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Es extraña la forma en la que la vida se maneja. Teje hasta que el hilo se acaba, las hebras están cada vez más finas, pero no deja de tener.
¿Como es posible que la vida te de y a la vez te quite tantas cosas?
Me había dado el poder hacer lo que amaba, me había dado el ser reconocida en el mundo del arte, un amor hermoso y un dulce presente.
Pero ¿por qué el presagio del destino parecía ser tan oscuro?
Lo único que quería era estar pintando, dibujando, con Draco y Lucius a mi lado, sobrevivir entre nosotros tres sin importar lo que afuera se destruyera. Pero no era así, ahora era más pequeña la posibilidad de que vivamos una vida tranquila.
Desde pequeña me había preparado para la tragedia. Mi padre no sabía darme amor, no entendió lo que era ser un padre amoroso y afectivamente responsable. Siempre creí que yo había sido un simple error, ya que él siempre quiso a su primogénito, a quien si preparó para la vida misma.
Sobreviví a sus reglas y estilo de vida. Mi hermano había sido amoroso alguna vez, cuando la inocencia era la protagonista, pero luego de eso, nunca comprendí el porqué del enojo, codicia, ira y amargura en él.
Aunque había perdonado a mi padre, no sabía si alguna vez perdonaría a mi hermano, o a mi familia. A mi apellido, a mis ancestros.
Me mire al espejo. El búho de mi familia estaba allí en mi cuello, reluciente. El vestido verde oscuro, elegante, se ceñía a mi cuerpo. Tenía unos pendientes pequeños, diamantes pequeños que brillaban no más de lo necesario. Mi cuerpo había dejado de doler gracias a que los días habían pasado y los ungüentos que Lucius había hecho para mi, me ayudaron.
Lucius me sostuvo la mirada atraves del espejo. Él estaba detrás de mí.
—Yo te defenderé.
—Esta bien. Solo dire lo que sé. . .
Me di la vuelta para verlo de frente. Él tenía un traje negro, una capa igual de negra cubría sus hombros, sus cabellos, hacia atrás, peinados en una coleta perfecta.
