𝒳𝒳𝒱𝐼𝐼𝐼- 𝓛𝓪𝓫𝓮𝓻𝓲𝓷𝓽𝓸 𝓭𝓮 𝓬𝓪𝓸𝓼-

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*Separador: Adara*

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*Separador: Adara*

Terminé de examinar mi aspecto una vez más, advirtiendo que mi cabello cada día lucía mucho más rizado de lo que alguna vez fue. Era raro, mucho más cuando prestabas atención a mi rostro y las pecas que comenzaban a aparecer me hacían dudar de lo que realmente estaba pasando conmigo.

No podía negarlo: hacía milenios que no recordaba mi apariencia original, la que tenía antes de los experimentos de Infinity. Mi reflejo me mostraba a alguien completamente ajeno a mí, lo que hacía que mi confusión aumentara día a día.

Mis facciones gruesas y filosas comenzaban a suavizarse, y eso me asustaba, pues la que me devolvía la mirada en el espejo no se sentía como yo, era... Diferente.

Había un dolor que se mantenía constante, tan constante que ya había logrado acostumbrarme a él, era como si una fuerza de calor aplanara todo en mi cabeza e intentara tomar el maldito control de mi cuerpo.

No era mi lado vampírico, eso era evidente, ya que ni siquiera eso podría hacerme sentir de esta manera.

—Hola.

Suspiré al reconocer esa voz que no me había dado tregua ni un solo minuto desde que recuperé el control de mi mente.

—Andrómeda, buen día.

Me giré para mirarla, y un leve pinchazo de energía me recorrió al notar que las heridas que le habían dejado hace un par de días ya habían desaparecido por completo. Su apariencia de bruja había vuelto a resplandecer.

—Te ves diferente— Susurró, mientras la sonrisa con la que había llegado se desvanecía lentamente a medida que sus ojos recorrían cada vez más de mí.

Me volví a girar para evitar esa mirada tan extraña que de repente había surgido en ella.

—Lo sé, parece que mi magia comienza a tomar fuerza más rápido de lo que pensamos.

A través del reflejo, pude percibir cómo un leve indicio de molestia cruzaba sus facciones al escuchar mis palabras.

— Realmente pensé que, para este momento, tu magia ya empezaría a equilibrarse con tu lado vampírico. ¿No tienes sed?

Negué ante su pregunta, porque era cierto que cualquier sentimiento sobrenatural que hubiera experimentado durante miles de años compartiendo cuerpo con la vampiresa se había desvanecido junto con ella.

—No.

—¿Y tu olfato? —La desesperación que comenzó a manchar los tintes de su voz me perturbó más de lo que debería.

Tomé un largo respiro y logré descifrar varios olores que nos rodeaban, como el distintivo olor de la bruja.

—Huelo lo normal...

—¿Qué tal la sangre que corre por mis venas? — Susurró mientras cerraba los ojos con miedo, casi rogando que le dijera que sí, aunque no fuera cierto.

Infierno Escarlata (C.E 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora