CAPITULO LI

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Usurpación de género

—¡Ay por Dios...! —exclama Priscila un tanto alterada deteniéndose de golpe. Ya se le pasó las náuseas

—¿Qué pasa? —le pregunto asustada y ella me manotea mirando atrás de nosotras. Actúa como si algo le emocionase.

—Presiento que alguien viene en un carruaje. —exclama dando un saltito.

—¿Estáis segura? —miro en esa dirección con esperanza, pero no veo nada. El camino está desolado y hace mucho calor.

—Sí. —asegura ella.

—Pues yo no veo a nadie. —le hago saber.

—Ten paciencia. Muchas veces me he equivocado con las predicciones, pero te juro que esta vez estoy muy segura de ello. —tiene una alta nota de emoción en su voz.

Y de pronto visualizo a lo lejos una diminuta figura. <<Es cierto>>

Entre más se acerca veo una carroza. Puedo ver con claridad dos caballos y un cochero.

—Vaya. —exclamo sorprendida mirando como una tonta el carruaje.

—¿Ves? —alardea con orgullo poniendo las manos en su cintura —Siempre me emociono cuando acierto en algo. Hasta quiero llorar de la alegría.

Bueno, ya está exagerando un poco.

El hombre que toma las riendas es mayor, como de unos cuarenta años. Lo detallo en cuento se detiene frente a nosotras, ya que prácticamente nos hicimos en la mitad de la calle para detenerlo.

—Señor, necesitamos su ayuda. —Priscila le dice en un tono desesperado. —Necesitamos que nos llevéis al lugar donde se encuentran los guerreros de este reino.

—No puedo ayudarlas. —niega el señor —No sé dónde están y mi destino termina en ciudad Aldovia. Hasta allí os puedo llevar.

No tenemos otra opción.

—Sí, sí, está bien. —exclamo casi de inmediato. Es mejor que nada.

Las dos subimos al carruaje y solo espero que no hayan llegado esas criaturas hasta allá porque, así como atacaron este pueblo también pudieron haberlo hecho con ese otro.

Pasan unas horas hasta que llegamos a la ciudad. Allí todo se ve ajetreado.

—¿Por qué todos están tan apurados? —cuestiono en cuanto nos bajamos de la carroza.

—Quizás intentaron llegar los seres infernales y varias personas salieron heridas. —argumenta Priscila no muy segura mientras observa a todos ir y venir con agua, vendas, paños ensangrentados y demás cosas curativas.

—Disculpe mi ignorancia, pero ¿qué sucedió? —detengo a un joven que debe tener aproximadamente quince años.

—Las criaturas infernales nos estaban invadiendo, pero los guerreros Calehad y Sunlivey llegaron a tiempo para ahuyentarlos antes de que destruyesen todo.

Mi corazón se acelera a mil.

—¿Ellos están aquí? —pregunto mirando a todos lados.

—No, hace 2 días se fueron, porque las criaturas iban a invadir incluso los siguientes reinos. —explica con rapidez —Gracias a ellos la mayoría estamos vivos, pero muchos quedaron heridos. Había un brujo y una hechicera con ellos, pero no lograron curarlos a todos. Los dejaron estables, pero desde anoche comenzaron a empeorar.

<<¿Una hechicera?>>

<<¿De dónde?>>

—¿Sabéis si trajeron a otras personas heridas con ellos? —interviene Priscila.

UN TOQUE DE FELICIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora