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Era un día nuevo en el vecindario. Wednesday había estado bebiendo café toda la mañana, tratando de procesar lo que vio anoche. Por la actitud y el misterio de ese hombre al salir de la casa de la rubia, podría apostar que él era el tal señor Ajax Petropolus.

—¡Buenos días! —gritó alguien por fuera de la puerta.

La pelinegra confundida de quien podría ser, camino hasta la puerta.

—Soy Enid —se escuchó de nuevo del otro lado.

Wednesday abrió de inmediato, recibiéndola con una leve sonrisa.

—Enid, buenos días. ¿Qué te trae por aquí? —se recargó en el marco de la puerta.

—Bueno... me gustaría darle personalmente este pastel de disculpas por mi comportamiento de esa vez.

Wednesday lo pensó un poco.

—Ah, ya recuerdo. Enid, no te preocupes, no hace falta un pastel. Yo acepto tus disculpas —le dio una de sus más sinceras sonrisas. Haciendo que el corazón de la rubia latiera de una manera inexplicable.

—Por favor, acéptalo —formó un puchero y la vio con ternura.

La pelinegra no logró evitar que un sonrojo apareciera. Bajó su rostro y tomó el pastel. Hubo un pequeño roce entre sus manos, ocasionando que Enid se sobresaltara un poco.

Wednesday carraspeó su garganta y volvió a hablar.

—¿Qué harás más tarde?

Aquella pregunta hizo que Enid quedará paralizada en su lugar. Hoy no tenía nada agendado con Ajax, pero tenía medo que llegara de repente a su casa y que ella no estuviese.

—R-realmente no tengo nada pre-visto hasta el momento, ¿qué le gustaría hacer? —preguntó, en su rostro se distinguía una encantadora sonrisa.

—Pasó por ti más tarde, ¿esta bien? —Enid en respuesta asintió, no lograba hablar. Se despidieron y caminó de regreso hasta su casa, su corazón latía muy rápido.

A este punto no tomaba importancia a lo que pasara con Ajax.

—¿Y, qué pasó? —preguntaba su mejor amiga, relajada mientras tomaba una taza de café.

—¿Qué haces aquí?

—Pues tu llave de respaldo no tiene buen escondite. Te vi allá afuera con la vecina y entre, ¿qué te dijo? —habló. Tomó un sorbo de la taza y la volteó a ver, con las cejas alzadas esperando una respuesta.

—Sólo le llevé un pastel de disculpas, no había tenido tiempo de hacerlo. Y... —Enid paró. No sabia si era buena idea decirle. Conociéndola, sus planes andarían por todo el vecindario y llegarían hasta oídos de Ajax.

—¿...Y?

Enid suspiró.

—Me invitó a salir —mordió su labio inferior por los nervios.

Yoko soltó un chillido y se levantó del asiento corriendo en dirección a la menor.

—Tienes que salir, hazlo. Prometo no decir nada —alzó su meñique y vio a Enid con un puchero.

La menor con los ojos entrecerrados la miraba mientras entrelazaban meñiques.

—Que infantil eres.

[...]

El timbre de su casa sonaba y hacía eco en la habitación. Wednesday había llegado.

Enid exhaló y suspiro tranquilamente, yendo hacía la puerta.

—Enid —habló la mayor, algo ruborizada. Enid vestía un hermoso vestido.

—¿Tan mal me veo?

—¡No! —se apresuró a excusarse—. No, te ves... linda —estiró su mano esperando por la de Enid.

—Gracias —contestó de forma sutil—. Bien, ¿qué haremos?

—Estaba pensando en invitarte algo de comer... Por cierto, cocinas muy bien. Tu pastel de carne y el pastel que me llevaste hoy eran deliciosos, muchas gracias.

Enid estaba avergonzada. Pasó un mechón de su cabello. Casi no habían cruzado palabra desde que se vieron por primera vez. Para no ser ruda, solo asintió suavemente con la cabeza.

[...]

—¡¿Te besó?! —la menor reviró los ojos.

—¿Qué? No. Solo fuimos a comer, después al parque y estuvimos hablando, es todo —respondió algo avergonzada.

—Ay, Enid —negó mientras suspiraba—. ¿Y de qué hablaron?

Enid frunció el ceño e hizo una mueca, tratando de acordarse. Solo habían pasado dos días desde la salida, pero su memoria siempre ha sido nula.

Cuando al fin recordó algo, se sonrojó enseguida y sonrió.

—¿Tienes pareja?... Digo, la mayoría de chicas del vecindario la tienen, pero nunca he visto a nadie en tu casa —habló la pelinegra mientras comía de su helado y se mecía en el columpio.

Enid dejó de sonreír, no sabía como explicar su relación.

—Bueno, digamos que no... No tengo pareja —ella misma se sorprendió de sus palabras. ¿Había dicho eso en realidad?

—Oh, vaya. Ya somos dos solteras en el vecindario —río.

—No me acuerdo muy bien —se excusó ella.

—Diablos, Enid. ¿Has estado tomando tus pastillas de la memoria?

—Basta.

📎 | The other womanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora