Once.

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Todo el mundo quería observar su cabeza rodar

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Todo el mundo quería observar su cabeza rodar. Natalan, Cellbit, los vikingos enemigos, su propio reino lo deseaba incluso.

¿Le faltaban enemigos acaso? Parecía que estaba haciendo una colección completa.

—Carajo...—murmuró en un suspiro tras salir del baño. Su primer instinto fue dirigir su mirada a la cama, que ahora, estaba vacía.

La adrenalina se subía como veneno en su sangre. ¿Dónde demonios estaba el otro vikingo? Tenía que encontrarlo, y rápido.

Se apresuró a ir directamente a la salida de aquella rústica choza, sin embargo apenas le dio la espalda a la cama, fue una pequeña fracción de segundo donde el pelinegro perdido salió de la nada a atacarlo por la espalda. Apenas pudo reaccionar; no pudo ni emitir un solo grito, pronto terminó en el suelo.

El ajeno se le había subido encima con todas las intenciones de apuñalarlo con alguna clase de "cuchillo" improvisado hecho de una piedra.

En ningún momento escuchó cuando se levantó y salió de la choza para buscar con que apuñalarlo.

—¡CELLBIT!—gritó con todo el aire de sus pulmones. No sabía la razón del porqué rogaba tan desesperadamente la ayuda de su enemigo natural, pero fue el primer nombre y el primer rostro que su mente pensaba.— ¡AYÚDAME!

Su cuerpo entero quemaba de una forma muy peculiar, como si estuviera emitiendo un mensaje únicamente para Cellbit. ¿El cómo lo hacía? No tenía ni la más remota idea, pero lo que si sabía era que había escuchado de una sensación muy similar que su padre Vegetta experimentó una vez que su otro padre estaba en peligro, según recordaba.

Sabía que algo así era una cosa hecha por y para las almas gemelas, pero de nada le servía conocer y replicar esa técnica, si el hombre destinado a que le llegue el mensaje no le interesaba su vida.

—Mariana! Hjelp meg her!—el pelinegro le gritó directamente a la persona dentro del baño.

Y él lo único que podía hacer era forcejear con los brazos qué intentaban apuñalar directamente su yugular mientras recordaba las palabras que aquel maldito alfa le había dicho.

El "y si no lo hago yo, te prometo que estaré presente para observar como das tu último respiro" del alfa no era una simple amenaza, era un hecho, ¿algo curioso, no?

Y como si la situación no podría empeorar, pronto la habitación no tardó en convertirse en un caos; el alfa resguardado en el baño salió apresurado y Cellbit no tardó de hacer acto de presencia de una buena vez por todas.

Cellbit y el otro alfa intercambiaron miradas por una breve fracción de segundos: sería una pelea para ver quién llega primero a ayudar.

No obstante, ¿qué sentido tenía? Si todo el mundo reunido en esa misma habitación quería ver su cabeza rodar.

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⏰ Última actualización: Sep 27 ⏰

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𝑭𝒐𝒓𝒔𝒂𝒌𝒆𝒏 ן 𝑮𝒖𝒂𝒑𝒐𝒅𝒖𝒐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora