Angels and Gods

𝐂𝐞𝐥𝐞𝐬𝐭𝐢𝐚𝐥

೫. ／ › 𝐂𝐞𝐥𝐞𝐬𝐭𝐢𝐚𝐥ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤೄྀ ‹ 𝗮𝙨 Eliiana Williams ›

Eliana había pasado toda su vida sintiendo la conexión con lo divino, desde niña, la simple idea de ello le resultaba, magica así que, ahora que se convertía en monja, sentía que finalmente cumplía parte de su misión de vida.

Era extraño, su madre le había contado como es que ella, había nacido de un ángel y una humana, su padre había sido condenado antes a vagar por la eternidad y según su madre, ella no era su primer esposa, y en la curiosa mente de la niña, desde que lo supó, había hecho su misión investigar más, libros, textos, religiones, lo que fuera que le diera las respuestas sobre su padre y vaya si las había encontrado.

Araziel, había sido uno de los caídos, solo que a diferencia de otros de los vigilantes, él había sido condenado a caminar por siempre entre los mortales viendo a todas aquellas mujeres que amaba perecer frente a sus ojos y a sus hijos morir a manos de los ángeles que aún mantenían la caza de los nefilim. Por eso la había abandonado.

Era común sentir dolor ante ese pensamiento, no había podido crecer con un padre pero, contrarío a lo que su madre había tratado de inculcar en ella, no podía odiar a los ángeles que ansiaban matarla, tampoco a los que se habían enamorado de mortales por lo que su deseo de alternativas la llevó a pensar que tal vez, solo tal vez, si demostraba que no era una amenaza, si demostraba que era tan digna del perdón como el resto, los otros nefilim no correrían peligro.

Mirando el crucifijo frente a ella, en medio de sus votos, sentía finalmente un poco de esperanza, era una labor díficil más encomendaba su alma a dios para poder conquistar las dificultades.

Cuando la ceremonia concluyó, Eliana salió de la capilla con una sensación de paz que no había experimentado antes, sabía que muchas religiones apuntaban a que había más de un solo dios, aunque ella, solo conocía uno y eso, quizá era lo que le daba esa calma.

Al poco rato, Eliana se encontró en medio del patio del convento, rodeada por altos muros de piedra que la protegían del mundo exterior. Era un lugar precioso, la arquitectura era divina, con sus arcos góticos y sus ventanas de vidrieras que reflejaban la luz del sol en patrones multicolores.

Caminaba lentamente hacia el jardín interior, sus pasos resonando suavemente en el empedrado, respirando profundamente el aire puro y fresco de la mañana. Llenaba sus pulmones con el aroma a flores y tierra húmeda, mezclado con el sutil perfume del incienso que flotaba desde la capilla cercana.

Era el inicio de una nueva vida, pensó Eliana, sintiendo una mezcla de nerviosismo y esperanza. Sus ojos grises recorrían el paisaje, apreciando la belleza serena del lugar que ahora llamaría hogar, mientras su mano acariciaba distraídamente el crucifijo que colgaba de su cuello, un recordatorio constante de su fe y su propósito.

Más el canto melodioso de los pájaros y la cálida luz del sol que se filtraba entre las ramas de los árboles la hicieron detenerse a contemplar su alrededor. Eliana cerró los ojos por un momento, permitiendo que la serenidad del lugar la envolviera. Sin embargo al abrirlos de nuevo, fue entonces cuando lo vio.

Un joven increíblemente apuesto estaba de pie junto a la fuente de piedra en el centro del jardín. Vestía ropas que parecían hechas de luz etérea, tan brillantes que casi lastimaban la vista. Su cabello rubio cobrizo se movía suavemente con la brisa matutina, reflejando los rayos del sol como si estuviera tejido con hilos de oro.

Eliana se quedó inmóvil, observándolo en silencio, sintiendo que el tiempo se detenía a su alrededor. El joven parecía absorto en sus pensamientos, con la mirada perdida en el agua cristalina de la fuente, y no se dio cuenta de su presencia. Por un instante, Eliana se preguntó si no estaría viendo una aparición celestial, pues la belleza y el aura del desconocido parecían demasiado perfectas para ser de este mundo.