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Fui a la empresa de mi hermano para llevarle el almuerzo que se le había olvidado. Al entrar, lo vi...
Estaba besándose con mi mejor amiga.

—¡¿Qué está pasando aquí?! —grité, paralizada.

El shock me hizo soltar todo lo que llevaba. La bolsa cayó al suelo con un golpe sordo. Ellos se apartaron de inmediato, sorprendidos. Salí corriendo, con el corazón deshecho.

Llegué a casa llorando, sintiendo cómo la traición se me clavaba en el pecho. Más tarde, escuché a mi hermano entrar. Fue directo a mi habitación.

—Hermanita... —dijo desde la puerta.

Le lancé un zapato sin pensarlo. Golpeó la puerta con fuerza.

—¡Vete! No quiero verte. ¡Aléjate de mí!

—Lorena, lo siento. No sabía que ella era la que se había metido con tu novio. Tampoco sabía que tenía algo que ver con el conflicto con los papás de Carlos...

—No me importa que estés con Celeste... pero al menos podrías haberme dicho algo. ¡Una sola palabra!

Ambos lloramos. Mi hermano se acercó y nos abrazamos. Yo no podía más y me sinceré con él.

—Eres lo único que tengo, Luis. No quiero que te pase nada por culpa de esa... esa maldita perra. Se hacía llamar mi mejor amiga solo para robarme a mi novio y meterme en problemas con sus papás, diciéndoles mentiras. Tú sabes que no fumo, ni consumo nada raro... ¡Pero ella les dijo eso!

Él me escuchaba con atención. Su mirada reflejaba arrepentimiento, enojo y tristeza.

—Sé que no ha sido fácil para ti —dijo—. Sé que aún no superas la muerte de papá... ni la pérdida de tu exnovio. Pero te prometo que estaré contigo para lo que necesites. Te lo prometo, Lorena.

Después de aquel encuentro con Violeta, necesitaba distraerme. Me refugié en lo único que siempre me devolvía la calma: mi trabajo.

Soy diseñadora de modas, y justo estoy preparando mi sexta colección. Al entrar al taller, el olor a telas nuevas y el sonido de las tijeras me dio esa paz que tanto necesitaba. Me acerqué a la mesa donde estaban los bocetos... pero no estaba sola.

—¡Hey! ¿Qué haces? —pregunté, sobresaltada.

—¿Te asusté? Lo siento, solo estaba viendo tus diseños. Son impresionantes.

Era Benjamín. Sonrió con ese gesto tan suyo que me hacía sentir confundida. Hacía ya dos meses que lo veía de otra manera, aunque no quería admitirlo. ¿Amor? No. ¿O sí? No lo sé... pero algo sentía.

—¿Qué tienes planeado para esta colección, Lorena?

Me acerqué a él y comencé a explicarle mis ideas: las texturas, los cortes, los colores inspirados en la ciudad que tanto amo. Me escuchaba con tanta atención que por un momento olvidé todo lo demás. Incluso a Violeta.

Después de una larga charla, terminé lo que tenía pendiente y salí rumbo a casa. En el camino, recibí una llamada de un número desconocido.

—¿Hola?

Reconocí la voz de inmediato. Me desagradaba. Era Jeudy. Pensé en colgar, pero dijo algo que captó mi atención.

—Tenemos que hablar. Estoy en la cafetería de la esquina.

No quería verlo. Pero mi curiosidad fue más fuerte.

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