Toledo - París - Toledo

Capítulo 3: La estación de autobuses

Fina había perdido la cuenta de cuántas horas de viaje llevaba ya, hacía más de un año que no visitaba a su padre en Toledo y ya había olvidado lo incómodo que acababa siendo el viaje en autobús desde París. Estaba ya cerca de llegar a Madrid, donde tendría que tomar el autobús de línea que por fin la conduciría a su destino.

La última reunión en la tienda de Arenal había dejado a Marta exhausta, pero pensar en reencontrarse con Andrés la mantenía animada. Puso rumbo a la estación de autobuses y cuando llegó se dirigió rápidamente al mostrador de información más cercano para consultar la hora de llegada prevista del autobús de su hermano.

- Buenas tardes, ¿podría indicarme la hora prevista de llegada del autobús procedente de Jaca? – Dirigió la pregunta hacia un oficinista con cara de pocos amigos.

- No hay hora prevista porque ese transporte llegó hace media hora, señora.

No podía ser, había perdido la oportunidad de sorprender a su hermano, y más aún, de disfrutar de su compañía en soledad mientras ambos volvían juntos a Toledo en coche. Solo quedaba esperar que Andrés aún no hubiera tomado el autobús de línea con destino a Toledo y pudiera interceptarlo allí.

- ¿Sabe si ya ha salido el coche de línea con destino Toledo?

- Es aquel que va a efectuar su salida ahora mismo, el que se encuentra en el otro extremo de la terminal. – señaló en dirección a un autocar azul que se encontraba a unos doscientos metros de distancia.

De forma instintiva, la mediana de los de la Reina arrancó a correr en la dirección indicada sin prestar atención a las formas que una señora de su posición debía mantener y con algo de dificultad por los zapatos de tacón que llevaba habitualmente. A los pocos metros se dio cuenta de que no era la única que corría hacia esa zona de la terminal, casi en paralelo a ella se encontraba una muchacha joven, cargada con pesado equipaje de mano, que también intentaba la hazaña de llegar a tiempo a ese autobús. Ambas se detuvieron en seco cuando vieron arrancar y alejarse al vehículo azul.

Cuando lograron recobrar el aliento, se miraron y ambas empezaron a reír, soltando toda la adrenalina acumulada por el momento. Marta se quedó paralizada contemplando a la chica, se notaba que acababa de realizar un largo viaje por el estado arrugado de su ropa y la maleta que cargaba, pero aun así desprendía un aura especial, una fuerza y seguridad que a la de la Reina le intrigaban. De alguna forma aquella joven le resultaba muy familiar.

- ¿Doña Marta? – El rostro de Fina mostró un gesto de sorpresa y levantó su mirada hasta que los ojos de ambas quedaron por unos segundos conectados.

- ¿Nos conocemos? – Marta no entendía qué le estaba pasando, estaba claro que aquella muchacha la conocía, pero ella no podía creer que su mente hubiera borrado a una persona así.

Fina arrancó de nuevo a reír, aquella situación le parecía muy graciosa. Nunca hubiera imaginado a Doña Marta corriendo detrás de un autobús de línea y mucho menos que no la reconociera a ella, con la de momentos que habían compartido en la finca.

- ¿He dicho algo gracioso? – Marta estaba cada vez más desconcertada viendo la reacción de la joven.

- ¿En serio no me reconoce? – Soltó otra carcajada antes de continuar – Soy Fina, la hija de Isidro y Adela, me conoce desde siempre.

- ¿Fina? ¡Fina! Estás diferente, vaya, no te he reconocido. Ehm, estabas viviendo en Francia, ¿no?

- Sí, sí, es normal que le haya costado reconocerme, ha pasado mucho tiempo. Hace tres años que me mudé a París, he venido unos días para visitar a mi padre.

- Eras prácticamente una niña la última vez que nos vimos y mírate ahora – La cara de Marta seguía descompuesta por la sorpresa – eres toda una mujer sofisticada.