un comienzo

0 0 0
                                    


Camila no era una chica muy social. Podía considerarse tímida, pero lo que realmente la distinguía eran sus ojos color esmeralda, rodeados por ojeras que le conferían una mirada intensa, casi insondable. Su cabello, negro como la noche, caía liso hasta sus hombros, y sus orejas, llenas de aretes, eran un reflejo de una rebeldía silenciosa que no muchos alcanzaban a notar. Pese a todo, no tenía muchos amigos; apenas tres, y todos del equipo de vóleibol, por lo que, según ella, no contaban mucho. sin embargo estaba Felipe, su amigo de la infancia, al que trataba como si fuera su hermano menor.

POV: Camila

Era una mañana más en clase de matemáticas. Aburrida, decidí mirar a mi alrededor, buscando algo en lo que distraerme. Felipe, como de costumbre, estaba ocupado no se en que. Así que decidí ver aa mis alrededores y estaba Vanessa sentada junto a mí, charlando y riendo con sus amigas. La había visto antes, claro, muchas veces. Compartíamos no solo el salón, sino también el equipo de vóleibol, pero apenas habíamos intercambiado palabras. Era todo lo contrario a mí: segura, brillante, con buenas notas y siempre rodeada de gente. Mientras la miraba, no podía evitar sentirme inferior. Parecía perfecta en comparación conmigo. Fue entonces cuando noté que se había dado cuenta de que la observaba.

—¿Qué me ves? —preguntó con una expresión de molestia.

—Ah... nada, lo siento —respondí de inmediato, bajando la mirada al pupitre, donde noté un rayón que no recordaba haber visto antes.

La clase continuó, pero el aburrimiento me abrumaba. Decidí distraerme molestando a Felipe, lanzándole pequeños papeles hasta que, finalmente, se giró con una expresión entre fastidio y resignación.

—¿Qué quieres? —dijo con seriedad.

—Solo quiero molestar a mi hermano menor —contesté en tono juguetón, despeinándole el cabello castaño.

—¡Ay, no! Mi cabello... —se quejó, apartando mi mano y peinándose de nuevo, algo que me hizo reír—. No te rías. Por tu culpa, todos creen que eres mi novia, y ahora tengo que aclarar en todas mis citas que no lo eres.

—No seas dramático. Todos saben que solo somos amigos desde la primaria.—dije sin dejar de reír.

Nuestra conversación se interrumpió cuando Vanessa se acercó para pedir la plata de las fotocopias. Me había olvidado por completo de traerla. Al notar mi vacilación, Vanessa me miró con desdén.

—Pff, qué pobre. Solo son 200 pesos —comentó con un tono ácido.

Antes de que pudiera responder, Felipe le pasó el dinero y me miró con desaprobación cuando Vanessa se fue.

—¿La oíste? —me dijo con frustración—. No entiendo cómo puedes dejar que te hable así.

—No te preocupes, seguramente lo dijo en broma —intenté restarle importancia.

—No es excusa. Es tu compañera de equipo y de clase. No debería tratarte así.

—No le des vueltas. No me afecta.

—Lo que no entiendo es cómo puedes defenderla...

La conversación quedó en el aire, y Felipe volvió a concentrarse en lo suyo. Yo, por mi parte, me puse a dibujar en mi cuaderno. Sin darme cuenta, había esbozado una figura que se parecía demasiado a Vanessa. Suspiré, desconcertada, y el timbre para el almuerzo sonó, sacándome de mis pensamientos.

Decidí subir a la azotea para tomar un poco de aire fresco. Fue entonces cuando un olor a cigarrillo invadió mis sentidos. Me sorprendió. ¿Un profesor? ¿Un alumno? Movida por la curiosidad, avancé con cautela hacia donde provenía el humo. Me asomé con cuidado y, para mi sorpresa, vi a Vanessa fumando... y llorando. El contraste entre la imagen que proyectaba y la realidad que tenía ante mis ojos me dejó paralizada. Vanessa, siempre perfecta, siempre radiante, estaba rota en ese momento.

Un sonido involuntario escapó de mis labios, y ella se giró bruscamente.

—¡¿Quién mierda está ahí?! —gritó, alterada.

—Y-yo solo... —respondí nerviosa, acercándome lentamente.

—¿Qué haces aquí? —dijo, su tono brusco aumentando mi miedo.

—Solo quería tomar aire. Sentí el olor del cigarro y me dio curiosidad —respondí, acercándome un poco más.

—Vete, no te interesa —respondió apagando el cigarrillo con el pie y sentándose en el suelo.

—Solo quiero saber por qué lloras... y por qué fumas —me senté a su lado, ignorando el nudo que empezaba a formarse en mi estómago.

La luz del sol bañaba su cabello teñido de rubio, haciéndolo brillar de una forma casi irreal. Sus ojos color miel, ahora enrojecidos por las lágrimas, me contaron una historia diferente a la que había visto hasta ese momento. La rabia, la tristeza, la confusión... todo aquello rompía la imagen que yo había construido de ella.

—¿Por qué te interesaría eso? —preguntó con voz quebrada.

No supe qué responder de inmediato. Quizá porque, a pesar de todo, quería que fuera mi amiga, o tal vez porque había algo en ella que resonaba dentro de mí, algo que no entendía del todo.

—Porque eres mi compañera de equipo, y me preocupas... además, los intercolegiados están cerca. No quiero que te afecte fumar ahora.

Vanessa suspiró profundamente, como si estuviera reuniendo el valor para hablar.

—Está bien, te lo diré... pero prométeme que no se lo contarás a nadie.

Asentí, intentando ser lo más comprensiva posible, mientras esperaba que compartiera ese peso que llevaba sobre los hombros.







hola soy sam la autora de la historia y solo les digo que es mi primer historia y espero que tengan comprensión voy a estar esforzándome para poder hacer capítulos para que esta relación avance con el paso del tiempo espero que estén bien

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Sep 29 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

togetherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora