El amor no es justo

Días oscuros 👑[6]👑

11/12/1646

Trece años antes

—¡¡Mama!! —El grito de un pequeño niño de cabello castaño sonaba por todo el corredor proveniente del salón de flores que abarcaba uno de los aposentos del castillo al ser asustado por un inofensivo insecto.

—¿Cariño, que sucede, porque tanto alboroto? —Preguntó la madre del pequeño asustadizo, ya entre brazos acomodaba sus mechones de cabellos hacia la parte anterior de su oreja limpiando sus lágrimas deseando alguna respuesta del niño.

—¡E-es u-una lagartija! —Señaló respondiendo la inquietud de su madre al llamado tan repentino.

—Oh Zack, no deberías preocuparte por las lagartijas, son lindas y cuidan nuestro ambiente, además también se encargan de exterminar las arañas que tanto te dan miedo, puedes considerarlas como tus amigas, todos los animales son tus amigos, no deben sufrir por nada ni nadie cariño.

—¡Pero son feas, no puedo considerar cosas feas como mis amigas! —Exclamó con un puchero en su rostro, cruzando sus brazos mientras observaba a su madre, quien, de momento, lo cargaba y miraba con una mueca al oír lo anteriormente dicho por aquel.

—Mi vida, por más feas que sean —Realizó un gesto con sus dedos en forma de comillas, sonriéndole, observando como se calmaba. —No debes tener miedo, no te harán nada, ¿está bien?

—Mmm... Está bien. . —Asintió sonriéndole con un lindo rubor en sus mejillas que tanto le representaba

Al finalizar la conversación y posicionarse nuevamente en el suelo, el pequeño castaño salió caminando al lugar de donde tiempo antes había llegado con los ojos llorosos, ahora sonriendo y moviendo sus manitos de adelante par atrás, diciendo suavemente para sí mismo lo que su madre le había explicado "Todos los animales son tus amigos, todos los animales son tus amigos, no te harán nada, nada". El espacio donde se encontraba, abarcaba grandes ventanales con vitrales que permitían que la entrada de la luz natural iluminara el sitio, por otro lado, el techo abovedado presentaba nervaduras de piedra y columnas ornamentadas que sostienen la estructura, la cual le acompañaba un suelo cubierto de baldosas en tonos oscuros y claros, formando un patrón geométrico, y lo que más llamaba su atención, eran los abundantes arreglos florales en varios colores rosados, morados, y amarillos que añadían vivacidad al entorno.

Por otro lado, la reina consorte Anwealda Borgía de Orsini presentaba un semblante de preocupación exigido a la gran espera del rey Bernardo, el cual se encontraba en busca de sugerir uniones con todos los estados vecinos de aquella época, sin tener en cuenta, que su esposo no volvería, no vivo. Mientras su vista se fijaba hacia los horizontes de las montañas, esperando que el gobernante de aquella tierra volviera, retomó el camino que su hijo había marchado minutos antes.

Al sur de país

Las tropas del rey yacían sobre pastizales cercanos a manantiales debido a los largos días de itinerario hacia dicho territorio para dar lugar el último acuerdo que, a partir de ahí, darían la unión a los estados de Italia que se le conoce en la actualidad.

—Su majestad, según los cálculos estimados, si seguimos el rumbo llegaremos por la mañana. —Explicó uno de los guardias encargados de conducir los carruajes, dando una leve reverencia ante su superior.

—No te preocupes, ya que el trayecto ha sido largo, nos vendría bien un descanso. —Recalcó con una voz apacible, dándole a entender al contrario que debía informar sobre sus órdenes.

Aquel entendió y se retiró del lugar, dándole la privacidad necesaria para que el rey se acomodara bien en su refugio, que, de momento, era temporal. La noche transcurrió tranquila, con fuertes vientos y lluvias que abordaban las cálidas arboladas que rodeaban el campamento, dando una sensación fresca al entorno. Las fuertes ondas climáticas aumentaron al pasar las horas de la madrugada, donde ahora charcos de fango se encontraban durante los alrededores de los espacios del oscuro bosque, en donde, con sigilo, esperaba una tropa opuesta, una tropa enemiga.