, de ver, sentir y seguir la evolución de mi hijo de una manera que pocos padres experimentan. "Aprovecha eso", me decía, "y recuerda mis palabras: amarás y serás padre al mismo tiempo que ella, antes que la mayoría de los hombres".

Como tantas otras veces, tenía razón. Lo que sentía no era solo el hecho de que Andrea estuviera embarazada. Había algo mucho más profundo en mi interior, una mezcla de orgullo y felicidad que jamás había experimentado. Era una sensación que me llenaba el pecho, como si mi corazón hubiera crecido de repente, empujando mis emociones al límite.

Sencilla dignidad- La liberación de los secretos - Libro IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora