Capítulo 35. El duelo.

79 6 5
                                    

Buenass, el capítulo sigue siendo triste, perdón. Quería meterle más realismo, si quieren llorar como yo escuchen la canción mientras leen, sino no la reproduzcan, gracias por leer♥

____.

Por fin me dieron el alta; el olor a hospital me estaba dando asco, no solo por el hecho de la pérdida de mi abuelo, que murió en uno, sino también por la pérdida de mi bebé. Sentía que mientras pasara más tiempo ahí, el dolor se volvía más intenso, como un peso que no podía sacudirme de encima.

La puerta de mi departamento se abrió, todo seguía como antes, pero para mí algo había cambiado. El dolor que sentía por haber perdido un pedacito de mí, que ni siquiera supe que estaba ahí, me destrozaba por dentro. El aire que respiraba era lento y pesado; no sabía cómo seguir después de esto. Había pasado por cosas feas y había podido recuperarme, pero esto... esto lo superaba.

Pensaba en lo irónica que es la vida. Yo, que hubiera dado la vida por mi bebé si eso era posible, lo perdía. Y mi madre, que pudo tenerme, que tuvo la oportunidad de abrazarme, me odiaba y me abandonó. Una mezcla de tristeza y rabia burbujeaba en mi interior, complicando aún más mi estado emocional.

Eli se fue a casa de Fede para darnos espacio. Ian no quería despegarse de mí y lo entendía; tampoco era como que quería que se fuera. Lo necesitaba más que nunca a mi lado. Me senté en el sillón en silencio mientras miraba cómo el cielo se pintaba de los colores naranjosos que tanto disfrutaba fotografiar. Una lágrima silenciosa cayó por mi mejilla, y me preguntaba por qué la vida era tan injusta.

-¿Querés algo, amor?- preguntó Ian mientras se acercaba a mí.

Negué con la cabeza, buscando consuelo en sus ojos. Inmediatamente se sentó a mi lado y me atrajo hacia él, envolviéndome en su calidez.

-Te prometo que todo va a estar bien -dijo con su voz quebrada.

-¿Cómo se sigue después de esto, Iani? -murmuré, con mi voz temblorosa.

-No sé, pero te prometo que te voy a ayudar en todo -dijo y besó mi frente, como si ese pequeño gesto pudiera aliviar un poco el dolor que me carcomía por dentro.

Sabía que él también estaba mal; los recuerdos de nuestras conversaciones pensando nombres para futuros bebés venían a mi mente y me destruían un poquito más. Quería dormirme, dormirme y, cuando despertara, que todo hubiera sido una pesadilla, que mi bebé estuviera bien y siguiera creciendo sano. Tenía un mes de embarazo; eran tan pequeños.

El sonido del timbre de mi departamento me sacó de mis pensamientos; Ian se levantó a abrir, y era Teo.

-No quería dejarlos solos; yo tampoco estoy bien -dijo, dándole un abrazo a su hermano.

-Gracias, gordo. Pasa -le dijo Ian.

-Mira, te traje tus snacks favoritos -me sonrió débilmente mientras llegaba al sillón y se sentaba a mi lado.

-Gracias, Tei -dije, mientras le daba un abrazo que intentaba ser reconfortante, pero que se sentía vacío.

Ian y Teo se metieron en la cocina, y yo seguía mirando al cielo, como si buscara respuestas en él. De repente, se desató una tormenta, como si el cielo contrastara con mis sentimientos. Me levanté para cerrar la puerta del balcón y evitar que entrara agua; entonces, los chicos vinieron conmigo.

-¿Vemos una peli y comemos papas con cheddar? -dijo Ian, tratando de iluminar el ambiente.

Aunque lo único que quería era tirarme a llorar y dormirme por horas, acepté el plan de los chicos. Si seguía así, iba a ponerme peor, y llorando no iba a solucionar nada, mucho menos volver a la vida a mi bebé. Pero es que la sensación de vacío que sentía en esos momentos jamás la había experimentado. El miedo que me invadía de no poder ser madre en algún momento era gigante.

Desenfocada. (Ian Lucas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora