La cita que nunca fue

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Alan

Deseo tanto besarlo. 

Tanto. 

Con cada fibra de mi ser. 

Desde que le confesé mis sentimientos y él aceptó dejar que lo persiguiera, he estado flotando en una nube de felicidad. Sin embargo, también he sentido la necesidad de contenerme. Sé que Jeff tiene una ligera incomodidad con el contacto físico, así que he optado por acercarme lentamente, tanteando sus límites con cada paso que doy. No quiero asustarlo; no quiero que se arrepienta de haberme dado esta oportunidad. Pero, últimamente, es tan difícil.

Cada vez que lo veo, me parece más adorable. Sus ojos brillan con una luz especial y su aroma se vuelve aún más dulce, envolviéndome como un abrazo cálido en una noche fría. Cuando nuestras miradas se encuentran y él baja la vista tímidamente, tratando de ocultar una sonrisa, siento que mi corazón late con tanta fuerza que podría explotar. Es un latido errático, lleno de deseo y anhelo, como si quisiera liberarse de mi pecho y correr hacia él.

—Muy bien, cuando utilizas este y este de la manera en la que te expliqué, la configuración cambia —le explico suavemente mientras lo observo concentrado, como un niño emocionado por aprender algo nuevo. Su atención es tan pura que me hace desear acercarme más. El aire entre nosotros se espesa con una tensión palpable.

Recuerdo el apodo que le puse en Back Cove. A veces quiero llamarlo así de nuevo, pero temo que sea demasiado pronto. Miro a los lados sintiendo que ya no podré contenerme más. No cuando lo tengo tan cerca. Entonces, con un impulso casi irrefrenable, le doy un beso dulce y rápido en sus suaves mejillas. Inspiro profundamente y su aroma me embriaga antes de que él se gire con los ojos abiertos por la sorpresa y sus preciosas mejillas se tiñan de un hermoso color rojo.

—¡Alan! —exclama avergonzado, mirando a su alrededor.

—Nadie nos vio —le digo con una sonrisa juguetona, aunque sinceramente no me importa si nos ven.

—Aun así... no es... no es profesional —dice frunciendo el ceño.

Si supiera que el beso es más inocente que mis pensamientos más puros acerca de él. Sus mejillas son suaves, pero muero por probar sus labios de nuevo. Él me mira unos segundos frunciendo el ceño y luego vuelve a mirar a los lados antes de cerrar su computadora y alejarse.

—Jeff, espera. ¿Estás molesto? Lo siento, no te enojes —le digo con un puchero.

Él se detiene a medio camino y se gira a verme. Luego empieza a caminar de nuevo, dirigiéndome una mirada por encima del hombro. ¿Quiere que lo siga? ¿Jeff me está seduciendo? Trago saliva mientras miro a los lados y me encuentro siguiéndolo. Veo cómo entra en el baño; al entrar su aroma me golpea haciéndome sentir mareado, pero no soy capaz de verlo hasta escuchar la puerta cerrarse tras de mí y el sonido del pestillo asegurando la entrada.

El ambiente cambia drásticamente; las luces son tenues y el aire se siente cargado de intimidad. Trago saliva nuevamente mientras mi corazón se desboca. Me giro lentamente y lo veo allí, cruzado de brazos, mirándome seriamente mientras frunce el ceño. Cualquiera diría que Jeff está sumamente molesto o que me dará un sermón. Y puede que sea cierto, pero yo solo puedo pensar en cómo puede verse así de lindo y adorable cuando está molesto; esto definitivamente no es bueno para mi corazón.

—Jeff... —susurro acercándome unos pasos, pero él estira la mano en señal de que me detenga.

—Alan, esto no puede seguir —comienza seriamente—. No estamos siendo profesionales. Debemos separar las cosas. No quiero que haya rumores malintencionados.

Sé de qué me está hablando; tiene razón. Pero por algún motivo solo puedo pensar en que estamos encerrados en el baño y en cómo su aroma es aún más exquisito aquí; es como si las fresas y la miel se fusionaran en un perfume embriagador que me envuelve por completo.

Destino o Casualidad (AlanxJeff)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora