Había pasado cerca de un año desde la muerte de su padre. Dai se había vuelto mucho más seria de lo que era normalmente. Odiaba escuchar noche tras noches el llanto de su madre. Fue un duro golpe para ellas dos.
Un día, mientras barría la puerta de su casa, un hombre bastante maduro, de avanzada edad, pero no muy mayor, se puso frente a la chica sonriendo ampliamente.
Desgraciadamente, Dai no era formalmente un samurái, no quería llevar ninguna katana por el momento, así que agarró la escoba de barrer con fuerza, frunciendo el ceño mientras miraba al hombre.
— ¿No quieres saludar ni a tu abuelo, pequeña? — dijo el hombre con una tierna sonrisa.
— ¿Abuelo...? — preguntó ella sin entender.
Pocas veces había visitado a sus familiares, por lo que se le hacía muy difícil reconocerles.
Dai no tuvo otra cosa que hacer que acompañar al hombre que hacía decir que era su abuelo. No quería fiarse mucho de él. Se sentó en el suelo, frente a la habitación donde se encontraba su madre.
— Madre... Ha venido un señor diciendo que es vuestro padre. ¿Le hago pasar? — preguntó con total educación, sentada de rodillas en el suelo con la mirada en el suelo como si estuviera haciendo una reverencia.
Sin decir nada la madre de la pequeña abrió de repente la puerta, abrazando con fuerza al hombre de avanzada edad mientras lloraba.
La joven estaba sorprendida. Entonces pudo confirmar que verdaderamente se trataba de su abuelo, pero... ¿Por qué ahora? ¿Por qué no vino cuando su padre murió?
Seguramente sabía lo mal que lo estaban pasando... ¿Y no se presentó antes? Dai pensaba aquello aún de rodillas en el suelo.
— Dai, ve a jugar. Tu abuelo y yo tenemos... Cosas que hablar.
— Después hablamos, nieta. — sonrió el hombre.
La niña asintió varias veces con la cabeza, totalmente indiferente, levantándose del suelo mientras se intentaba alejar un poco del sitio.
Cuando ambos adultos entraron en la habitación y pasaron unos minutos, la pequeña se acercó un poco para escuchar aquella conversación.
Tenía en su mano la katana de madera con la que iba a practicar. La agarró con fuerza tras escuchar lo que estaban hablando.
— Lo mejor será que se venga conmigo, aquí no tiene nada que hacer. Y después te vendrás tú también. — dijo el hombre de avanzada edad.
— Pero... Padre, Dai no querrá irse.
— No hay otra cosa que podamos hacer. Yo podré manteneros a ambas.
— Lo sé, padre...
Antes de que su madre terminara de hablar Dai abrió la puerta, con el ceño fruncido.
— ¡No me iré de aquí! ¡Le prometí a papá que yo te cuidaría, madre! ¡Le prometí que mantendría su honor!
— ¡El honor no es algo que tengan que defender las mujeres! — gritó el abuelo de la pequeña mientras se levantaba del suelo—. Vendrás conmigo ahora mismo, que no se hable más.
— ¡No quiero!
Había dicho eso, pero cuando se quiso dar cuenta se encontraba como en una especie de carruaje, con un ama de llaves pendiente de que no se escapara mientras esperaba que su abuelo viniera con algunas de sus cosas. Al parecer pretendía llevársela a ella primero y después de unas semanas su madre iría también.
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Nunca te fíes de las apariencias. [ EDITANDO ]
Ficción históricaNos situamos a finales del periodo Edo o, como también es conocido, periodo Tokugawa, en Japón. Era la época más conocida por los samuráis que luchaban por su Shogun. Aquellos guerreros estaban compuestos sólo por hombres, sólo unas pocas valiente...