Único.

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Tal vez llegar tarde no era lo más elegante que podía habérsele ocurrido aquella mañana de primavera.

Tal vez, era una señal del cielo para que se diera la vuelta, llamara a su agencia y les dijera que no podía hacerlo. Que, aunque le fueran a pagar una buena suma de dinero por aquel trabajo, desnudarse frente a un puñado de artistas para que lo dibujaran no era la mejor idea.

Tal vez, y solo tal vez, le hubieran perdonado por cortarse el pelo y teñírselo de negro después de que los clientes pidieran específicamente un modelo rubio.

Pero Lee Felix no era de los que se arrepienten una vez han tomado una decisión.

Y es que, ¿quién podía impedirle nada a sus veinticinco años?

Lo habían reclutado cuando recién estaba empezando la universidad, y había dejado de estudiar cuando descubrió que el trabajo de modelo le apasionaba.

Al principio, salió en algunos comerciales pequeños en revistas, hasta que se pudo hacer un hueco en la televisión no mucho después. También apareció en anuncios de moda de alta costura, llegando a ser una de las caras principales de Chanel.

Su aspecto era llamativo, con su pelo decolorado cayendo sobre sus hombros, de un rubio pajizo en contraste con sus ojos oscuros y las constelaciones de pecas en las mejillas.

El mánager de la empresa lo había ayudado a encontrar la mejor peluquería para que pudiera mantener el color, pero las cosas no le habían ido muy bien los últimos dos meses.

No sabía por qué no tenía tantos contratos, aunque probablemente tuviera que ver con la nueva incorporación a la empresa: Hwang Hyunjin. Era más alto que Felix, con el pelo oscuro y una figura esbelta que era la envidia de todos los modelos.

Se negó a fijarse demasiado en él para evitar las ya obvias comparaciones. Sentía rencor porque le había quitado casi toda la popularidad de un plumazo, y notaba que su carrera estaba llegando a un callejón sin salida.

La gota que había colmado el vaso había sido el día anterior, cuando Chan, su mánager, lo había llamado para comunicarle que tenía un trabajo. Su corazón se saltó un latido, decepcionándose al momento tras escuchar la descripción de la sesión.

–Estás loco si piensas que voy a desnudarme frente a un montón de desconocidos –había escupido a través del micrófono del teléfono.

–Te van a pagar muy bien, Lix, consúltalo con la almohada y me dices mañana por la mañana.

No esperó a que Felix respondiera antes de colgar.

Se llevó las manos a la cabeza, sentado en su silla de ordenador, donde había estado jugando a su juego favorito para despejar la mente de su escasez de trabajo. Acarició las hebras entre sus dedos, pensativo un momento.

A lo mejor era hora de cambiar.

Cuando vio el contrato que le mandó Chan por email, se le salieron los ojos de las órbitas. La suma era, de hecho, muy abundante. Al parecer, el estudio de arte pertenecía a una de las universidades más prestigiosas de arte del país, por lo que podían permitirse los honorarios.

Sin embargo, en un pequeño acto de rebeldía, pidió cita para la peluquería más cercana esa misma tarde, justo después de aceptar el trabajo.

Se sentía una persona nueva. Todavía le llegaba el pelo por debajo de las orejas, aunque se había cortado lo más dañado. La suavidad con la que se movía era casi esponjosa, y la manera en la que su rostro había tomado una nueva vida hizo que mereciera la pena el riesgo.

Tocó el portero del estudio y una voz femenina le dio la bienvenida cuando él le dijo su nombre y le abrió la puerta. Subió en ascensor, aprovechando a mirarse al espejo y eliminar cualquier rastro que pudiera delatar que acababa de correr diez minutos para no llegar tan tarde.

Eburneae ~ HyunlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora