Día 03: Fantasía (+18)

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Tanjiro era un joven de 20 años que iba de ciudad en ciudad, viajando a lo largo de todo Japón vendiendo los perfumes que elaboraba. Su gran y sensible olfato le permitía distinguir las fragancias más exquisitas y combinarlas creando aromas que todo el mundo quería llevar encima. Desde empresarios y excéntricos extranjeros hasta las amas de casa y damas de compañía. Era un trabajo rentable.

Sin embargo, últimamente desde que habían llegado grandes compañías a producir en masa fragancias populares de París, sus ventas habían disminuido. Y es que en la era Taisho, todo lo que venía de Occidente era muy alabado, dejando a veces de lado la producción local.

Decidió entonces atraverse a competir con algo que no podrían igualar: empleando aromas naturales. Y para ello, decidió viajar hasta un pequeño pueblo cerca a las montañas, con el fin de recolectar nuevas muestras de la misma naturaleza para sus próximas creaciones.

—¿Qué hace un joven de ciudad en un pueblo desolado como este?— Le preguntó un cocinero en el pequeño restaurante donde tomaba el almuerzo— No tenemos baños termales ni algún monumento histórico y nuestra comida es común. No es como si fuese algún lugar turístico.

—Para mí que viene en busca de una esposa— Comentaba un comensal— Suerte en ello, muchacho. No hay casi ninguna mujer joven aquí. Busca en otra parte.

—Nada de eso, vengo a explorar la montaña Hashi— El pelirrojo explicó— He oído que en esta zona crecen todo tipo de flores con los aromas más agradables.

—No vayas a la montaña, joven— Le advirtió otro cliente— Es muy peligroso. No solo hay osos, las abejas abundan y pican sin parar a los que se acercan a las plantas.

—También hay serpientes venenosas por el camino— Seguían desanimandolo— Y la subida es muy empinada además que el aire se vuelve denso y se reduce, dificultando el respirar.

—Mnm, pero no he viajado hasta aquí por nada— Iba a subir de todas formas— Seguro que si tengo cuidado, no me pasará nada.

—No subestimes los peligros de la montaña Hashi, joven— El cocinero le dijo dejando la estufa a un lado— Después de todo, allí está el demonio cerdo, custodiandola.

—¿Demonio cerdo?— Nunca había escuchado nada similar antes, los demonios no existían— ¿Es una broma?

—Nada de eso, nadie sube a la montaña Hashi por el demonio cerdo. Es muy territorial y no permite a nadie adentrarse— Le contaba— Es enorme, de casi tres metros, tiene la cabeza de un jabalí y el cuerpo de un hombre cubierto de hiedra venenosa. Cualquiera al que se le enfrenta no vive para contarlo.

—Están exagerando, no puede existir algo así. Debe ser solo un cuento— Le parecía que solo intentaban espantarlo.

—Nada de eso ¿Ves esta cicatriz en mi ojo?— Le señalaba una gran marca de garras en su rostro— Me la hizo el demonio cerdo cuando me atreví a tomar algunas bayas de la montaña, me dejó casi inconsciente. Insisto, busca otro lugar joven, la montaña Hashi no es una opción.

No hizo ningún comentario más al respecto y terminó su comida. E ignorando las advertencias fue a escalar la dichosa montaña. No iba a rendirse en su búsqueda de nuevas fragancias tan fácilmente.

Fue difícil la primera subida, pero con paciencia y mucho esfuerzo había logrado llegar y nomás al inicio le sorprendió el aroma de una extraña flor multicolor nunca antes vista.

—Es un aroma tan intenso pero a la vez  te captura y quieres más de él. Llevaré unas cuantas para extraer su esencia— Recogió entonces con unas pinzas pequeñas que llevaba las flores que se habían desprendido del tallo o las que se habían caído al suelo. Sin arrancar ninguna del arbusto.

INOTAN /TANINO WEEK "24Donde viven las historias. Descúbrelo ahora