El niño sintió sus piernas temblar mientras caminaba lentamente hacia la puerta. Su amigo lo miraba con preocupación, pero no dijo nada; quizás sabía que cualquier palabra solo haría la situación más difícil.
Mientras cruzaba la sala, el peso de las palabras de su padre parecía crecer en sus hombros, pero en su interior una pequeña chispa de valentía comenzaba a encenderse.La madre de su amigo lo observó con una mezcla de compasión y preocupación mientras abría la puerta un poco más, dejando que el niño y su padre se enfrentaran.
Ahí estaba. Su padre, de pie en el umbral, con el rostro endurecido y los ojos encendidos de ira. Parecía grande, más intimidante de lo habitual, y su presencia llenaba el espacio con una tensión insoportable.
—¿Por qué te has ido sin decirme nada? —espetó su padre, cruzando la puerta sin ser invitado. El tono en su voz era frío, pero bajo la superficie se podía sentir la furia contenida.
El niño respiró hondo, intentando no dejarse dominar por el miedo. Miró a su padre a los ojos, algo que rara vez hacía, y respondió con una voz que apenas podía mantener firme.
—Mamá me dejó venir... vine a ver a mi amigo. Está enfermo, solo quería estar con él...
El rostro de su padre se endureció aún más, como si la explicación no le importara en lo absoluto.
—No te interesa lo que yo pienso, ¿verdad? —respondió su padre con desdén—. No tienes idea de lo que es el respeto. Vamos, recoge tus cosas. Nos vamos a casa.
El niño sintió cómo su corazón se encogía. La pequeña chispa de valentía que había sentido antes comenzó a apagarse rápidamente. Quería quedarse, quería pasar más tiempo con su amigo, pero sabía que no tenía elección. La furia de su padre era como una tormenta que no podía detener.
Antes de que pudiera moverse, la madre de su amigo intervino.
—Señor, entiendo que está preocupado, pero su hijo está bien aquí. Ha estado ayudando a mi hijo, quien no se siente bien. No hay necesidad de llevarlo tan apresuradamente.
El padre del niño la miró con desprecio, como si sus palabras no valieran nada. Se giró hacia su hijo con una mirada de advertencia.
—No me importa lo que diga esta señora. Eres mi hijo, y harás lo que yo diga. Así que mueve los pies o lo lamentarás.
El niño tragó saliva, sintiendo que estaba a punto de quebrarse. Miró hacia su amigo, que lo miraba desde el sofá, sus ojos llenos de tristeza y culpa.
Y entonces, algo inesperado sucedió.
—No se lo lleve así... por favor —dijo Taehyung, con voz débil pero decidida—. No ha hecho nada malo.
Las palabras de su amigo resonaron en la habitación como un eco. Fue un acto de valentía inesperado. El padre del niño se quedó en silencio por un momento, sorprendido de que alguien tan joven y frágil se atreviera a desafiarlo.
—No te metas en esto —gruñó su padre—. No es asunto tuyo.
Pero tae no retrocedió. Se sentó más erguido, aunque claramente le costaba, y continuó.
—Es mi amigo. Me ha hecho sentir mejor. ¿Por qué quiere llevárselo cuando no ha hecho nada malo?
El niño jungkook miró a su amigo con asombro. Nunca había visto a alguien enfrentarse a su padre de esa manera. Y en ese momento, la chispa de valentía que había sentido antes comenzó a crecer de nuevo, alimentada por la valentía de su amigo.
—Papá... —comenzó a decir, con la voz temblorosa pero decidida—. Solo quiero estar aquí un rato más. No estoy haciendo nada malo. Por favor.
El padre lo miró fijamente, sus ojos oscurecidos por la rabia. Pero algo en la firmeza de su hijo, en la forma en que ambos niños lo miraban con determinación, pareció detenerlo. Por primera vez, el niño notó una vacilación en la expresión de su padre, como si no estuviera seguro de cómo responder.
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you are my promise
RomanceHistoria del Kooktae. Descripción... Jeon Jungkook era un niño de siete año el cual tenía un conejito como de mascota que aportaba el nombre de Guckie, él menor siempre solía ir al parque con ese animalito. Por otro lado estaba otro niño con el no...