Lady Whistledown lo sabe

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Anthony la miró fijamente, sabiendo que las palabras que estaban a punto de salir de su boca serían más un intento de retenerla que un adiós.

—¿Te vas entonces? —preguntó, su voz baja pero cargada de significado.

Selena asintió lentamente, incapaz de sostenerle la mirada por más tiempo. Había tanto en juego, tanto que ambos sabían que no podían cambiar. Antes de que pudiera dar un paso más, Anthony la tomó de la mano. Fue un gesto impulsivo, desesperado, como si, con ese simple toque, pudiera detener el tiempo y todo lo que los separaba.

Selena cerró los ojos un segundo, sintiendo el calor de su piel contra la suya. Luego negó con la cabeza, como si aquello fuese lo correcto, pero sus emociones la traicionaban.

—No deberíamos —susurró ella, cuando sus ojos se encontraron una vez más, llenos de ese conflicto que no desaparecía.

Sin embargo, Anthony no respondió de inmediato. Con un suspiro que contenía todo lo que había intentado reprimir, la atrajo hacia él y la besó. Fue un beso lleno de todo lo no dicho, de todas las veces que habían contenido sus sentimientos, de la tensión que los había rodeado desde el principio.

Selena, por un instante, se entregó a ese momento. Pero su deber, su vida, la realidad, volvieron a ella con fuerza, separándose de él con una respiración entrecortada.

Anthony la miró intensamente, y, por primera vez, dijo algo que la sorprendió.

—Vete —murmuró, sus ojos brillando con una intensidad que rara vez mostraba—. Haz lo que tengas que hacer.

Era su forma de decirle que, por más que no lo entendiera o no lo aceptara, no iba a detenerla en su ''trabajo''. Le estaba dando permiso, cediendo ante lo que ambos sabían que era inevitable.

—Ve —añadió, con un tono que era casi una súplica. No para que ella cumpliera con su plan, sino para que tomara el control de algo que él no podía cambiar.

Selena lo miró por un momento más, antes de dar un paso atrás. Sabía que no podían seguir así, que las emociones no debían interponerse en lo que tenía que hacer. Se giró y, con el corazón latiéndole en los oídos, corrió hacia el interior de la casa, buscando a Carlo.

Anthony, por su parte, se quedó en el balcón, su mente aún embotada por el beso. Sabía que había cruzado una línea que no podría deshacer, y aunque se sentía aliviado de haber soltado algo de lo que llevaba guardando tanto tiempo, la realidad de lo que había hecho lo golpeó con fuerza. No iba a detenerla, pero tampoco podía evitar el dolor que aquello le causaba.

Lo que Anthony no sabía era que, desde las sombras del jardín, alguien más había sido testigo del encuentro. Penélope Featherington, curiosa como siempre, había visto toda la escena. Su mente estaba en pleno funcionamiento, ya tejiendo lo que podría significar aquello. Y estaba más que lista para contarlo.

****

Era una mañana como cualquier otra en la residencia Bridgerton. La luz del sol se filtraba a través de los grandes ventanales del comedor, iluminando el generoso banquete que Violet había dispuesto para el desayuno familiar. Todos estaban en sus lugares: Benedict hojeando su cuaderno de dibujos, Colin entretenido con un trozo de pan, Eloise sumida en sus propios pensamientos, y Anthony, que observaba en silencio mientras jugaba distraídamente con su taza de té, aún rumiando los recuerdos de la noche anterior.

De pronto, la puerta se abrió y la criada entró con pasos rápidos, acercándose a Violet con una pequeña sonrisa nerviosa. En sus manos, el periódico que más de un miembro de la sociedad temía y esperaba con ansias a partes iguales: la columna de Lady Whistledown.

Entre luces y sombras (Anthony Bridgerton)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora