The End

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No recuerdo cómo empezó, solo sé que corría.

Corría con desesperación entre los árboles, mientras el miedo, la rabia y la adrenalina se entrelazaban en mi interior, cada uno más dominante que el anterior. Intentaba escapar de él, aunque en lo profundo de mi ser sabía que era inútil.

Él se acercaba con calma, como si disfrutara del juego. Su paso era lento pero firme, una cacería de la que no quería huir. A través de los rayos de sol que atravesaban las ramas, pude ver cómo su torso desnudo brillaba bajo el sudor. El contraste de su piel con el oscuro pantalón de chándal negro lo hacía ver aún más imponente, más peligroso.

Llegué a la cabaña en medio del bosque y traté de cerrar la puerta tras de mí, pero fue en vano. Él ya me había alcanzado. Sentí su presencia antes de que la puerta se abriera de golpe. Y aunque sabía que todo había terminado, el orgullo y la furia no me permitieron ceder tan fácilmente. Respirando con dificultad, decidí enfrentarlo. Fui contra él, con toda la ira que me quedaba, pero el muy maldito me sujetó los brazos antes de que pudiera hacerle daño, atrayéndome hacia él como si no fuera más que una muñeca de trapo.

Y fue entonces cuando mi mente colapsó. O quizás no. Quizás lo había deseado todo este tiempo. Mi respiración pesada se sincronizó con la suya, pero algo más oscuro latía bajo su piel. Mis ojos se perdieron en su pecho, subiendo y bajando, como si el ritmo de su corazón estuviera al borde de estallar. Aunque también había corrido, sabía que su agitación no era por el esfuerzo, sino por el placer. El placer de tenerme exactamente donde él quería.

Levanté la mirada y ahí estaba. Esa sonrisa. Esa condenada sonrisa que me retorcía por dentro, acompañada del sudor que perlaba su rostro, con mechones de cabello pegados a sus sienes. Sus ojos oscuros me estudiaban, devorándome entera, y en ese momento supe que ya no había vuelta atrás.

Su agarre se suavizó, pero yo no me aparté. Mis manos, sin voluntad propia, se deslizaron por sus brazos, hasta detenerse en su pecho. Sentí su corazón latiendo bajo mis dedos, poderoso, dominante. Y entonces, sin dudarlo, mis labios soltaron las palabras:

-Bésame.

Su sonrisa se desvaneció por un segundo, y en sus ojos brilló algo más profundo, más salvaje. Sin cuestionarlo, obedeció. Se inclinó hacia mí, tomándome del cuello con una mano firme, mientras sus labios reclamaban los míos con una intensidad brutal, como si ese beso fuera una conquista, una marca indeleble que me ataría a él para siempre.
Y en ese instante supe que estaba perdida.

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⏰ Última actualización: Sep 24 ⏰

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