Capítulo 3

13 3 0
                                    

    Acomodé las tazas en la repisa

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

    Acomodé las tazas en la repisa. El olor a cafeína me invadió el sentido del olfato. Y mientras me ataba el delantal verde de Millefleur Coffee, escuchaba un podcast sobre «Harry Potter». Últimamente me había sentido muy atraída por la magia que representaba aquel universo fantástico. Sonreí al ver mi fondo de pantalla, el cual se trataba de una foto de Bea y yo, ambas abrazadas en la puerta de un teatro. Habíamos ido a ver «Harry Potter y el legado maldito» usando nuestras bufandas azules de Ravenclaw.

    La campana de la puerta sonó, anunciando la llegada de alguien al café. Miré con curiosidad a la persona que se despertaba tan temprano un domingo. Nunca trabajaba los domingos; realmente creía que nadie iría a tomar un café a las seis de la mañana, por lo cual había pedido aquel turno. Quería reflexionar en la soledad sobre todo lo acontecido los días previos.

    Desde la puerta de entrada me observaba atentamente una chica de mi edad. Instintivamente, al verla sentí que veía a un hada, con su cabello albino, sus grandes pómulos rojizos, su piel de mármol y sus grandes ojos celestes. Lucía extrañamente peculiar. Había algo que no terminaba de encajar; no parecía de aquellas chicas de Greenwich Village que solían frecuentar la cafetería. Llevaba una larga y oscura pollera floreada hasta los tobillos, un suéter de punto colorado y una gran variedad de complementos llenando su cuello y manos.

    La chica me sonríe con cada uno de sus dientes y avanza hacia mí.

    — ¡Buenos días! ¿Qué va a querer ordenar? —le pregunté con una gran sonrisa.

    — ¡Hola! Vengo para una entrevista de trabajo, me dijeron que debía preguntar por Solène —respondió ella con una actitud muy positiva.

    La detallé con aún más atención a mi posible compañera de trabajo. Solène Florence Dozier era mi jefa, una emigrante francesa que había decidido abrir una cafetería con toda la estética parisina que tanto le recordaba a su hogar.

    —Ahí la llamo, espera aquí —le pedí. Antes de irme por la puerta a la parte trasera del local, volví a hablarle—. Por cierto, me llamo Drea ¿y tú?

    —Eleonora Attiswood, Ellie para mis amigos.

    Me adentré en la cocina y busqué con la mirada una cabellera castaña y larga. Encontré a mi jefa con unas carpetas en manos y la atención puesta en su contenido.

    —Solène, llegó una chica para una entrevista —llamé su atención.

    —Merci, Drea —me agradeció, poniendo una mano en mi hombro al pasar a mi lado.

    Caminé a su espalda hacia la parte delantera de la cafetería. Le sonreí a la albina, deseándole silenciosamente buena suerte. Caminé hacia el lado contrario de la habitación, donde una persona estaba sentada de espaldas a mí con un libro en manos. Se trataba de un joven de gorro gris de lana y piel blanca. Llamé su atención con mis pasos, haciendo que sus ojos azules se posaran en mí.

CUATRO DE NOSOTRAS ©  [SAGA: LAS CHICAS DE CHELSEA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora