Epílogo

62 4 0
                                    

Los seis meses que habían pasado desde el nacimiento de Pablito se habían llenado de dulces momentos y risas. Claudia había decidido tomarse un año completo para estar con su hijo, disfrutando de cada pequeño logro y momento juntos. Aquella tarde, mientras el sol iluminaba suavemente el departamento, Claudia se encontraba sentada en el sofá, mirando a Pablito, quien estaba jugueteando con un pequeño sonajero.

-¿Sabes? -le decía Claudia, riendo-. Estás muy cerca de decir tu primera palabra. Solo tienes que intentarlo, cariño.

Pablito la miró con sus ojos brillantes, como si intentara comprenderla. De repente, juntó sus manos y balbuceó:

-Mamá.

El corazón de Claudia se detuvo un momento.

-¡¿Qué?! -exclamó, su voz llena de sorpresa y alegría-. ¡Lo dijiste! ¡Dijiste "mamá"!

Pablito sonrió, como si supiera que había logrado algo especial. Claudia lo abrazó fuertemente, sintiendo una ola de felicidad desbordarse en su pecho.

-Eres tan inteligente, mi amor. Estoy tan orgullosa de ti -dijo, su voz llena de emoción mientras lo acariciaba suavemente.

Mientras tanto, en el trabajo, Jesús estaba sumido en sus pensamientos. Sabía que quería dar un paso importante en su relación con Claudia. Había estado planeando cómo proponerle matrimonio, y sentía que era el momento adecuado. Había decidido que todo debía ser especial, y Pablito debería estar presente para compartir ese momento único como familia.

Después de un largo día en la oficina, Jesús comenzó a organizar un viaje. Quería llevar a Claudia y a Pablito a un lugar donde pudieran relajarse y disfrutar, un espacio donde pudiera proponerle en un ambiente perfecto. Su mente se llenó de ideas sobre el lugar ideal, uno que les brindara la oportunidad de crear recuerdos inolvidables.

Cuando finalmente terminó su jornada laboral, Jesús no pudo contener la emoción al pensar en lo que planeaba. Regresó a casa, ansioso por ver a Claudia y Pablito. Al entrar, se encontró con una hermosa escena: Pablito dormía plácidamente en los brazos de Claudia, quien lo miraba con amor y ternura.

Jesús se detuvo un momento, su corazón se llenó de calidez al ver a su familia tan unida. La luz del atardecer iluminaba el espacio, creando una atmósfera mágica. Decidió que era el momento perfecto para unirse a ellas, aprovechar ese instante íntimo y lleno de amor.

-Hola, mis amores -dijo suavemente, acercándose para no despertar a Pablito.

Claudia levantó la vista y sonrió al ver a Jesús.

-Hola, amor. Ven, siéntate aquí -le dijo, haciendo espacio a su lado.

Jesús se acomodó junto a ella, sintiendo la calidez del pequeño en sus brazos.

-¿Cómo estuvo tu día? -preguntó Claudia, mirando a su hijo con ternura.

-Largo, pero me alegra volver a casa -respondió Jesús, sintiendo cómo su corazón se llenaba al mirar a ambos-. Me perdí en pensamientos sobre nosotros, sobre lo que estamos construyendo como familia.

Claudia lo miró con curiosidad, preguntándose a dónde llevaría esa conversación.

-¿Sobre nosotros? -inquirió, sonriendo.

-Sí, sobre cómo este pequeño ha cambiado nuestras vidas para siempre. Quiero que sepas cuánto te amo, Claudia -dijo, tomando su mano-. Cada día contigo y Pablito es un regalo.

Claudia sintió que su corazón latía más rápido. Había algo en la forma en que Jesús la miraba que la hacía sentir amada y apreciada.

-Yo también te amo, Jesús. No podría haber pedido un mejor compañero -respondió ella, mirando a su hijo y luego a él.

Caminos Paralelos: El Amor y la Búsqueda de Claudia y JesúsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora