Lydia despertó de golpe, su cuerpo tenso y su respiración agitada. El sueño aún estaba fresco en su mente: un aullido lejano que parecía resonar en lo profundo de su ser. Aunque no había visto nada más en aquel sueño, el sonido había sido lo suficientemente inquietante como para dejarla intrigada. Se sentó en la cama, parpadeando contra la luz plateada de la luna llena que entraba por la ventana. Todo parecía tranquilo, pero algo no se sentía bien.
Un escalofrío recorrió su espalda, y una sensación inexplicable la invadió, como si algo la empujara a abrir los ojos en ese preciso momento. Entonces lo escuchó, un ruido sutil, casi imperceptible, proveniente de la parte trasera de la casa. Su corazón se aceleró. Era un sonido real, no parte de su sueño.
Se levantó con cautela, sintiendo un nudo en el estómago. Sus pies descalzos tocaron el suelo frío mientras avanzaba sigilosamente hacia la puerta trasera. Al acercarse, notó algo extraño: la puerta estaba entreabierta. Un rayo de alarma cruzó por su mente. Ella estaba segura de haberla cerrado antes de irse a dormir.
Su mirada cayó sobre la madera de la puerta, donde se veían rasguños profundos, como si algo o alguien hubiera intentado entrar a la fuerza. El temor que había sentido en su sueño ahora se hacía realidad.
Con una mezcla de nervios y decisión, Lydia tomó un cuchillo de la cocina. Sus manos temblaban mientras lo sostenía frente a ella, intentando encontrar su teléfono para llamar a alguien, pero no lo veía por ninguna parte. Cada paso que daba se sentía como si el tiempo avanzara más lento.
De repente, sintió una presencia. No necesitó girarse para saber quién estaba allí; lo sabía, tal como lo había temido en lo más profundo de su ser. Aquel encuentro previamente acordado se había adelantado, y no estaba realmente feliz por ello.
Amón estaba a pocos metros de distancia, sus ojos oscuros clavados en ella, fijos como si no pudiera apartar la mirada. Algo en él había cambiado. Ya no era el hombre misterioso que había conocido en el bosque; ahora había una oscuridad palpable a su alrededor.
Lydia levantó el cuchillo, aunque su mano temblaba. Lo amenazó, pero él, con una velocidad sorprendente, se lo arrebató. En un instante, la acorraló contra la pared, su respiración cálida rozando su piel. Pudo ver el conflicto en su rostro, como si luchara contra algo dentro de él.
—Lo siento... —murmuró, acercándose más, hasta que pudo oler su aroma—. No es mi culpa, Lydia. Él ha despertado.
Antes de que pudiera reaccionar, Amón inclinó su cabeza y enterró sus colmillos en su cuello. Lydia intentó gritar, pero el dolor la paralizó, y lo último que escuchó antes de que la oscuridad la envolviera fue su voz, murmurando algo en su oído:
—Perdóname... no puedo controlarlo.
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Pétɑlos Letɑles
Loup-garouEn el cruce entre belleza y peligro, una flor esconde secretos letales. Lydia se adentra en un mundo de sombras, donde cada revelación podría ser su salvación o su condena.