Cuando George y yo llegamos a la puerta de mi suite, ambos cruzamos una mirada, conscientes de lo que nos espera y temerosos por lo que no sabemos todavía. En cuanto terminó la maldita llamada, Charles me mandó un mensaje pidiéndome que, al volver a la habitación, trajera a George. Ninguna explicación más allá de eso, ningún reproche, nada. Solo esa petición.
—No sé a ti, pero a mí me va a estrangular con sus propias manos. Mañana Toto va a tener que buscar a otro compañero para Lewis —susurra mi acompañante.
—A mí me va a pegar la patada tan rápido que ni me voy a acordar de lo que ha sido estar con él.
—¿Qué dices, boba? —George frunce el ceño, girándose para darme un apretón cariñoso en el brazo—. ¿Tú has visto cómo te mira Charles? ¿Has escuchado cómo habla de ti? Está completamente enamorado y dejarte es lo último que se le pasa por la cabeza después de dejar la Fórmula 1. Podrías reventar su coche a martillazos sin explicación y le echaría la culpa a Ferrari, te lo digo yo.
—Pero le he engañado, ¡y con un amigo suyo! Esa desconfianza va más allá del amor y de cualquier cosa. No creo que quiera estar con una guarra capaz de hacer cualquier cosa.
George frunce aún más el ceño y me sacude ligeramente, frustrado, y mi mirada va al suelo, sintiéndome como una niña recibiendo una reprimenda.
—Atenea, no le has engañado. He sido yo, que soy un imbécil, y os he hecho creer a cada uno algo distinto. Tú pensabas que Charles sabía lo que estaba pasando y sé que él opina como yo. Yo soy el culpable, el gilipollas supremo y toda la culpa es mía. Si quiere reprocharle algo a alguien, que sea solo a mí.
Mi cabeza se siente como una pasta densa de pensamientos confusos y no sé si creer a George o a las siete mil voces que me dicen cosas distintas cada vez que gritan en mi oído. Sé que, cuanto más tiempo pase en la incertidumbre en la que me encuentro ahora mismo, peor se pondrá la pasta de mi mente, por lo que ha llegado el momento de terminar con todo esto.
—Bueno, vamos allá —murmuro, más para mí misma que a él, y al abrir la puerta, inmediatamente busco a Charles con la mirada—. ¿Charles? Ya... Ya estamos aquí.
Antes de que pueda procesar lo que está pasando, alguien pasa volando a mi lado y escucho un golpe a mi espalda, seguido de un quejido que sale de la garganta de George. Cuando me giro, veo a Charles con una expresión de satisfacción y la mano contraída en un puño, mientras que el británico se cubre la mejilla derecha dolorido.
—Vale, esa me la merecía —murmura, y a pesar del dolor, veo que en sus labios el fantasma de una sonrisa.
—Joder si te la merecías, hijo de puta —bufa Charles, aunque él también parece ligeramente divertido. Entonces, se gira para mirarme y siento que todos los pensamientos que forman la pasta de mi mente pugnan por salir todos a la vez—. Ma chérie...
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Todo al rojo {Charles Leclerc}
FanfictionAtenea ha sido fan de la Fórmula 1 desde que tiene uso de razón. Su pasión por este deporte fue contagiada por su padrastro, así como su apoyo incondicional por un piloto en particular: Fernando Alonso. Tras años siguiendo las carreras desde el saló...