capítulo 36

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Jungkook logró deshacerse de los lobos que lo seguían, aunque había quedado gravemente lastimado y completamente exhausto. Cojeando y con la respiración agitada, llegó finalmente al campamento de la manada del norte, donde todos estaban reunidos y atentos a la situación. En cuanto lo vieron aparecer, la gente del norte se puso en alerta, sus manos tensándose en las armas, listos para defenderse.

Jungkook levantó sus manos en señal de paz, aunque su cuerpo temblaba por el esfuerzo.

—Vine... a ayudar —dijo con voz cansada, apenas sosteniéndose de pie.

Jin, al verlo en ese estado, corrió hacia él con el ceño fruncido de preocupación.

—¿Tae? —preguntó Jin, su voz cargada de urgencia y miedo por su hermano.

—Lo sé... está en un lugar seguro... por ahora —respondió Jungkook con dificultad, su respiración aún entrecortada.

Jin lo observó por un momento, buscando algún indicio de mentira en sus ojos, pero lo que vio fue sincero. Asintió, aunque la preocupación seguía marcando su rostro.

—Ven, te pondremos al día con el plan. Te necesitamos entero para esto —dijo Jin, tomando a Jungkook por el brazo para darle apoyo, sabiendo que el Alfa estaba al borde del colapso.

—Tae... está bien... —repetía Jungkook para sí mismo, tratando de convencerse también mientras su mente no podía dejar de pensar en su Omega, rezando para que lo que había hecho fuera suficiente para mantenerlo a salvo.

—Jungkook, te presento a mi padre —dijo Jin, mientras señalaba a Keil.

Jungkook, sorprendido, se quedó mirando al hombre. Lo reconoció de inmediato como el que lo había ayudado cuando estaba río abajo con Taehyung.

—Usted... ¿Cómo es que...? —balbuceó Jungkook, sin entender la conexión.

—Tranquilo, muchacho, hablaremos de eso luego —lo interrumpió Keil, con una sonrisa tranquila.

Jimin, que había estado observando la interacción con curiosidad, frunció el ceño.

—¿Ustedes se conocen? —preguntó Jimin, entre confundido y preocupado.

—Sí, pero no sabía que él era su padre. Ahora entiendo por qué le hablaba así a Tae —respondió Jungkook, rascándose la cabeza en señal de desconcierto.

Keil cruzó los brazos y lo miró con una mezcla de preocupación y severidad.

—¿Dónde escondiste a mi hijo? Me prometiste que los cuidarías —dijo Keil, con un tono ligeramente enojado.

—Y eso es lo que vine a hacer. No se preocupe por Tae, él estará bien, pero debemos apresurarnos. Mi padre dará comienzo a la guerra dentro de muy poco —respondió Jungkook, claramente agotado, mientras Jin se inclinaba sobre él para curar las heridas que había sufrido en la batalla.

Keil suspiró profundamente, aunque la preocupación por su hijo aún se reflejaba en su rostro. Sabía que las palabras de Jungkook eran sinceras, pero el miedo de perder a Taehyung era algo que no podía evitar.

—Más te vale que lo hayas dejado en un lugar seguro, muchacho. Porque si algo le pasa a mi hijo... —amenazó Keil, pero su tono suavizó al ver el estado en el que se encontraba el Alfa.

—Haré lo que sea por protegerlo —aseguró Jungkook, mientras Jin aplicaba un ungüento sobre sus heridas—. Pero ahora necesitamos prepararnos. La guerra está por empezar.

—Bien, el plan es sencillo —dijo Jin, mirando a Jungkook—. Esperaremos a que tu padre ataque. Hay más gente del norte escondida en tu territorio, esperando la señal para responder al ataque de tu padre.

nuestro peligroso amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora