Aleksander.
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Con los codos apoyados en la mesa, me inclino ligeramente hacia adelante, sintiendo la tensión que se ha acumulado en mi cuerpo mientras reviso las fotografías ya editadas de las modelos. Ezequiel, uno de los diseñadores gráficos de Greco & Co., se ha empeñado en perfeccionarlas, al igual que los videos. Dejo salir un suspiro cuando las fotos de ella salen, luciendo hermosa y sensual.
Me quedo absorto, casi hipnotizado, ante su belleza. Esos ojos grises, profundos y misteriosos, parecen esconder un poder que amenaza con devorarte si te atreves a mirarlos demasiado. Sus labios, tan peligrosamente tentadores, son una promesa de perdición, una invitación a cruzar cualquier límite. Sé que con tan solo probarlos perdería completamente el control, y, aun así, ese pensamiento me consume. El deseo crece dentro de mí, insaciable, ardiente, y casi imposible de contener.
Muerdo mi labio inferior mientras paso una mano por mi mandíbula, intentando mantener la compostura. Pero es inútil. La bestia en mí ha despertado con solo verla. Esa parte oscura y voraz que anhela marcarla como mía, reclamar cada rincón de su cuerpo, cada rincón de su ser. La idea de que ella ya me ha superado se burla de mí desde las sombras, como un recordatorio cruel. Bien, me lo merezco. Pero eso me sabe a mierda.
Dirijo una mirada rápida a Ezequiel, que también parece cautivado, como si estuviera admirando algo que jamás podrá tener. Su expresión de hambre, la misma que pone cuando se pierde en las fotografías de otras modelos, me resulta insoportable. La irritación me golpea de lleno, y los celos, irracionales y brutales, me recorren como un veneno. Aun así, lucho por mantenerlos bajo control.
—Cuidado y te babeas, Ezequiel —espeto con un tono cortante. Él simplemente sonríe y sacude la cabeza, como si mi advertencia fuera una broma, mientras su mirada vuelve a posarse en ella.
—Amo mi trabajo —responde, con ese entusiasmo cínico que empieza a irritarme.
—Amas ver mujeres hermosas, mejor dilo de una vez.
—Amo mi trabajo y a las mujeres hermosas —contraataca, riendo con cinismo antes de lanzarme una mirada desdeñosa—. Te envidio tanto por trabajar con ellas.
Le devuelvo un encogimiento de hombros, sin molestarse en discutir. En lugar de eso, dejo que mi atención regrese a la imagen de Violet en la pantalla. Ahí está ella, guiñando un ojo y simulando lanzar un beso. Mi mandíbula se tensa de manera involuntaria; incluso en un gesto aparentemente trivial, logra despertar algo visceral en mí.
El sonido de la puerta al abrirse interrumpe mis pensamientos. Entro mi hermana mayor, Selene, con su andar elegante y seguro. Lleva un traje negro que resalta su porte impecable, su cabello rubio perfectamente recogido en un moño que solo acentúa su autoridad. Sus ojos azules recorren la sala hasta posarse en la imagen de Violet. Su aprobación es silenciosa, pero evidente en el ligero asentimiento de su cabeza.
—Violet Lombardi es un As indiscutible para Odessa —declara, acercándose a la mesa. Deja caer una carpeta con fuerza medida y luego me lanza una mirada inquisitiva—. ¿Qué opinas, Aleksander?
—¿Qué opino? —repito, acomodándome en mi asiento mientras dejo que una sonrisa ladeada cruce mi rostro—. Que es perfecta.
—Obviamente lo es —interviene Ezequiel antes de que Selene pueda responder, con una chispa de admiración que resulta irritante—. Esa mujer es un sueño hecho realidad. Si no estuviera con novio, ya estaría detrás de ella.
Un gruñido bajo se forma en mi garganta, pero lo reprimo, dejando que mi expresión permanezca neutral.
—Ella no te haría caso ni en tus sueños, plebeyo —interrumpe Selene, su tono cortante haciendo que Ezequiel se ría de manera nerviosa. Luego, se gira hacia mí, sus ojos azules evaluándome—. ¿Ya vieron todo?
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Violet ©
Romance¿Quién dijo que abrirse paso como modelo no tiene su precio? Violet Lombardi lo sabe mejor que nadie. Ha sobrevivido al mundo feroz de la moda cargando con un pasado oscuro y secretos que preferiría olvidar. Pero lo que no esperaba era reencontrarse...