Capítulo 32

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Abro los ojos de golpe, mi respiración agitada y descontrolada. El sudor frío cubre mi cuerpo, y por un momento no sé dónde estoy. Todo es confuso, borroso. Mi pecho sube y baja con fuerza, como si estuviera a punto de explotar. Siento las lágrimas correr por mis mejillas, pero no puedo detenerlas. No puedo detener nada. Estoy temblando, temblando tanto que apenas puedo moverme. El miedo, el terror de perderlo de nuevo, es tan real que me ahoga.

- ¡Sunny! - grito, mi voz se rompe en un sollozo desesperado, y me doy cuenta de que estoy llorando, gritando, como si todavía estuviera atrapado en esa maldita pesadilla.

Siento cómo todo mi cuerpo se sacude con los temblores. Mis manos están agarrotadas en las sábanas, aferrándome a algo que ya no existe, a algo que ya perdí. Mi respiración es rápida, superficial, y todo dentro de mí grita que aún estoy en ese momento, en esa noche.

La puerta se abre de golpe, y no me doy cuenta de que alguien ha entrado hasta que unas manos fuertes me envuelven. Mi padre. Su voz suena lejana al principio, como si estuviera al otro lado de un túnel.

- Tae... Tae, hijo, tranquilo. - dice con preocupación, su tono suave, pero firme.

Me aferro a él, como si mi vida dependiera de ello, incapaz de detener los sollozos que sacuden mi cuerpo. Estoy llorando como un niño, incapaz de contenerme. Todo el dolor, todo el miedo, todo lo que sentí esa noche regresa con una fuerza abrumadora. Las imágenes del accidente, de Sunny tirado en el suelo, siguen martillando en mi cabeza, como si estuvieran grabadas en mi piel.

- No... no otra vez... no puedo... no puedo perderlo otra vez. - murmuro entre sollozos, las palabras apenas comprensibles, pero mi padre me escucha, me entiende.

Me abraza más fuerte, rodeándome con sus brazos, intentando calmarme, pero nada puede detener el torrente de emociones que me arrasa. Sigo temblando, sintiendo que estoy a punto de desmoronarme, de romperme en mil pedazos.

- Estás a salvo, Tae. Estás aquí, conmigo. - me dice mi padre, su voz suave, llena de esa calma que siempre ha tenido, pero que ahora parece tan distante para mí.

Pero no lo estoy. No me siento a salvo. Todo lo que puedo sentir es el vacío, el vacío que dejó Sunny cuando murió. Lo que me quedó cuando lo perdí. Y ahora, estoy atrapado de nuevo en ese dolor, como si nunca me hubiera ido de esa noche.

- Lo vi... lo vi morir. - susurro entre lágrimas, aferrándome a mi padre como si fuera el único ancla que me queda en este mundo. - No pude hacer nada. No pude salvarlo.

Mi padre no dice nada por un momento. Solo me mantiene cerca, su mano acariciando mi espalda en un intento de calmarme. Pero sé que está preocupado. Sé que no entiende del todo lo que estoy viviendo, lo que significó perder a Sunny, lo que significa haberlo vuelto a encontrar en esta realidad, y el miedo de perderlo otra vez.

- No tienes que hablar de eso ahora. - dice en voz baja, aunque sé que quiere entender, que quiere ayudar.

Pero no puedo dejar de hablar. No puedo dejar de revivirlo, porque es lo único que queda dentro de mí ahora mismo.

- Era él... era Sunny... y lo perdí. Lo vi morir, papá. No pude hacer nada.

Mis palabras salen ahogadas, entrecortadas por los sollozos que me sacuden. Cada palabra es un puñal que se clava más profundo en mi pecho. Me duele respirar, me duele pensar, me duele recordar. Y las imágenes del accidente siguen allí, quemadas en mi mente, imposibles de borrar.

Mi padre me abraza con más fuerza, y puedo sentir que sus manos tiemblan un poco también, aunque trata de mantenerse firme. No sabe qué decir, y no lo culpo. No hay nada que pueda decir para aliviar este dolor. Nadie puede.

Si (no) te hubiera conocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora