La luna colgaba alta en el cielo, como un ojo frío que observaba el mundo desde lejos, su luz filtrándose a través de las grietas y ventanas rotas del edificio abandonado.
El viento soplaba con fuerza, arrastrando consigo los ecos de la noche, pero también la determinación inquebrantable de Mitsuki. El joven, guiado por el rastro de Boruto, caminaba sigilosamente entre las sombras, cada paso un latido, cada respiración una promesa de que no dejaría a su sol en la oscuridad por más tiempo.
El edificio era un esqueleto olvidado, las paredes desnudas y cubiertas de polvo parecían contener el aliento, como si supieran que algo terrible estaba a punto de suceder.
El eco de sus pasos resonaba, pero no había más sonido que el rugido del viento que entraba por las ventanas rotas. Mitsuki, con los ojos entrecerrados, se movía con agilidad, sus sentidos alerta, mientras avanzaba por los pasillos oscuros y desmoronados.
De repente, lo sintió. Una presencia, oscura y opresiva, se movía entre las sombras del edificio. Era Neji.
-Neji... -murmuró Mitsuki, deteniéndose en seco cuando la figura de Neji apareció frente a él.
Neji, con los ojos vacíos y la mirada perdida, lo atacó sin previo aviso. Sus movimientos eran rápidos, pero algo en ellos estaba roto, como una marioneta forzada a moverse contra su voluntad. Mitsuki apenas tuvo tiempo de reaccionar, y el primer golpe lo esquivó por un pelo, retrocediendo con gracia.
-¡Neji, basta! -gritó Mitsuki, su voz llena de una mezcla de sorpresa y dolor-. No quiero hacerte daño.
Pero Neji no podía escuchar. Su cuerpo se movía con precisión, atacando una y otra vez, pero sus ojos, aquellos ojos llenos de vacío, no reflejaban su voluntad. Era un prisionero en su propio cuerpo, esclavizado por el control de Sai.
Mitsuki lo entendió al instante, recordando lo que Boruto le había dicho. Neji no estaba actuando por su propia cuenta, estaba siendo utilizado, una marioneta en manos de la oscuridad.
La batalla continuaba, ambos se movían como sombras en medio de la penumbra. Mitsuki, con su agilidad fluida, esquivaba cada ataque con precisión, pero sus movimientos no eran agresivos.
No quería lastimar a Neji, no quería que el tío de su sol sufriera más. Pero cada golpe que recibía, cada mirada vacía que Neji le lanzaba, confirmaba que la lucha interna del Hyuuga seguía viva, aunque apenas.
-Neji, esto no eres tú - dijo Mitsuki con una calma peligrosa mientras seguía defendiéndose - Sé que estás atrapado, pero tienes que resistir.
Neji arremetió una vez más, pero algo en sus movimientos comenzó a decaer. El control de Sai titubeaba, y por un momento, los ojos de Neji se llenaron de dolor y desesperación. Mitsuki lo vio, lo sintió en lo profundo de su alma. Neji estaba luchando desde adentro, intentando liberarse, pero la oscuridad lo mantenía prisionero.
-Boruto... -murmuró Neji, sus palabras eran apenas un susurro, pero ese pequeño instante de humanidad fue suficiente.
Mitsuki, aprovechando el titubeo, lanzó un golpe rápido, preciso y controlado. El impacto fue suficiente para noquear a Neji, dejándolo inconsciente en el suelo polvoriento.
El silencio cayó como una manta pesada sobre el edificio, pero Mitsuki no perdió un segundo. Corrió por el pasillo, guiado por su instinto, por el amor que lo llevaba hacia su sol, que estaba solo y atrapado.
El viento, su aliado constante, le susurraba que Boruto estaba cerca. Sus pasos resonaban en los pasillos desmoronados, y cuando finalmente llegó a la puerta de la celda, su corazón latía desbocado.
El pasador cedió bajo la presión de sus manos, y cuando la puerta se abrió con un crujido largo y desgarrador, la luz de la luna iluminó la figura temblorosa de Boruto, acurrucado en un rincón.
-Boruto... -susurró Mitsuki, su voz rota por la emoción.
Los ojos de Boruto se levantaron lentamente, y al ver a Mitsuki, todo el miedo y la desesperación que había sentido se desbordó. Corrió hacia él, sus piernas temblaban, pero su corazón estaba lleno de un alivio desgarrador.
Se lanzó a los brazos de Mitsuki, enterrando su rostro en su pecho mientras las lágrimas caían libremente, empapando la ropa de su amado.
-Mitsuki... -murmuró Boruto entre sollozos, su voz rota por la desesperación y el miedo que había sentido-. Pensé que no volvería a verte.
Mitsuki lo abrazó con fuerza, envolviéndolo en un manto de protección. Sus manos acariciaban el cabello de Boruto, mientras sus labios murmuraban palabras suaves y tranquilizadoras. El viento soplaba con delicadeza a su alrededor, como si la naturaleza misma quisiera envolverlos en un abrazo cálido y reconfortante.
-Nunca te dejaré solo, mi sol -susurró Mitsuki, su voz cargada de promesas-. Siempre estaré contigo, pase lo que pase.
El cuerpo de Boruto temblaba, pero el calor del abrazo de Mitsuki era suficiente para devolverle la calma que tanto había necesitado. Los dos permanecieron así durante largos minutos, abrazados en silencio, mientras la luna los iluminaba, y el viento suave soplaba alrededor de ellos, como si el tiempo hubiera decidido detenerse solo para ellos.
Mitsuki besó la frente de Boruto, cerrando los ojos mientras lo hacía, como si quisiera sellar esa promesa de amor eterno en su piel. El dolor de la separación, de las sombras que los habían perseguido, comenzaba a desvanecerse en el aire.
-Vamos, debemos irnos -dijo Mitsuki suavemente, tomando a Boruto de la mano y guiándolo fuera de la celda.
El edificio seguía en silencio, pero el eco de su desesperación todavía flotaba en el aire. Neji seguía inconsciente, pero Mitsuki sabía que lo tenían que sacar de allí. El viento sopló nuevamente, llevando consigo la promesa de que la oscuridad pronto sería derrotada.
Afuera, la noche era fría, pero la Ferrari roja apareció en la distancia, deslizándose como un rayo entre las sombras de la ciudad. El chófer detuvo el coche frente a la entrada del edificio, y el mayordomo que lo acompañaba se bajó rápidamente, abriendo las puertas con precisión y sin hacer preguntas.
-Coloquen a Neji en el asiento delantero -ordenó Mitsuki.
El mayordomo, con la ayuda del chófer, arrastró el cuerpo inconsciente de Neji hacia el asiento delantero, asegurándose de que estuviera bien sujeto con el cinturón de seguridad. El cuerpo de Neji se hundió en el asiento, su rostro relajado, libre por primera vez del control de Sai.
Mitsuki y Boruto subieron al asiento trasero, y Boruto se aferró a la mano de Mitsuki, como si el simple contacto fuera suficiente para asegurarse de que estaban realmente juntos, de que la pesadilla había terminado.
-Ya está todo bien, mi sol -murmuró Mitsuki, acariciando suavemente la mano de Boruto.
El mayordomo se subió a la moto, y en cuestión de segundos, el grupo se deslizó en la oscuridad de la noche, dejando el edificio abandonado atrás, sin dejar rastro de su presencia.
El sonido del motor de la Ferrari resonaba suavemente, y las luces de la ciudad pronto desaparecieron en el horizonte, reemplazadas por el susurro del viento y las sombras de la carretera.
Boruto, con la cabeza apoyada en el hombro de Mitsuki, cerró los ojos, dejando que la paz que tanto había anhelado lo envolviera. Estaba a salvo, en los brazos de quien amaba. La noche seguía siendo oscura, pero la luz dentro de ellos dos brillaba con más fuerza que cualquier sombra.
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Entre Rejas Y Secretos (MitsuBoru) (SasuNaru)
FanficEn el corazón de una sociedad aristocrática regida por las tradiciones y el honor, Boruto Hyuuga vive una vida de restricciones y secretos. Hijo ilegítimo de una noble fallecida al nacer y de un padre desconocido, Boruto ha sido criado en la sombra...