Love letter

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Autora: Sandra M.P.

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—¡Mira, mira! —la rubia sonrió mientras señalaba hacia uno de los puestos, donde había muchos peluches de distintos tamaños. —Hyun, quiero ese. —se agarró al brazo del pelinegro mientras dejaba que su mejilla se apoyara también en éste.

Felix quiso poner los ojos en blanco, pero simplemente caminó en silencio detrás de la pareja mientras veía al pelinegro sonreír y frotar la nariz contra el cabello de la chica, haciendo que se le revolviera el estómago.

—Lo conseguiré para ti. —aseguró, y después se giró un poco para buscar a su amigo con la mirada. Felix le sonrió falsamente en una indicación de que estaba todo bien y les seguía, y el pelinegro le devolvió la sonrisa.

No había nada bien en ser el sujetavelas de tu mejor amigo, del cual llevabas enamorado hace tres años.

Ni siquiera supo por qué aceptó a venir.

—Vamos, Yongbokie, por favor, significaría mucho para mí que la conocieras. —insistió.

Felix hizo una pequeña mueca de espaldas al más alto, se encontraba preparando unas palomitas en la cocina de su casa mientras el pelinegro estaba sentado en la isleta. Definitivamente, no tenía ningún tipo de interés en conocer a aquella mujer.

Ya tenía suficiente con que le contara cada cosa que hacía con ella mientras le tocaba sonreír y jugar al amigo feliz de que tuviera pareja cuando en realidad era algo que le dolía y le ardía por dentro.

La conoció en el trabajo. Por lo visto entró como nueva secretaria del jefe, y fue un flechazo directo.

Más como una herida de bala en el corazón para Felix, pero le tocó callar y lidiar con ello de la mejor forma que podía.

Y dos meses en los cuales tuvo que escuchar lo mucho que le gustaba ella, su sonrisa, su forma de ser, cómo le hablaba y cómo preparaba el café.
Sólo quería clavar un cuchillo en su corazón para que éste dejara de exprimirse con fuerza como si fuera una naranja.
O un limón.
¿Sabéis lo que duele exprimirse un limón sobre una herida abierta? No lo había probado, porque no era tan idiota, pero estaba seguro de que la comparación debía ser similar a lo que sentía cada vez que le hablaba de ella.

Y ahora estaba ahí, rodeándola con un brazo por la cintura mientras le sonreía como si fuera su mundo.

—Agh.

Parpadeó un poco desorientado, porque en algún momento desconectó y el pelinegro ya había jugado para intentar ganar aquel peluche. Al parecer, no lo había conseguido.

—No pasa nada, amor. —le sonrió, acariciando su brazo. Sus ojos se movieron bacia el gesto. —Te usaré a ti de peluche. —se rió dulcemente, aunque a los oídos del rubio sonó como una bruja de las que se comían los niños en los cuentos, y una pequeña mueca de desagrado apareció en su rostro, que afortunadamente pasó desapercibida porque ninguno de los dos estaba fijándose en él.

—Soy terrible en estos juegos. —se quejó haciendo un puchero.

Puchero que él quería besar.

Puchero que ella besó.

Apretó la mandíbula para no apretar otra cosa entre sus manos por mucho que lo estuviera deseando. Había sido una idiotez que aceptara venir.

—Deme uno. —le dijo al del puesto de juegos mientras le ofrecía un billete.

—Todo tuyo, chico. —empujó la pistola sobre la mesa y Felix la agarró y apuntó.

Disparó cinco veces, y las cinco dio en el blanco sin siquiera pestañear.

Hyunlix | One Shots (Lixjin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora