CAPITULO XLIX

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Ella debe saber la verdad

Llevo vagando por el denso bosque tres horas y no he podido encontrar una salida. Los rayos del sol se filtran entre los árboles aclarando un poco el lugar, aunque la niebla lo hace ver un poco siniestro.

Debo buscar un refugio antes de que caiga la noche. El caballo avanza, pero sé que también está agotado y no he encontrado un lago o una cascada para tomar agua. Por más que recorro el sitio siempre llego al mismo punto. La angustia me toma cada que veo el mismo árbol torcido.

<<¿Dónde estoy?>>

<<¿Hacia dónde debo ir?>>

Miro alrededor. Algunos de ellos parecen cerrarse sobre mí, sus ramas son entrelazadas como si quisiesen retenerme. De un momento a otro el corcel se detiene relinchando nerviosamente. <<Pobrecito>>

Lo desmonto y acaricio su cuello para tranquilizarlo. Tiene hambre, los dos tenemos hambre.

—Tranquilo, estaremos bien. —le digo como si me fuese a responder.

La espesura de este lugar me asusta y siento que algo entre la vegetación nos acecha. Me siento observada. Miro hacia todos lados buscando algún signo de civilización, pero solo veo árboles y sombras.

<<¿Cómo demonios salgo de aquí?>>

El bosque parece no tener fin, algunos pájaros sacuden sus alas de rama en rama y todo lo demás se ve sombrío. De pronto escucho un crujido en la maleza que me sobresalta poniéndome en alerta, pero no veo nada. El silencio que se expande es inquietante. Siento que algo se esconde entre las partes oscuras.

Pasan segundos y otra vez escucho ese ruido, como si alguien pisara una ramita. Me giro nerviosa hacia esa zona, pero tampoco visualizo nada.

—¿Q-quién anda ahí? —pregunto al borde del miedo.

El ruido ahora es diferente, como si arrastrasen las hojas secas con los pies. De resto es solo silencio que cada vez se hace más espeso, como si el mundo estuviese conteniendo la respiración. Con el temor que siento me subo nuevamente al caballo para marcharme de esta área. Avanzamos unos cuantos pasos cuando de pronto el corcel se mueve de manera extraña. Me doy cuenta que está mirando hacia un punto específico en la espesura.

<<¿Qué está viendo?>>

Pero antes de que yo pudiese visualizarlo con claridad el caballo se mueve bruscamente y sale corriendo arrastrándome con él. El movimiento fue tan repentino que hace que la bolsa donde traigo la piedra amatista resbale de mis manos sin darme la oportunidad de atraparlo.

—¡Quieto! —grito para controlarlo, pero no se detiene. Corre inquietamente haciéndome golpear de las ramas sobresalientes de los árboles y saltando los troncos caídos, espantado.

El animal corre como si estuviese huyendo de algo. Me aferro a las riendas intentando mantener el equilibrio.

Y entonces lo entiendo, algo nos persigue. En un segundo volteo a ver hacia atrás y una criatura extraña que emergió de la nada viene tras nosotros gruñendo y arrastrando ramas a su paso.

<<¿Qué demonios es esa cosa?>>

Tiene los ojos rojos y cuerpo pequeño, tiene pinta de ser una sombra y es muy veloz. En menos de nada nos alcanza e intenta morder al caballo, pero éste frena de inmediato y relinchando se sacude de un lado a otro. Por mi parte trato de lanzar hechizos hacia la cosa esa, pero el corcel lo pisa con sus cascos. Entonces me detengo.

Sus pisotones son tan fuertes y descontrolados que termina por aplastar al ser infernal y éste suelta chillidos ensordecedores hasta que cesan por completo.

UN TOQUE DE FELICIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora