"(...)Y me comen la polla, así que ahora estoy yo husmeando mi nariz en busca de respuestas(...)".
Llevaba escasos treinta minutos gritándole a susurros a la pantalla de mi teléfono. Para aquel entonces, había perdido ya cualquier indicio del motivo por el que habían comenzado mis interminables berrinches; ya me daba igual mientras tuviera algo de lo que hablar.
Le reprocho a quién sea cuál sea el reproche, es decir, que hablo por hablar el tiempo que me sea innecesario. Resulta que ese preciso día, al iluminar la pantalla de mi cuadradito mágico electrónico, me di una hostia de realidad poco reconfortante. Era entonces evidente que ya no me quedaba libro donde escribir ni estante donde meterlo, así que mis lloros no podrían ser escuchados más que por flechitas azul cían que aparecerían por pena en el chat a acompañar mis dos minutos de cháchara.Primeramente, me quedé tumbada en mi cama, esperando a que alguien, fuera quien fuera, decidiera comentarme la más mínima tontería para entretenerme un rato. En conclusión a eso, mi silencio fue en vano, pues asumí que todos contemplaron mejores opciones.
Cuidadosamente, tras lo anterior, recopilé mis pensamientos sobre los edredones de mi cama. Tenía cosas que comentar, opiniones desesperadas por escaparse de mi cabeza y perderse en algún grupo de Whatsapp. Solamente estupideces que me dolían profundamente, sin motivo, de cualquier modo, y por las que necesitaba comentarios adicionales para reírme al respecto, más allá de llorarlo próximamente.Fue entonces cuando se paseó por mi cabeza la idea.
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Amargada 99
Short StoryLa historia de una adolescente amargada, que divulga desinformación tras el nick "@margada99"