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TODO EMPEZÓ EN CHINA EN LA CIUDAD DE QINGQING. Allí nació un bebé que relucía. Tras eso, nacieron niños con poderes en todo el mundo sin que se descubra nunca la causa. Al poco tiempo, los poderes eran ya algo normal y cumplían sueños. El mundo es una sociedad de superhumanos, y un 80% de la población tiene algún tipo de poder. En este mundo envuelto en el caos, la profesión con la que todos habían soñado entró en escena. Esa profesión era ser HÉROE.
Aunque el egoísmo, la arrogancia y la avaricia del ser humano causaron su extinción, tan solo 500 años después, la humanidad llegó a su fin. Todos estaban extintos, excepto una joven. Su nombre era Novaria, una chica que poseía lo que parecía ser una bendición, pero que terminó resultando ser una maldición. La ingenua muchacha creía que las estrellas la habían elegido.
Las estrellas la habían escogido para cumplir su voluntad. Después de la desaparición de los humanos, solo quedaba el universo y el vacío; la humanidad se llevó consigo animales, plantas y la tierra. Sin embargo, vagando entre universos estaba el Atlas Estelar, que llegó cuatro años antes a manos del Valle Estelar, un grupo poblado por los últimos seres vivos. Aunque el Atlas estaba destruido, la curiosidad humana nunca cesó; por algo se decía que la curiosidad mató al gato, ¿no?
Una vez que Novaria descubrió su don, lo utilizó para desentrañar los secretos del Atlas Estelar. Pasó años y años usando aquel don que nadie más poseía. Aquellos poderes extintos se convirtieron en la esperanza de su pueblo. Diariamente, iba con su madre a contemplar el Atlas, observando cómo cada estrella se alineaba para cumplir su propósito: desvelar los secretos ocultos del destino astral.
Pero no todo tiene un buen final. En su cumpleaños número 16, su madre entró con un regalo: era un resplandor de estrellas. Al mismo tiempo, el Atlas comenzó a girar de manera errática, atrayendo todo a su paso, incluyendo a su madre, familiares y amigos. Aunque alguien seguía vivo, era Novaria, que tenía la bendición estelar y se convirtió en mitad estrella y mitad humana. No era un don, después de todo.
Intentó arreglar el destino, pero todo se repetía. Más que un sueño profético, era vivir una pesadilla a flor de piel. Todo se repetía, y aunque aún tenía esperanza, no se rendía.
Novaria se despertó en el silencio de la noche. Se encontró nuevamente en la vasta y vacía oscuridad, flotando entre los restos del Atlas Estelar. Pero, a diferencia de las innumerables veces anteriores, esa noche pudo ver una estrella excepcionalmente brillante. Mientras la observaba, extendió las manos por instinto, hasta que una jaula invisible la detuvo.
Por supuesto, no se lo permitirían. Novaria lo sabía muy bien. Esa noche, y todas las noches, las estrellas la tenían prisionera. Solo podía observar los diminutos destellos en lo alto y rumiar la historia de su vida una y otra vez.
Una historia que habían escrito.
Novaria, la última Artífice Astral que quedaba, nos pertenecía. Nació en el Valle de las Estrellas y eso era todo lo que conocería. Su pueblo había sido bendecido con un fragmento de nuestro poder, pero intentaron tontamente construir el Atlas Estelar, bajo la ilusión de que les permitiría descubrir nuestros secretos.
