Capítulo 4

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—¿Y entonces? ¿Me vas a decir tu nombre, o no? Me hacés acordar a mis perros cuando dan trescientas vueltas en un mismo lugar antes de echarse —largó una carcajada de la cual me sentí orgullosa—. Te juro. La hacés tan larga que empiezo a pensar que no querés decírmelo.

Sacudió su cabeza de un lado a otro, negando animadamente.
Llevábamos más de una hora en aquel café. Nuestros platos ya se encontraban casi del todo vacíos.

—Es que me gusta verte morir de ganas por saberlo, por eso no te digo nada —admitió, sin más, en un tono de voz juguetón mientras se llevaba a la boca uno de sus dedos para deshacerse del dulce que le había quedado en él—. Tratá de adivinar, dale. Es una pavada.

Me crucé de brazos al mismo tiempo que largaba un suspiro de resignación y me dejaba caer en el respaldo de mi asiento.
Estaba siendo cruel conmigo, y por la manera en que sus ojos centelleaban, advertí su regocijo con la situación y con mi ignorancia.
No me equivoqué cuando dije que era maquiavélico.

—¡Pero ya te di como mil opciones y ninguna era! —me quejé, un poco malhumorada. Encogió sus hombros en una actitud burlona de "¿y yo qué culpa tengo?"—. Al menos teneme un poco de compasión y decime con cuál letra empieza. No seas malo.

—Naah, re viva así. Si te la digo la vas a sacar al toque, es re común. —puse los ojos en blanco y vi que su expresión cambió radicalmente. Se acercó un poco más hacia mí por encima de la mesa, como si estuviera por contarme un secreto del que no quisiera que nadie más supiera. Cuando se movió, un rizo dorado se deslizó por su frente—. ¿Qué pasa? ¿No te gustan mucho los juegos, Lu?

La manera en que pronunciaba las palabras, con un tono que rozaba peligrosamente lo sensual, por momentos lograba descolocarme y cohibirme. Tampoco ayudaba mucho el hecho de que la mayor parte del tiempo hacía comentarios con doble sentido.
Sin embargo, durante el tiempo que pasé observándolo, llegué a pensar que su comportamiento no era algo que él planificara meticulosamente, sino que estaba en su esencia ser todo un seductor; desde su elegante andar, hasta la forma en que se dirigía a los demás. Le salía de manera innata, como si no pudiera evitarlo.

Era por tal motivo que trataba de no tomarme en serio todo lo que hacía o decía.
Además, tampoco me iba a permitir ser tan inocente; por más auténtica que fuera aquella forma de ser suya, también creía fervientemente que le sacaba el mayor provecho a la hora de levantarse a cuantas minas quisiera. Y por supuesto que estaba en todo su derecho de hacerlo, pero si pensaba que conmigo le iba a dar resultado, entonces se equivocaba.
Me esforzaba a toda costa en evitar a los hombres que eran como él, puesto que había decidido que, pasar por esa experiencia una sola vez, ya era suficiente. No necesitaba más traumas ni desarrollo de personaje.

Le lancé una mirada perspicaz antes de responder.

—Me encantan los juegos, pero la parte que más disfruto es cuando los gano.

—Fua, pero qué seguridad, che... —me sonrió de lado—. Igual, ojo, a veces perder también tiene sus encantos.

Hice una mueca, no muy convencida con lo que decía.

—A ver, ¿como cuál?

—Como cuando te dejan con ganas de revancha... Y entonces, recién ahí arranca lo realmente interesante.

De repente el ambiente se empezó a sentir más pesado de lo normal, o quizás solo era mi imaginación, ya que a él se lo veía de lo más apacible, aunque sus ojos me miraban de una forma muy sugerente.
Mi boca se abría y se cerraba mientras trataba de encontrar una respuesta sin mucho éxito. Me empezaron a arder los cachetes, por lo que tuve que apartar mis ojos de los suyos, de lo contrario sentía que me iba a dar algo en cuestión de segundos.
Por más esfuerzo que hiciera en tratar de no salir afectada por él y sus palabras, algunas veces era más fuerte que yo.

𝗪𝗢𝗠𝗔𝗡𝗜𝗭𝗘𝗥 | ━━ Franco ColapintoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora