❝—¡La cura, toma la cura y vámonos! —Grité, desgarradoramente. Sentí que mi garganta ardía, aunque quizás era por todo el humo que habíamos inhalado. El hospital estaba incendiándose y en cualquier momento se derrumbaría, con nosotros adentro.
—¡La tengo, la tengo! —La voz de mi hermano resonó por la habitación.
No había que ser listos para darse cuenta de que ésas palabras eran la señal; teníamos que salir del lugar. ¿Quién había encendido el hospital? No teníamos ni idea, sin embargo, lo único que pensábamos era que esas personas no querían que encontráramos la cura, ¿acaso les gusta vivir en un mundo así? ¿Dónde reina el caos, la muerte y la destrucción? Aunque, yo estoy hablando como si alguien más a excepción de nosotros se encontrara con vida. Todos decían que éramos los únicos sobrevivientes, yo los contradecía. ¡Ahora tenía una razón más para refregarles por la cara un "se los dije"! ¡Hay más sobrevivientes! Porque dudo que nosotros mismos -o alguien de nuestro bando- nos incendiase el lugar a propósito. Quizás teníamos un psicópata adicto a la muerte, que nos quería ver muertos, y yo aún no lo podía ver. Quizás ellos sí y yo no; todo un dilema.
Atravesamos los mismos pasillos que recorrimos cuando entramos; todos estaban incendiados, algunos se encontraban llenos de infectados... algunos de ellos tenían armas y eran peligrosos, aún así, nos arriesgamos a seguir corriendo. Teníamos minutos, ¡no! Segundos, el hospital se derrumbaría en nada y ninguno de los diez que estábamos allí dentro -con vida, sin "resucitar"- quería morir de ésta forma.
Nos faltaba tan poco..., ya podía oler el aire fresco que reinaba afuera, ya podía visualizar los árboles, el bosque... la peligrosa noche. Charles se derrumbó, Jack también. Se habían quedado sin aire. Hela y yo estábamos ayudándolos, pero... no había caso, parecían inconscientes.
—Es la falta de aire, tenemos que irnos —comenta Bastian, uno de los más veteranos entre nosotros. Yo lo miré, sorprendida.
—No, no sin ellos, ¡son nuestra familia! —Escupí, también me estaba quedando sin aire, pero trataba de no demostrarlo—. ¡Es mi hermano y mi mejor amigo!
—¡No podemos cargarlos, Isabella! —Protestó él, yo lo enfrenté.
Gruñidos y más gruñidos se escuchaban detrás de nosotros, los infectados se estaban acercando. Seguramente algunos de ellos estaban prendidos fuego, lo cuál era más difícil. Con todo el humo que había en el lugar, era difícil ver bien y no estaba entre nuestros planes atacar a los caminantes incendiados, con medio pulmón activo y sin las armas. Si queríamos luchar con ellos, debíamos luchar cuerpo a cuerpo y sería difícil.
—Los sacaré, uno por uno, cúbranme la espalda —ordené, como si yo fuera la líder del grupo. No abandonaría a la única familia -de sangre- que me quedaba—. Si Jack muere, yo también.
Hela comenzó a disparar, mientras tosía. Estaba más que segura que en cualquier momento se derrumbaría ella también, se estaba quedando sin aire. No quería arriesgar a nadie, pero Charles y Jack estaban en el suelo, inconscientes, se estaban ahogando... estaban muriendo.
Estaba apunto de comenzar a arrastrar a mi hermano, pero no pude; Mathias me había tomado de la cintura y me estaba alejando de los dos cuerpos inconscientes, de mi familia, de mi mejor amigo. Hela, Bastian y los demás, venían detrás de nosotros.
Grité, una, dos, tres, veinte veces. Lloré, volví a gritar... pataleé, lo golpeé. Pero no me soltó.
Pude ver cómo nos adentrábamos en el profundo bosque, como nos alejábamos del hospital, como Bastian tenía la cura entre sus manos, aquel estúpido líquido violeta. Pude notar como el edificio se derrumbaba ante mis ojos, como cientos de infectados morían a la vez, junto con Jack Summers y Charles Ramone.
Dos grandes chicos, adolescentes, hombres, ¡soldados! Que habían arriesgado su vida para poder conseguir el maldito e inútil líquido violeta, a la que todos llamábamos "cura".❞
—Cura, Jack... muerte... fuego... —murmuré en sueños, hasta que desperté agitadamente. Nuevamente, gritos desgarradores inundaron la pequeña habitación en la que me encontraba. Creo que era el despacho de Anya. En menos de diez segundos, sentí que moría. Un dolor punzante reinaba en mi muñeca, la cabeza me estallaba, las piernas me dolían y los brazos ardían. ¿Qué demonios me estaba pasando?
No abrí los ojos, sólo grité. Estaba segura que en la habitación no había nadie, pues no sentía ninguna respiración, no oía ninguna voz. Estaban todos en otro lugar. Pero, en minutos, empecé a oír pasos. Fue ahí cuando dejé de gritar. Pero el llanto apareció, nunca había sentido tanto dolor en mi vida, ¿acaso así se sentía morir?
—Duele... duele —me quejé, cual niña pequeña, mientras me movía de aquí para allá en la cama donde me encontraba acostada. Creo que tenía raspones en los brazos también, porque al moverlos, me ardían demasiado. Parecía que había vuelto de la guerra, y que una docena de elefantes me había pasado por arriba.
"Estarás bien" "Bella, quédate quieta" "Trae morfina, ¡rápido!" fueron las pocas frases que pude oír antes de que la droga se adueñase de mi cuerpo. Poco a poco el dolor fue desvaneciendo, sentía que estaba derritiéndome en la cama, mis brazos chorreaban, mis piernas también. Todo era gracias a la droga que me acababan de proporcionar.
Ahora me acabo de dar cuenta de que lo que vi, era todo un sueño. Quizás una alucinación. ¡A lo mejor, soy vidente y acabo de ver qué pasará en el futuro! No, ahora que lo pienso, no está entre mis planes ver morir a Charlie, menos a Jack. Pero habíamos encontrado la cura. Teníamos la cura entre nuestras manos. Pero dos vidas se habían perdido para poder conseguirla.
Ya no sé qué pensar,
No tengo idea.
—Estás loca, Summers —fue lo último que escuché, antes de que mis ojos se cerrasen y yo entrara en un profundo sueño, otra vez. Era Mathias, el alemán me había vuelto a repetir las mismas palabras que había usado cuando le dije que lanzara la granada. Sonreí, no sé si fue real o si lo soñé. Pero sonreí, porque él estaba ahí, frente a mí y por lo que pude notar -gracias a su tono de voz, nervioso y rasposo- estaba preocupado por mí.
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«Comenzar de nuevo».
Science Fiction«Llegamos..., al fin. El lugar del que tanto estuvimos hablando; nuestro hogar.» "Es increíble cómo de un día a otro tu vida puede cambiar. Esta historia, relatada por Isabella Summers, nos adentra a un nuevo mundo donde la oscuridad atrapó a la luz...