Capítulo 13: El arte de perfeccionar

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Los ensayos se habían vuelto una coreografía precisa de esfuerzo, emoción y dedicación. Kathryn sentía cada día el peso del trabajo, pero no le importaba. Se había volcado de lleno en su papel, no solo como Hamlet, sino también como una especie de mentora para el resto del elenco. Al principio, se había contenido, evitando meterse en los asuntos de los demás, pero conforme los días avanzaban, más y más compañeros empezaban a acercarse a ella pidiéndole consejo. Sus años de experiencia en Hollywood le habían dado una visión única sobre la actuación, y ella compartía lo que sabía con una generosidad desbordante.

—Kathryn, ¿crees que debería enfatizar más este gesto? —preguntaba una de las chicas mientras ensayaban una de las escenas clave.

—Sí, pero hazlo desde una emoción interna —le respondía ella—. No pienses tanto en cómo se ve desde fuera, sino en lo que tu personaje siente. Eso es lo que le dará autenticidad.

Esa mezcla de energía y dedicación se contagiaba. El entusiasmo de Kathryn había elevado a todo el elenco a otro nivel. Ya no eran solo actores interpretando un guion; eran un equipo unido, creciendo juntos, empujándose mutuamente a ser mejores. Era un tipo de solidaridad que Kathryn no había experimentado en mucho tiempo. Sentía que, por primera vez en años, estaba siendo parte de algo genuino y emocionante, y no podía evitar que su corazón se llenara de orgullo al ver el progreso de todos.

Sin embargo, había algo en particular que la llenaba de asombro y satisfacción: el crecimiento de Joe. Desde aquella primera semana, donde su inseguridad era palpable, hasta el día de hoy, había hecho un progreso monumental. Kathryn lo observaba desde las butacas, sentada junto a algunos compañeros, mientras Joe ensayaba una de las escenas más emotivas de "Hamlet", la famosa confrontación con Ofelia.

—¡Vete a un convento! —exclamaba Joe en el escenario, su voz llena de furia y desdén, pero con una vulnerabilidad que, bajo la superficie, reflejaba el dolor del rechazo. El público imaginario de compañeros y técnicos lo observaba en un silencio expectante. La intensidad en su actuación era palpable, su energía dominaba cada rincón del teatro.

Kathryn no podía apartar la vista de él. Estaba completamente embobada por la transformación de aquel chico inseguro en un actor apasionado, entregado. Sabía que Joe tenía talento, pero verlo en ese momento era... algo diferente. No podía evitar sonreír, admirando lo lejos que había llegado en tan poco tiempo. Se perdió en el momento, en la intensidad de la escena, pero también en el propio Joe.

De repente, una de las chicas del reparto Rachel Zegler quien interpretaba a Horacio, que estaba sentada a su lado, se inclinó hacia ella con una sonrisa burlona.

—Ten cuidado, lo estás devorando con la mirada —bromeó, bajando la voz para que solo Kathryn la escuchara—. ¿Sabías que podrias ser su madres?—

Kathryn salió bruscamente de su ensoñación, mirando a la chica con sorpresa y luego riéndose suavemente.

—Por favor... —respondió, aunque una ligera incomodidad la invadió.

Pero antes de que pudiera decir algo más, los aplausos llenaron la sala. Joe había terminado su escena con una fuerza tan arrolladora que todos en las butacas se pusieron de pie para aplaudir. El director, que había estado observando atentamente desde la parte trasera, también se levantó, mostrando una rara sonrisa de aprobación.

—¡Eso fue excelente, Joe! —exclamó, aplaudiendo—. ¡Eso es exactamente lo que quiero ver en el estreno!—

Joe, sin aliento, hizo una leve reverencia, sus mejillas encendidas por el esfuerzo y la emoción. Sus ojos buscaron a Kathryn entre la multitud, y cuando la encontró, le dedicó una sonrisa que parecía decir "gracias". Kathryn le devolvió la sonrisa, sintiendo una calidez en su pecho que no podía ignorar.

Ecos de HamletDonde viven las historias. Descúbrelo ahora